miércoles, 1 de febrero de 2012

Viejos consumos en el cine nacional: El Viejo Hucha (1942)

No solo de libros se nutre la investigación histórica sobre los consumos del pasado. También el cine suele contener valiosos testimonios  acerca de las costumbres del ayer, a veces con un grado de detalle que ni los propios registros escritos (por obvias razones visuales) son capaces de ofrecernos. En esta nueva serie que abriremos hoy vamos a analizar ciertas escenas de diversas películas argentinas que nos permiten tener una imagen de lo que se comía, bebía y fumaba en la Argentina del siglo XX. Y empezamos con un clásico del cine vernáculo, realizado en 1942 por el prestigioso director Lucas Demare. Se trata de El Viejo Hucha, un personaje de ficción que pasó a la historia como el arquetipo del avaro, del que intenta ahorrar todo a costa de una vida casi miserable.


Pero no vamos a profundizar en la trama sino en una escena en particular, en la que se aprecian tres consumos tan habituales en la década de 1940 como raros (o imposibles) en nuestos días. Ellos son los ravioles de seso, el vino común en botella de litro con tapón de corcho y los toscanos. Todo ocurre en el transcurso de un típico almuerzo familiar de domingo (que casi puede ser rotulado también como una costumbre desaparecida), donde nuestro Viejo Hucha preside la mesa en compañía de sus hijos. Desde el punto de vista actoral, vale la pena observar aquí las actuaciones de los grandes Enrique Muiño y Francisco Petrone, así como la de algunas jóvenes figuras como Osvaldo Miranda y Gogó Andreu (1).
El hecho es que la familia se sienta a comer en una ambiente algo ríspido por una discusión entre el Hucha y su hijo mayor. Apenas se aquietan los ánimos, la madre sirve la fuente conteniendo un manjar que solía ser extremadamente frecuente en ese tiempo: los ravioles de seso (2).


Ahora bien, ¿cómo sabemos que son de seso? Porque el mismo protagonista se encarga de aclararlo. Ante el comentario de uno de sus hijos sobre lo escueto de la raviolada (3), el padre sentencia con severidad: "es que el seso está muy caro". Acto seguido, el pater familias abre una botella de vino común cerrada a la manera de entonces: con corcho, el mismo que hoy se usa en los mejores vinos finos (4). Si lo pensamos un poco, ya ni las botellas de vidrio subsisten en el ámbito de los vinos de mesa. Luego podemos apreciar al veinteañero Osvaldo Miranda sirviéndose la bebida de los pueblos fuertes en su copa. Y en el fondo, como no podía ser de otra manera, el tradicional sifón.



Una vez concluida la comida (en la que no faltan otras discusiones y roces entre el avaro Hucha y sus hijos), el protagonista procede a encender un toscano mientras le ordena a la sumisa esposa y ama de casa: "tráigame el sombrero". Más tarde lo vemos salir por el patio en medio de su "fumata" con el célebre ejemplar cigarrero, que para ese entonces se consumía por millones (5).



Son apenas unos cuantos minutos, pero en tan corto tiempo se da la feliz existencia de los tres consumos mencionados, muy propios de la década en cuestión. Seguramente los realizadores del film nunca pensaron que con esta escena iban a dejar un testimonio invalorable para el futuro, ni que semejante material serviría a los que nos gusta investigar el pasado. Pero es así, nomás: nadie sabe que está haciendo historia hasta que sus actos se convierten en historia.

Notas:

(1) Breve ficha técnica: "El Viejo Hucha". Dirección: Lucas Demare. Guión: Ulises Petit de Murat y Homero Manzi. Intérpretes: Enrique Muiño, Francisco Petrone, Nury Montsé, Ilde Pirovano, Osvaldo Miranda, Roberto Airaldi, Gogó Andreu, Haydeé Larroca. Estrenada el 29 de Abril de 1942.
(2) La receta típica de aquel plato familiar incluía casi siempre espinaca u otra verdura, junto con el seso.
(3) Casi sin quererlo, el comentario pone al descubierto uno de esos errores casi ridículos que a veces se dan en las películas. La fuente que se observa, más que escueta, es absurdamente pequeña para una familia de 7 personas: el padre, la madre, dos hijas y tres hijos.
(4) Todos los vinos comunes embotellados se fraccionaron con tapón de corcho hasta finales de la década de 1960. Recién ahí comenzó a utilizarse la tapa rosca o pilfer, que requirió una nueva tecnología en la industria del vidrio y nuevas líneas de fraccionamiento en las bodegas.
(5) Hay otra escena que involucra a los toscanos algunos minutos más tarde. En ella, el padre le ordena a su hijo menor (Gogó Andreu) que vaya a comprar toscanos a la cigarrería. El muchacho le pregunta fastidiado por qué no los compra en el almacén, que está más cerca, a lo que Hucha contesta: "porque en la cigarrería los dan más frescos". Y acota, tratándolo de usted al igual que a su esposa y sus demás hijos: "y no se olvide de traer los fósforos gratis". Desde luego, este segundo propósito era el que guiaba al mezquino personaje. Pero el tiro le sale por la culata, dado que cuando el hijo retorna con los toscanos le informa que en la cigarrería ya no regalan los fósforos. Entonces el viejo, furioso, sentencia: "A partir de mañana los compra en el almacén. Yo le voy a enseñar a ese a ser avaro".

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