Zona cerril y bravía por la abundancia de mataderos,
saladeros, corrales y quintas de verduras, pero a la vez señorial por sus
lujosas casas y residencias de veraneo. Así define el gran historiador porteño
Enrique Puccia al barrio de Barracas a mediados del siglo XIX. Pero el mismo
vecindario supo transformarse, algunas décadas después, en un activo centro industrial
y comercial que perduró hasta las postrimerías de la centuria siguiente. Sin
olvidar, por supuesto, el aditamento de ser un territorio de paso
para todos los viajeros que se dirigían hacia
el sur, gracias al veterano emplazamiento del legendario Puente Barracas, hoy
“Pueyrredón Viejo” (1). En ese dinámico
ámbito urbano, social y humano nacieron, vivieron y murieron
muchos locales gastronómicos de todos los
tipos imaginables.

Los vestigios documentales sugieren que el más antiguo fue
La Luna, en Montes de Oca y Uspallata
(2), una especie de almacén y pulpería donde paraban payadores y cuarteadores
(3).
No obstante, el más famoso resultó
ser
La
Banderita, sitio mitológico de Montes de Oca y Suárez que debe su nombre al
estandarte rojo enarbolado en una larga caña tacuara durante los días de
carreras cuadreras. Ya en 1870 se estacionaban allí coches y breques, mientras
los changadores esperaban a sus clientes provistos de un correón de cuero crudo
y un pedazo de cotín echado en el hombro. De paso, matizaban la espera saboreando
un café, una ginebra o un vaso de vino tinto. El local en cuestión tuvo una
existencia ciertamente larga, desde 1860 hasta 1983, alternando
cronológicamente las actividades de pulpería, café, bar y pizzería. En la
imagen siguiente se observa su último semblante edilicio, poco tiempo antes del cierre
definitivo.

A partir del 1900,
el
crecimiento demográfico estuvo íntimamente ligado a la instalación de más
cafés, bodegones, fondas y
peringundines en
el sur de la ciudad de Buenos Aires. Entre la numerosa lista de comercios del
ramo
se destacan
el bar
T.V.O
(Montes de Oca 1778, que fue punto
de reunión de músicos, poetas e intelectuales), el
Café de Campos (California y Montes de Oca esquina SO, otro reducto
de artistas) y la confitería
Santa Lucía,
cuyos orígenes se remontan a 1890 como sitio para familias distinguidas. Yendo
a los lugares para comer, el más célebre exponente de Barracas fue
la
Churrasquería
de Vera, ubicada en la intersección de Montes de Oca y Río Cuarto. Según Puccia,
su renombre era tal que en el clásico del cine norteamericano
Hombres de Mar, de John Ford (
Long Voyage Home, 1940),
hay una escena en la que varios marineros
mercantes lo mencionan como parte de sus recuerdos de viajes a la Argentina. De
un modo u otro, el propio Puccia hace una mejor y muy evocadora descripción del
típico reducto: “quienes allí abrían la boca lo hacían para engullir churrascos
descomunales, huevos fritos que eran
toda una apoteosis, papas fritas doradas y
crocantes, mondongos y tortillas a la española, estofados, chupín de pescado,
lentejas guisadas y budines de pan salpicados con pasas, todo matizado con
algún tintillo que raspaba la garganta…”

Harían falta muchas entradas para señalar acabadamente los comercios
del ramo situados en un barrio cuya historia está tan
bien documentada como el que nos ocupa, pero
mencionaremos sólo algunos a título de homenaje:
Los Arbolitos, La Bola de Oro, El Ombú, El Barquito, Tres Esquinas (donde
este humilde servidor tuvo la dicha de cenar en su niñez),
Il Trovattori, El Gauchito y la fonda
Del Catalán, entre otros. No podemos pasar por alto los sitios
históricos que todavía permanecen en pie y pueden ser visitados. Ellos son los
bares
El Progreso, en la esquina SE de Montes de Oca y California,
La Flor de Barracas, en Suárez casi
esquina Vieytes, y el restaurante
El Puentecito, en Vieytes y Pedro de
Luján, muy cerca del histórico viaducto que cruza el Riachuelo. Según creo,
este último es el local porteño de gastronomía más antiguo
que ha llegado hasta nuestros días sin
grandes modificaciones, ya que data de 1873, tal como se evidencia en su construcción
esquinera sin ochava (4). ¿Un auténtico
bodegón
de 140 años? Vale la pena visitarlo…
Notas:
(1) El Puente Barracas fue el primero establecido sobre el
Riachuelo. Aunque está situado en el
mismo lugar desde 1791, tuvo una lógica sucesión de ejemplares físicos conforme
progresaban la ingeniería y los
materiales de construcción. El original se denominó Puente de Gálvez y fue incendiado en 1806 para evitar el paso de
los británicos durante la Primera Invasión Inglesa. Construcciones posteriores
fueron remplazadas por vetustez, derribamientos por crecidas y otros motivos de
orden práctico. El actual puente “viejo” data de 1934 y es el que aparece en la
primera foto de la entrada.
(2) Hasta 1893, la Avenida Montes de Oca se conocía como
“Calle Larga de Barracas”.
(3) Los
cuarteadores eran
jinetes empleados por las empresas de tranvías a caballo que se apostaban en
ciertas calles con pendiente, donde los vehículos tenían
dificultades para subir. Provistos de un
animal pesado y de buen tiro (como un percherón), se sumaban a los equinos que
traía el
tranway y de ese modo
lograban trepar el inevitable accidente topográfico urbano. Una vez efectuada
la tarea, el cuarteador volvía a su puesto (el café o boliche correspondiente)
y simplemente debía aguardar la llegada de
otro tranvía de la misma empresa.
(4) Aunque la ordenanza data de los tiempos de Rivadavia,
recién en 1880 se hizo efectiva la prohibición
de construir en
las esquinas con un
ángulo de 90 grados. Por tal motivo, los edificios sin ochava que perduran en
la ciudad delatan ser anteriores a ese año.