martes, 24 de enero de 2012

Estampas del comercio antiguo: las cervecerías

El análisis de los consumos pretéritos abarca muchos aspectos, desde los productos en sí mismos hasta la gente que hacía uso de ellos, pasando por las industrias que los generaban y los comercios que los expendían. Este último caso representa un mundo aparte, dado que cada actividad contaba con  establecimientos cuyas características eran propias y bien diferenciadas del resto de los rubros. En el sector gastronómico, por ejemplo, no era lo mismo el café que el bodegón: cada uno poseía cierto tipo de "señas particulares" que los hacía inconfundibles. Por ese motivo, aquí abrimos una nueva serie de entradas sobre las "estampas" de los viejos comercios argentinos (y especialmente porteños), en las que vamos a intentar la recreación de los atributos, los ambientes y los entornos históricos que enmarcaron a esos recordados -y recordables- sitios del quehacer cotidiano nacional.
Hay un rubro en particular que no resulta muy conocido en nuestros días, en parte porque se ha extinguido por completo. En efecto, las antiguas "cervecerías" que supieron proliferar por las principales ciudades del país ya no existen como tales. Es cierto que hoy se pueden encontrar recintos de habitualidades más o menos análogas, como los pubs o las más recientes fábricas de cerveza artesanal con despacho al público, pero ellos no tienen nada que ver con sus "similares" del pasado. Los comercios argentinos en cuestión que existieron desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970 tenían un carácter único, singular, no igualado hasta hoy. Desde luego, ello se debe al cambio general de las costumbres y a las nuevas maneras de encarar el negocio gastronómico según las exigencias modernas.


El primer rasgo distintivo de las viejas cervecerías era su relación inevitable con lo alemán, o al menos con lo centroeuropeo. Tanto fuera por la nacionalidad de sus dueños o simplemente por la sonoridad de su nombre, cada local estaba marcado y rodeado por esa aurora germanófila. Además del propio leitmotiv de la actividad, que se servía en todas sus variantes de color y sabor gracias a la abundante y heterogénea oferta de entonces (1), una cervecería que se preciara de tal debía ofrecer también algunas de las viandas más clásicas de las regiones del centro y norte del viejo continente: salchichas, chucrut, jamones, carnes de caza, embutidos ahumados, spätzle y panes de centeno, entre otras.
Muchas dieron en ubicarse en pleno centro de Buenos Aires, como el Bier Convent, en Sarmiento y Maipú, el Aue´s Keller en Bartolomé Mitre 650 y la Cervecería Berna, en la esquina de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña. A esta última, inaugurada en 1928, solían concurrir periodistas y gente del arte que trabajaba en los diarios y teatros vecinos. Una mención especial merecen los locales de Belgrano, quizás el barrio porteño más cervecero por historia y tradición. Allí estuvieron Bodensee (Monroe 1869 hasta el año 1935, luego Cramer 2455), El Ciervo de Oro (2) (Echeverría y las vias del ferrocarril) y el Bar y Cervecería Hamburgo, de Juan Linder (Amenábar 2184).


No se puede cerrar el presente capítulo de los Consumos del Ayer sin referirse a una cadena de locales gastronómicos que, si bien nunca tuvo una relación demasiado estrecha con la cerveza en sí misma, cuenta con todas las credenciales al respecto de acuerdo con la memoria colectiva de Buenos Aires. Se trata de las otrora celebérrimas Munich, situadas en numerosos barrios de la ciudad y en sus alrededores. Más que cervecerías (aunque así se denominaban oficialmente), las Munich eran restaurantes con todas las letras, y poseían las interminables cartas de platos, postres y vinos tan características de la restauración porteña de ese tiempo. Tuvieron su esplendor entre las décadas de 1930 y 1960, aunque subsistieron con distinta suerte hasta fines de los años noventa del siglo pasado.
Una de ellas, la Munich Costanera, ha sido conservada como museo debido a su riqueza arquitectónica.


Diseñado por el arquitecto húngaro Andrés Kalnay y construido en 1927, el comercio de marras fue un lugar obligado en los paseos al aire libre hasta su cierre a mediados de los setenta. Gracias al porte imponente y el particular estilo art-decó del edificio, las autoridades tuvieron el buen tino de no dejar que cayera bajo la picota del frenesí inmobiliario. Hoy se puede visitar y recorrer en los horarios correspondientes (3), para así llegar a tener, al menos, un lindo atisbo de recuerdo de aquellas viejas y buenas cervecerías del país.

Notas:

(1) Hemos señalado en entradas anteriores la fuerte atomización de la industria de cerveza que existía en Argentina hacia fines del siglo XIX. Con la concentración del negocio, iniciada a principios del siglo XX, es lógico suponer que las opciones de estilos y sabores se fueron reduciendo paulatinamente. Sin embargo, la etapa más "oscura" de la cerveza argentina se dio entre 1980 y 2000, cuando era muy difícil conseguir (por falta de oferta) otra cosa que no fuera cerveza rubia tipo lager. Por fortuna, las cosas han cambiado otra vez para bien.
(2) El lugar fue referencial para el barrio por su popularidad. Sus habitués solían llamarlo cariñosa y jocosamente "El chivo de lata". Cerró en 1996.
(3) Para más datos se puede acceder a http://www.museos.buenosaires.gob.ar/dgm_centrodemuseos_h.htm#munich

1 comentario:

  1. Muy interesante el blog, la información que se presenta nos permite tener nuevos conocimientos sobre el consumo humano.
    Saludos

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