José Sanguinetti es uno de los vecinos de la antigua Buenos
Aires cuyo nombre resulta fácil de ubicar en la historia ciudadana. Junto a Tomás
Lambruschini fue pionero del barrio de Coghlan y sólo
ellos vivían en las cercanías cuando la Compañía
de Ferrocarriles Pobladores comenzó a tender los rieles que cruzaron por
allí en 1891. Ambos desarrollaban el
quehacer de “quinteros” del rubro frutas y hortalizas, pero la aparición del
primero en el boletín vitícola del censo 1895 sugiere que las uvas se contaban
entre sus productos favoritos de acuerdo con la superficie abocada al cultivo: un paño de 6 sobre el total de 16,5 hectáreas, es decir, poco más de la tercera parte. Sustentan esa hipótesis otros indicios,
como la antigüedad de una viña bien consolidada (15 años), la conducción y poda
sistematizados, la composición múltiple del
encepado y el uso 100% enológico declarado ante los censistas. Pero, ¿qué vinos,
hechos dónde y para quién ? Todo a su tiempo, que ya llegaremos a eso.
También fue sencillo hallarlo en el Plano Topográfico trazado el mismo año, tal cual podemos apreciar en la imagen anterior. Su propiedad (contorneada en rojo) se distingue
claramente por las generosas dimensiones y por el curioso formato de
paralelogramo “doblado” a la izquierda. Marqué varios hitos cercanos bien reconocibles
en nuestros días. Los números 1 y 2 corresponden a la estación Coghlan y al
Parque Saavedra, respectivamente. A mitad de camino entre ambos se ve una
diagonal que reza “Camino a las Lomas de
San Isidro” y no es otra cosa que la actual Avenida Ricardo Balbín, ex Del Tejar. Las inscripciones amarillas
marcan las trazas de la avenida Congreso y de la calle Manuela Pedraza, límites sur y norte del establecimiento. Cierta flecha naranja y roja señala una
intersección muy cercana al vértice inferior del solar: Congreso y Melián. Por último, queda claro que los rieles antes mencionados (actual ramal Mitre del ferrocarril homónimo) atravesaban
el plantío Sanguinetti de lado a lado en el sector torcido del paralelogramo.
Lamentablemente no tuvimos la misma fortuna cartográfica con
los otros dos viñateros afincados en la sección 23, aunque hubiera sido muy
interesante. Ambos cuentan con algunos datos significativos: el cultivo de las acreditadas variedades vinícolas italianas Barbera
y Nebbiolo provenientes de Entre
Ríos, en el caso de Lorenzo Pelliza, y un viñedo cronológicamente bien
arraigado (12 años), en el de Otero. Si bien no resulta muy referencial para
nuestras intenciones investigativas, al menos ubicamos a Pelliza dentro del
censo de población , registrado como agricultor
italiano de 54 años junto su esposa Sofía (también italiana, de 39) y su
abundante descendencia nacida en nuestro país: Pascual (22), Teresa (21),
Emilia (15), José
(13), María (11), Ricardo (6) y Adela (3). Todos están apuntados conjuntamente en la sección 23, lo
cual parece indicar que habitaban en la quinta misma. Como dato adicional,
Pelliza es el único que manifiesta un empleo mutipropósito para su producción:
uva de mesa y vinos. La lógica dicta que las criollas servían para lo primero y las europeas para lo segundo, pero sólo estoy conjeturando.
No nos vamos a extender mucho sobre Rolleri por haber sido material de
dos entradas subidas durante el año 2013. Todo lo que se desprende de los datos
aportados por el censo confirma lo dicho en esa oportunidad. No hay que ser un
experto para darse cuenta de que su establecimiento era el más grande, el más
antiguo y el más versado en cuestiones de uvas y vinos, además del único dotado
de bodega vinificadora formalmente establecida. Luego, no hubo problemas para encontrar
las parcelas del joven viñedo de uvas criollas perteneciente al español Agustín
Leon, dispuesto como una figura “alargada” que corre entre las arterias Helguera, Cuenca y Campana por el llano
que hoy se llama Villa Santa Rita, al
norte del viejo municipio de Flores (1) (2). En la primera entrada de la serie
volcamos la imagen del mapa antiguo, cuya correspondencia del siglo XXI es la
que está al costado de este párrafo. Pero quiero llamar la atención sobre algo
bien visible en el plano histórico: las calles dibujadas sobre los terrenos de
León y de otros vecinos presagian una inminente partición en manzanas y, con
toda seguridad, el posterior loteo de la propiedad. Volveremos sobre este punto
fundamental en la entrada que viene.
También por Flores se encontraba el modesto fundo del
francés Inver Roman con púberes cepas europeas y americanas de tres
años plantadas a razón de 6.000 por hectárea, bajo una curiosa orientación de
las hileras que no es definida de norte a sur ni de este a oeste, sino “de todos lados”. En Floresta,
finalmente, vemos al austríaco Fortunato
Stolbizer junto a su minúscula plantación de 0,4 hectáreas de uva chinche, ya en el límite entre la
superficie de los viñedos relevantes y aquellas anecdóticas parras hogareñas que
dominaban los patios y fondos de la época. Ya sabemos con mayor o menor grado
de certeza quiénes eran, qué hacían y dónde estaban aquerenciados estos
impensados viticultores porteños de origen extranjero, pero quedan por
descifrar muchas cuestiones, verbigracia: ¿era redituable el negocio? En el
caso de los productores que declararon usar la uva para vinos, ¿dónde estaban
las bodegas elaboradoras? Y, sobre todo, nos resta determinar los motivos que
llevaron a la desaparición de estos emprendimientos agrícolas, porque ninguno
subsistió más allá de los primeros años del siguiente siglo. Las respuestas y
las conclusiones, en la cuarta y última entrada.
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Digo llano porque
así lo declara el interesado, y así es todavía hoy. Tal cual hice muchas veces
en el caso de Rolleri (a pie y en auto), recientemente salí a deambular por las
zonas que otrora cobijaban a los viñedos cuya ubicación pude establecer
fehacientemente, o sea, Sanguinetti y León. Desde el punto de vista
topográfico, el primero habla de un campo
quebrado observable perfectamente en nuestros días (urbanización mediante) gracias a las permanentes y pronunciadas subidas
y bajadas que hay en el sector delimitado por Melián, Manuela Pedraza, las
vías del FC Mitre y la avenida Congreso. En oposición, la caminata de Villa
del Parque a Flores pasando por Villa Santa Rita me mostró una llanura casi
perfecta, muy levemente inclinada en el sentido N-S hacia Juan B Justo (antiguo
Arroyo Maldonado) y con suavísimas lomas E-O desde Nazca hasta Concordia.
(2) Aunque el barrio fue designado oficialmente Villa Santa Rita en 1972 como homenaje a
la parroquia de la calle Camarones construida en 1949, el rótulo religioso del
vecindario ya se lee en el mapa de 1895. Sin dudas, León se inspiró en ello para
bautizar su finca.
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