lunes, 15 de octubre de 2012

Europa en Buenos Aires: la Avenida de Mayo 2

Más que como una simple arteria vial, bien se puede hablar de la Avenida de Mayo como un vecindario, como un barrio mismo de la Ciudad de Buenos Aires. Por esa razón, las manzanas transitadas en su traza le pertenecen por derecho propio y forman una “zona de influencia” pronunciada, especialmente las  pequeñas  medias   manzanas  que se ubican entre Rivadavia e Hipólito Irigoyen como testimonio de aquella colosal  demolición que abrió el camino del nuevo paseo urbano, efectuada en las décadas de 1880 y 1890. La personalidad distintiva de la que hablamos fue siempre muy evidente, como lo aseguran numerosos autores del pasado. Leonie J. Fournier, por ejemplo, dijo al respecto:

La avenida donde están
las agencias de loteo,
los hoteles, los cafés,
donde nunca  van de acuerdo
los que discuten sus cosas
andaluces, madrileños,
que la Avenida de Mayo
es como la casa de ellos.

En la actualidad, tanto la vía en cuestión como varias de las calles adyacentes atesoran algunos sitios emblemáticos de la tertulia y el buen comer porteño.  En  una  selección  de comercios gastronómicos históricos que aún perduran, la delantera en cuanto a longevidad, continuidad y fama  es llevada  por  el  viejo  pero  siempre vigente Café Tortoni. Siendo un punto tan destacado de la urbe y un lugar turístico casi obligado, no entraremos en demasiados detalles sobre sus características por ser datos fáciles de hallar en cualquier publicación impresa o  virtual  sobre  el  tema. Digamos, simplemente, que su inauguración se remonta al año 1858 en la esquina de Rivadavia  y  Esmeralda  (1),  a  manos de Monsieur Touan. Alrededor de 1875 se mudó al  local  que  conocemos,  pero con entrada por Rivadavia 826, ya que la Avenida de Mayo todavía estaba en la mente de arquitectos visionarios. Con el tiempo, el Tortoni se convirtió en  asiento  de  la  peña literaria y artística más importante de Buenos Aires, lo  que  le  dio  ese   espíritu tan particular que perdura en nuestros días y lo consagra  como  una   meca  del  turismo internacional. No menos laureles  acredita Los 36 billares, un café  que abrió sus puertas de  manera  contemporánea  a  la  gran  calle  ciudadana,  en  1894.    ¿Cuántas  historias habrán pasado (y seguirán pasando) entre sus mesas, sándwiches, cafés y ginebras mediante?


Si hablamos de restaurantes, ya no queda ninguno de  lo  más  viejos  sobre  la  avenida  misma  (el legendario Pedemonte cerró tiempo atrás), pero sí en sus proximidades, más precisamente sobre la calle Salta. En la esquina con Hipólito Yrigoyen (NE) se encuentra uno de tales baluartes, inaugurado en 1908: se trata de El Globo, secular reducto  de la culinaria ibérica con reminiscencias ítalo porteñas (2). Sus cantimpalos, tortillas, lenguas a la vinagreta, matambres a la portuguesa, cazuelas de mariscos,  pescados  y  pucheros  son preparaciones de contraseña entre los habitués que lo frecuentan. Justo enfrente, también haciendo esquina (NO), El Imparcial  parece cumplir con los requisitos para ser considerado el restaurante más longevo de Buenos Aires.  Los testimonios urbanos nos dicen que, en 1860, un español residente en nuestro país compró -por  521  pesos fuertes- el solar de ladrillos de la calle Victoria 322 (hoy Hipólito Yrigoyen, cambio de numeración de por medio) donde instaló  un negocio de comidas bajo la denominación  Fonda  y Botellería, caracterizado por ofrecer la “clásica y suculenta comida española, y la más humilde y muy requerida cocina criolla".


Un poco más cerca en el tiempo encontramos El Hispano, cuya cronología apenas cincuentenaria  no lo hace menos proverbial en términos gastronómicos. Allí, en el vértice SE de Salta y Rivadavia, el comercio de marras ofrece una de esas completísimas cartas en las que no falta ninguna de las viandas galaicas tan apreciadas por su colectividad. Gambas al ajillo, pulpo a la gallega y paella a la valenciana son, entre muchos otros,  manjares que han disfrutado varias generaciones de argentinos y extranjeros desde mediados del siglo pasado. Junto con El Globo y El Imparcial, El Hispano compone un recorrido obligado por la historia del barrio de Monserrat y, más específicamente, de nuestra Avenida de Mayo.
 
 
En la próxima y última entrada de esta serie nos vamos a referir a los costosos, exclusivos y elegantes hoteles que brillaron en esta ilustre vía durante el período comprendido entre 1900 y 1930.

                                                          CONTINUARÁ…

Notas:

(1) El gran historiador Enrique Puccia solía referir que, con anterioridad a esa fecha, existió un Café Tortoni en la calle Defensa al 200, inaugurado por Oreste Tortoni. De todos modos, éste no tendría nada que ver con el prestigioso comercio de nuestros días, designado así (según datos documentados de la primitiva  inauguración de Touan, en 1858) en homenaje a cierto café de París.
(2) No quiero abundar en el tema, pero es necesario aclarar que los restaurantes más tradicionales de Buenos Aires  ofrecen  una  variedad  de  comidas  que  muchos especialistas consideran, en su conjunto, un híbrido sin personalidad. Personalmente, creo que después de cien años de vida de esa “Torre de Babel” que mezcla elementos españoles, italianos, franceses  y criollos, semejante menosprecio es un grueso error. La gastronomía popular metropolitana  de restaurantes, bodegones y cantinas tiene, a mi entender,  una personalidad propia indiscutible. Algún día me referiré a la conjunción de elementos históricos que dieron como resultado una tipicidad culinaria cosmopolita tan particular.
 

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