Siempre me gustó mucho la ciudad de La Plata, tal vez por el
hecho de ser el único núcleo urbano de la República Argentina concebido y
planificado desde la nada. Para la época de su fundación (1882), la nueva
capital de la Provincia de Buenos Aires (1) estaba llamada a ser algo así como
la “reina de Sudamérica” gracias a los modernos conceptos arquitectónicos,
urbanísticos y paisajísticos diseñados para tal fin. No obstante, la realidad
de los planos suele ser muy diferente a la realidad de los hechos. La Plata
pudo alcanzar la mayor parte de sus objetivos en términos de trazado de calles
y paseos, construcción de plazas y emplazamiento de servicios públicos pioneros
(como la luz eléctrica, en 1885), pero algo muy distinto sucedió con su vida
humana. Por diversos factores políticos y económicos que no nos detendremos a
analizar, la naciente urbe debió esperar varias décadas para “despegar” como un
auténtico polo
comercial, industrial y educativo.
Así parecen confirmarlo algunas fotos de los primeros años, en las que se
percibe una especie de “ciudad fantasma” o “ciudad esqueleto” colmada de
edificios vacíos, a la espera de una población que parecía no llegar nunca para
su radicación definitiva (2).

Con todo y así las cosas, para 1885 había allí unos 10.000
habitantes permanentes, casi nada en comparación con otras ciudades de entonces.
Pero aun
resulta interesante analizar el
desarrollo de los primeros comercios abocados a los ramos que nos convocan en
este blog: la gastronomía, los alimentos, las bebidas y el tabaco. De un modo
lento pero sostenido, los pioneros platenses del comercio y la industria
llegaron allí para tentar fortuna en aquella prometedora metrópoli de ensueño
futurista. De ello da cuenta el Contador Rubén Mario de Luca en su libro
“Familias Platenses”, en el que vuelca algunos datos fundacionales de sumo
interés para quienes gustamos del pasado de los argentinos. Entre 1883 y 1889,
es decir, en la época que algunos señalan como de “furor inmobiliario” (y
especulativo) de la novel urbe, no son pocos los locales que se abren para
satisfacer las necesidades de los habitantes de entonces, compuestos en su
mayoría por empleados públicos y personal de obras.
Fue en esos tiempos que aparecieron
los primeros exponentes de las actividades de
marras, a saber:
- En el rubro gastronómico, el restaurante
High Life de Pedro Maestre, la
confitería Libertad, de Andrés Novais, el restaurante Buenos Aires, de Rafael
Castilla,
los bares y despachos de
bebidas de Cachoni, Biagini, Avancini, Acquistapace, Arcolano y Soler, la fonda
“Se come barato”
y las análogas de
Carlos Delfino y Pedro Lagrange. En las siguientes
imágenes de la época fundacional se detectan
otros, como el café y billar “Del Aguila”, en la esquina de 5 y 49 (obsérvese
el bosque recortado al fondo, sobre la calle 1) y el café y fonda de “La Unión
Española” en la calle 6, frente a la Plaza San Martín.

- En el rubro de bebidas y alimentos al por mayor y menor,
las crónicas nos hablan de un importante número de las consabidas carnicerías,
verdulerías, panaderías (3), fruterías y almacenes, pero vale detenerse en los
comercios de Monetti y de Colombo Hnos. (distribuidores de la cerveza
Bieckert), en las licorerías de Casella y Soncini y en la fábrica de galletitas
“La Julia”, con elaboración y venta directa al público, amén de los comerciantes del rubro alimenticio que comenzaban a establecerse en el embrionario ejido urbano.
- En el rubro del tabaco, los pioneros fueron las
cigarrerías “La Plata” y “Cosmopolita”, así como las de Chacón, Calegari,
Betancourt, Villamayor y Gozzo.
Paralelamente a los mencionados, la actividad hotelera
merece un párrafo aparte por su enorme colaboración en la incipiente etapa pre
urbanística, cuando las propiedades para comprar o alquilar escaseaban. Vale
entonces mencionar al Hotel Bruny, de Armand Valanche (4) y a sus
contemporáneos París, La Amistad, La
Sonámbula (5) y De la Confianza. Terminamos
entonces con un aviso del “Hotel
Vignolles” que no sólo muestra la doble actividad de hotelería y gastronomía
desarrollada por su propietario, sino también la impronta francesa en los
primeros tiempos platenses, ya que el reclame
fue publicado en los diarios locales en el más puro idioma galo: “service a la carte, celerité, propeté,
cinque centavos le plat. Cuisine bourgoise soignée. Chambres meubles per
families, an porte les plates a domicilie. La Plata, rue 5 et 44, Juan
Vignolles.”
Notas:
(1) En la entrada del 16/11/2011 repasamos el menú del
banquete celebrado el 19 de noviembre de 1882, día de la fundación de la
ciudad.
(2) Tal era la aversión de la gente a vivir en una ciudad
nueva y despoblada, que hubo que obligar a todos los funcionarios y empleados
públicos a radicarse forzosamente so pena de ser despedidos, mediante la
llamada “ley de residencia”, que entró en vigor en abril de 1884.
(3) Se considera que el primer comercio platense
fue la panadería del francés Andrés Duprat,
instalada a comienzos de 1883. Realmente había que tener mucha presencia de
ánimo y confianza en el futuro para aventurarse a algo semejante de manera tan
prematura, puesto que no hubo un núcleo urbano mínimamente constituido hasta
mediados de 1884. Así lucía el “centro” de La Plata el 19 de Noviembre de 1883,
a un año de su fundación. La construcción alta que se observa al fondo del extremo derecho es la
iglesia de San Ponciano, en la diagonal 80.
(4) Este empresario (o alguien de idéntico nombre que
trabajaba en el mismo rubro, lo que es poco probable) era también concesionario
de las confiterías de las estaciones La Plata y Central de Buenos Aires. En la
década de 1890 aparece, en un diario platense,
el siguiente aviso promocionando un vino “Marsala Argentino”, cuyo
distribuidor en la capital provincial
no
es otro que el citado.
(5) No se puede negar el sentido del humor de la gente en
esos tiempos, incluso para nominar a sus negocios.