miércoles, 3 de octubre de 2012

La vitivinicultura del centenario 2

La prosperidad argentina de antaño resultó ser un poderoso imán para los europeos, no sólo como un buen motivo para vivir aquí sino también para hacer jugosas inversiones. En ese contexto, no fueron pocos los expertos extranjeros que llegaron para recorrer nuestros terruños vitivinícolas durante la década de 1910, invitados por las autoridades del entonces Ministerio de Agricultura de la Nación. Tales visitas (que no se volverían a repetir en cantidad y calidad hasta la década de 1990) perseguían dos propósitos perfectamente definidos: por un lado, asesorar  a  los  productores  locales  sobre aspectos técnicos y  avances tecnológicos en viticultura y enología; por otro, atraer  capitales  extranjeros  hacia  la industria del vino local. Para cumplir con tan exigente tarea, los funcionarios ministeriales no dudaron en contratar a algunas de las personalidades más renombradas y eminentes de su tiempo. Uno de los especialistas que arribó a nuestro país exactamente en 1910 fue el doctor J.A. Doleris, respetado académico  y asesor del  ministerio agrícola francés. Posteriormente publicó un libro con énfasis en el naciente valle del río Negro (región de la que se quedó prendado), aunque en la obra pueden encontrarse consideraciones sumamente interesantes sobre la actividad del vino argentino en general.
 
 
En distintos capítulos, el ilustre personaje no deja de transmitir su asombro por la sanidad ecológica de nuestras regiones, e incluso  llega  a  mostrarse fastidiado  por  la  falta  de  más  vinos  de gran calidad. "Argentina no está produciendo todavía la calidad que podría producir", asegura en un punto, a la vez que se lamenta por la dificultad para probar vinos añejados, dado que "la del vino  no  es una industria de lujo ni de exportación, sino de primera necesidad, y todo lo producido se bebe rápidamente". Luego postula que la actividad se estaba proyectando con acierto hacia el futuro, a  pesar  de  esas  imperfecciones coyunturales. Entre otras cosas, no duda en señalar que "el viñedo argentino está en general bien implantado, con los mejores cepajes de la Gironde, Bourgogne, España e Italia". Algunos comentarios específicos merecen ser destacados y vistos en perspectiva, cien años después. Por ejemplo, cuando afirma haber degustado "excelentes vinos blancos de San Juan y de Salta de más de quince años, que recuerdan al Jerez o a ciertos vinos de Hungría y Dalmacia, y aunque son imposibles de adaptar a la comida, pueden ser indicados como vinos de postre". Más adelante el autor relata su visita a la bodega de uno de los productores más reconocidos y experimentados de Mendoza, donde logra probar buenos vinos de Pinot, tanto tintos como blancos, pero sobre estos últimos asegura lo siguiente: "se acercan bastante al Chablis, aunque con más cuerpo y vinosidad".
 
 
Producción argentina e importación de vinos en valor, período 1907 a 1910
(en millones de francos franceses)

Año                   Producción                    Importación
1907                       110                                 62,8
1908                       161                                 66,4
1909                       133                                 67,6
1910                       199                                 63,4

Algunos años después, en 1916, un recorrido del mismo tipo fue efectuado por Louis Ravaz, profesor de  viticultura  y  director  de  la  Estación  de Investigaciones Vitícolas de la  Ecole Nationale d´Agriculture de  Montpellier. En este caso no se trataba de un entendido, sino de un experto con todas las letras. Sus apreciaciones son básicamente similares a las de Doleris,  pero  los  seis  años transcurridos dejan entrever la existencia de una  industria más afianzada, con mayor diversidad de buenas cepas (señala, por ejemplo, al Chardonnay de Mendoza, utilizado para blancos y espumantes), manejos agronómicos profesionales y vinificaciones bien llevadas de acuerdo a la tecnología de la época. Entre sus experiencias de viaje se destaca  el   inesperado  periplo  por  varios  terruños vitivinícolas que luego pasaron por un letargo de más de setenta años, e incluso por algunos que nunca más lograron resurgir. La situación en el Gran Buenos Aires, por ejemplo, era sumamente singular. La zona sur era la patria de la uva Isabella (variedad americana conocida popularmente como "chinche"), con numerosos productores que elaboraban y comercializaban exitosamente sus rústicos vinos. Entre otros, menciona al señor Caffeso, propietario 6 hectáreas en Temperley; a Gatti, ubicado en "Lomos de Tamera" (obviamente, Lomas de Zamora) y a Bodaracco, establecido en Bernal. En cambio, por la zona norte que rodea a la ciudad reinaban las variedades europeas y los vinos de buena calidad. La finca más detallada en el relato es la del señor Franklin, en Escobar, que producía un vino de Nebbiolo "realmente muy agradable" y otro dulce de Malvasía. Como dato no menor, esa eminencia mundial en viticultura aseguraba, en 1916, que "la cultura de la viña es posible en Buenos Aires, luchando fuerte contra las enfermedades criptogámicas", y que "debido al clima lluvioso, los vinos son muy finos pero poco alcohólicos". En su paso por Concordia, en el viñedo entrerriano (el cuarto del país por aquel tiempo), compara a la región con Bordeaux por su topografía y el color de la tierra. Su recorrido incluye varias bodegas, donde prueba los vinos obtenidos con Cabernet, Malbec, Tannat y Semillón, a los que califica como "muy buenos si se toman de inmediato, pero después de un tiempo se vuelven excelentes, límpidos y brillantes".


Más allá de las curiosidades localizadas, tanto Doleris como Ravaz coinciden en la descripción de una vitivinicultura pujante, prometedora, concentrada mayormente en Cuyo pero saludablemente extendida hacia otras provincias,  sin  monopolios  ni prohibiciones. La enumeración de cepajes, manejos del viñedo y técnicas de vinificación no dejan dudas acerca de que la calidad era más valorada que el volumen, pero el crecimiento del consumo estaba empezando a cobrar peso. La historia posterior nos dice que el vino burdo, la cantidad sin calidad, los estiramientos desmedidos y los fraudes ganaron la batalla a partir de los años cincuenta, hasta que la última década del siglo XX volvió a cerrar el círculo de la historia, que siempre tiende a repetirse. Hay grandes diferencias entre las dos épocas, pero también hay muchos elementos comparables entre  ese  ayer  y  este  hoy:  el  mismo  espíritu  emprendedor,  el  auge  de  la experimentación, la diversidad de uvas y el reconocimiento de los especialistas del primer mundo.

2 comentarios:

  1. Hola, alguien sabria decirme cual es el pais con mayor índice de Importación vino mundial de la historia?

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    1. Hola, sinceramente no tengo ese dato, pero sospecho que debe ser Gran Bretaña. Creo que ningún otro país tiene una tradición histórica tan importante en la materia.

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