viernes, 24 de agosto de 2012

Viejos consumos en el cine nacional: La mentirosa (1942)

Ya hemos dicho alguna vez que los Consumos del ayer atañen  no sólo a los alimentos, las bebidas y los tabacos en sí mismos, sino también a las industrias que los elaboraban y a los entornos en los cuales se hacía dispendio de ellos. En ese orden de cosas, solemos analizar algunas  modalidades del comercio gastronómico que tuvieron su época de esplendor en  los tiempos pasados. En mayo del presente año, por ejemplo, nos referimos a la particular  manera de servicio conformada por los “bares automáticos” que llegaron a proliferar en las principales ciudades de la Argentina durante las décadas de 1930 y 1940. Lo fugaz de esta curiosa usanza comercial  hace que sean francamente escasos los documentos y testimonios al respecto, pero la paciencia del investigador (sumada a  la suerte) siempre tiene su recompensa. Y no ha sido otro que el cine nacional el encargado de dejar una invalorable huella visual y dinámica de ello a través de La mentirosa, un film del año 1942 protagonizado por la recordada actriz Niní Marshall en su inefable interpretación de “Catita”. (1)


La historia está centrada en aquel célebre personaje  femenino y su novio, quienes se ven envueltos en distintos enredos por causa de su propensión a decir mentiras sin  medir en absoluto las consecuencias. Promediando la película, la pareja ingresa en un bar automático para comer algo liviano. La imagen general del local es breve, al igual que toda la escena completa (no llega a dos minutos), pero suficientemente elocuente como para observar en detalle ciertos artilugios propios de  los negocios en cuestión, en especial los cilindros vidriados tipo “espiral” empotrados en la pared. Es entonces cuando el protagonista masculino coloca una moneda en la ranura y hace que el mecanismo entre en funcionamiento, llevando su pedido (un sándwich) desde el nivel superior hasta la salida.
 

Acto seguido, y como es de esperar, Catita hace de las suyas mientras se pone a golpear la pared a la voz de “¡oiga, diga, esto es una vergüenza!”, en clara postura de reclamo por una supuesta falla del mecanismo. Lógicamente, todo es una treta que hace honor al título de la película, ya que ella no colocó ninguna moneda. A pesar de todo, la jugada le sale bien y un mozo accede cortésmente a introducir, de su propio bolsillo, el correspondiente valor en la ranura. Catita, triunfante, se deleita con el bocado mal habido en base a sus artimañas.


Su novio, sorprendido por lo bien que le salió la triquiñuela, intenta hacer algo similar para procurarse una bebida gratis. Se acerca al grifo expendedor y comienza a golpear la pared  repitiendo el grito: “eh, diga, esto es una vergüenza!”. Pero la suerte de la pareja concluye en ese mismo momento, puesto que se abre una de las aberturas y aparece  un empleado del local  que sentencia en tono poco amigable: “¡no se haga el vivo, que lo estoy mirando desde aquí atrás! (2)


Fracasado el intento de estafa, el muchacho no tiene más remedio que hacer efectivo el pago solicitado y sólo entonces logra retirar su bebestible. Luego, la pareja se acerca a una mesa alta en el centro del recinto y continúa charlando por algunos instantes más, que son los últimos de la escena.


Mucho tiempo ha transcurrido desde que los bares automáticos desaparecieron. Hoy existen nuevas modalidades de autoservicio, pero lo lindo es que podamos evocar  este peculiar y pionero modo gastronómico de antaño, especialmente si lo hacemos a través de una querible pieza del viejo cine argentino.

Notas:

(1) Breve ficha técnica: “La mentirosa”. Dirección y guion: Luis César Amadori. Intérpretes: Niní Marshall, Miguel Gómez Bao, Pablo Palitos, Juan José Piñeiro. Estrenada el 12 de junio de 1942.
(2) Es probable que los bares automáticos hayan estado  muy expuestos a ese tipo de reclamos, sobre todo en el caso de los “avivados”. No es descabellado inferir que la reiteración de tales episodios fue, entre otras, una de las causas de su posterior desaparición.

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