viernes, 13 de julio de 2012

Los toscanos ítalo argentinos de la SATI: crónica de una degustación

Desde el punto de vista del consumo  histórico de tabacos en la Argentina, el toscano no fue un producto como cualquier otro. Por el contrario, bien puede decirse que fue “el cigarro” nacional por excelencia durante más de un siglo. En  diferentes  épocas,  y dependiendo de diversas coyunturas económicas y sociales (las guerras europeas, las trabas a la importación, los vaivenes de la industria, etc.) otros puros como el habano, el brasilero, el paraguayo o el suizo tuvieron altibajos que los llevaron  alternadamente del éxito a la virtual desaparición del mercado. Pero los  toscanos  estuvieron  siempre presentes, gracias al trabajo de varias fábricas que no paralizaron su producción  a pesar de los avatares propios y ajenos. Una de ellas, la Società Anonima Tabacchi Italiani (1), llegó a manufacturar millones de unidades que hicieron  las delicias del fumador local durante al menos tres décadas. Sus marcas son verdaderas “figuritas difíciles” entre aficionados y coleccionistas del género, ya que la temprana desaparición de la factoría en 1958 dejó muy pocas huellas de su existencia anterior. Por suerte, en uno de esos días afortunados que toda persona tiene alguna vez, el que suscribe pudo dar con un par de cajas de viejos, raros, genuinos y formidables toscanos Regia del establecimiento en cuestión (2), fechados entre 1943 y 1950 (3).


Nuevamente convocamos al team de degustación de Consumos del Ayer, compuesto por el paladar de Enrique Devito y las fotografías de Augusto Foix. Con ellos iniciamos el ritual de apertura de la caja de cuatro medios toscanos, los que se encontraban en un estado que puede calificarse como impecable, no obstante   las  evidencias  propias  del  tiempo prolongado de guarda y los vestigios de aquella noble manufactura a mano que generaba cigarros de formato irregular. Los prototipos a catar se veían íntegros, sin roturas ni mellas en la capa, bien secos (como  sucede  con el  auténtico toscano italiano)  y  compactos  al  tacto.  Para  su encendido recurrimos a fósforos comunes, tal como lo hacían los simples consumidores de hace setenta años. Hasta allí todo se desarrolló con normalidad, tras lo cual nos sumergimos en el análisis de los aromas y sabores producidos en combustión por tan singulares modelos del tabaco antiguo.


Casi en la primera bocanada de humo comenzamos a detectar ese perfil aromático evocador y característico del tabaco que poblaba los bares y cafés de barrio  hasta  la década del sesenta:    un  olor  pleno, envolvente, con notas vinculadas al café tostado, las especias y los ahumados. Pero lo más llamativo resultó ser el poderoso carácter mineral que se fue desarrollando y que no se detuvo hasta el final de la jornada. Semejante matiz parecido al grafito (que no habíamos encontrado con tanta intensidad en los Avanti) nos recordó mucho al vero toscano peninsular, dándonos la sospecha de que la SATI se acercaba a la fórmula original de Italia más que ninguna otra fábrica toscanera argentina de la época (4), algo muy lógico si tenemos en cuenta que era  un establecimiento del gobierno de ese país, con  directores  y  jefes de producción de la misma nacionalidad.  En líneas generales, los puros evaluados se manifestaron potentes y terrosos,  rústicos (como todo buen toscano que se precie) pero para nada verdes ni herbáceos. La evolución de la ceniza resultó más que satisfactoria, sin desprendimientos prematuros.


Terminamos nuestra labor muy complacidos pero con muchos interrogantes, que tal vez el tiempo y la investigación acaben de responder. Sabemos, por ejemplo, que los Regia estaban elaborados con una mezcla de tabaco nacional e importado porque así lo declara el envase. También sabemos que el tabaco nacional provenía de Misiones,  pero ¿desde dónde llegaba el importado? La hipótesis más simple es la del origen itálico, aunque el contexto internacional de la década de 1940  lo vuelve poco probable por las severas dificultades para la importación de productos europeos durante la guerra y la inmediata posguerra. Asimismo nos preguntamos si estos Regia ítalo argentinos (5) eran un  complemento  de  los  auténticos   toscanos del  Viejo  Mundo  que importaba la SATI,  o  un sustituto forzado  por los acontecimientos bélicos que hacían imposible la llegada de los embarques correspondientes. En fin, misterios que quedan en la bruma del pasado hasta que logremos resolverlos. Mientras tanto nos preparamos para una próxima degustación, esta vez de un “oporto” argentino de la vieja guardia: una marca casi mítica que perduró en el mercado por más de ochenta años, pero que muy pocos conocen. Tan rica es la historia de este producto que nos veremos obligados a presentarlo en dos entradas, porque con una no alcanza. Todo ello…muy pronto.














Notas:

(1) La historia de la marca fue reseñada en las entradas del  11/1 y 17/2/2012.
(2) En este punto debemos  mencionar a Rubén “El Moro” de Temperley, quien gentilmente accedió a contarnos algo sobre los artículos que ofrecía a la venta. Según su relato, las cajas de toscanos fueron halladas en el sótano de un antiguo almacén de esa localidad  ubicada al sur de la Ciudad de Buenos Aires, junto con barricas de vino (llenas), añosas botellas de gaseosas y cerveza, y otras joyitas de las épocas pasadas.
(3) Ello surge de varios datos muy claros. El  primero  es  la   estampilla fiscal con la indicación del decreto 38923/43, o sea del año 1943, lo que nos dice que no pueden ser anteriores a la fecha  de promulgación de esa norma. Tampoco pueden ser posteriores a 1950  porque a partir de entonces fue obligatoria la leyenda “ley 11275” en todas las marquillas de tabaco (como vimos en la degustación de Avanti hace muy poco), y ello no aparece en este caso. Finalmente,  cuando  esta   última  inscripción  comenzó  a desaparecer de los envases, hacia fines de los cincuenta, la SATI ya no existía como empresa. El precio también coincide con el período de fechado: 35 centavos por cuatro medios toscanos es un valor típico del decenio de 1940.
(4) El  razonamiento  es  válido  solo  para  el  siglo XX. Existen  indicios de que en el  XIX  hubo fábricas que producían toscanos respetando los procesos de elaboración europeos, incluso recurriendo al ahumado del tabaco  con leña de ciertas especies de maderas nobles. Una de esas firmas fue “La Argentina”, de Juan Otero, establecida en 1878 en el barrio porteño de Barracas. Algún día espero dedicar una entrada al tema de la abundante oferta de puros de estilo europeo (toscanos, brisagos, suizos, alemanes, hamburgueses, etc.) que existían en nuestro país hace ciento veinte años, con detalles y estadísticas muy reveladoras del alto grado de calidad que había alcanzado la industria tabacalera nacional. El tema fue mencionado tangencialmente en las cuatro entradas de “La edad de oro de los puros argentinos” subidas entre octubre y diciembre del año pasado, pero tengo la intención de profundizarlo a la brevedad.
(5) Por supuesto, nos referimos a “ítalo argentinos” por la ascendencia de la fábrica y su estilo de producción, no por el blend de tabacos que por ahora no podemos precisar de manera fehaciente.


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