La madera es un material que ha venido acompañando a la
humanidad desde sus comienzos. Noble, útil y fácil de trabajar, posee además la
ventaja de ser un recurso renovable, a pesar de que esa misma humanidad encuentra grandes dificultades para entender
que “renovable” no significa “inagotable”. Con todo y más allá de eso (que no constituye el tema
central de este blog), es un hecho que la madera fue el contenedor por
excelencia para todo tipo de mercaderías líquidas y sólidas, dado que ningún
otro material llegó a ser tan utilizado para fabricar recipientes destinados a
la guarda y -sobre todo- el transporte de enseres. Veremos a continuación que
semejante abundancia quedó muy bien registrada en viejos documentos argentinos
de los siglos XIX y XX mostrando la amplia variedad de usos, formatos y tamaños,
muchas veces nominados según las costumbres de cada región del mundo desde
donde se despachaban hacia nuestro país. Y veremos también que en la Argentina llegó a existir una industria tonelera de gran
envergadura dedicada a producir recipientes con toda clase de maderas
autóctonas.
Los registros pretéritos de mayor confiabilidad documental
consisten en estadísticas sobre las importaciones que arriban a nuestros
muelles en la segunda mitad de los años 1800. De ello hemos visto algo no hace
mucho, pero si nos enfocamos en el tema específico de los envases de madera
surge una asombrosa variedad de tipos y nombres. Analicemos a continuación el
significado básico de cada modelo de recipiente mencionado en aquellos apuntes
de carácter oficial volcados por los veteranos funcionarios de aduanas:
- Casco: era la
más genérica de las denominaciones, referida a cualquier envase de madera más
allá de su tamaño o forma.
- Barril: casco
pequeño a mediano, desde 50 hasta 250 litros.
- Bordalesa: también
conocida como “bordelesa” por ser típica de Burdeos, de donde llegaba una
enorme cantidad de vinos, licores, aguardientes y bebidas derivadas. Su tamaño
oscilaba entre 200 y 250 litros.
- Cuñete: recipiente
chato de forma semi cónica (un poco más grande en el fondo que en la tapa). Era
usado mayormente para el transporte de aceitunas y otros comestibles.
- Pipa: más grande
que el promedio de los barriles, por lo general cercana a los 500/600 litros de capacidad.
- Bocoy: un tipo
de pipa voluminosa con alrededor de 750 litros. La denominación es muy típica
de ciertas zonas de España, como el Duero.
- Tercerola: expresión
empleada para referirse a una vasija cuyas dimensiones se acercaban a la
tercera parte de un tonel. Como unidad de medida equivalía a 130 litros.
- Cuarterola:
similar a la anterior, pero referida a la cuarta parte de un tonel. Sin
embargo, como referencia volumétrica apenas se distinguía de la tercerola, ya
que su correspondencia era de 120 litros.
- Tonel:
recipiente mayor a 700 u 800 litros destinado casi siempre a la guarda
estática, aunque se lo descubre esporádicamente en algunas estadísticas de
desembarcos aduaneros.
Desde ya debe quedar claro que las diferentes gamas de
contenido y configuración visual eran enormemente variables. No era lo mismo el
barril español que el barril francés o el inglés, e incluso sus contenidos fluctuaban
según las distintas regiones de cada país. Tampoco debemos considerar al roble
como el único material utilizado para la
próspera y dinámica industria tonelera de la época. Bien al contrario, había un
amplio repertorio de maderas, dentro del cual, sin dudas, el antedicho era el
más abundante, pero también se explotaban con el mismo fin el castaño, el nogal,
la encina y un largo etcétera. Y la
variedad de mercaderías que allí realizaban su viaje no le iba en zaga por su
amplitud, con algunas sorpresas que resultan inimaginables en nuestros días. Ateniéndome sólo a un breve vistazo de tres o cuatro documentos antiguos, puedo
mencionar las siguientes, en orden alfabético: aceite de oliva, aceitunas, aguardiente, ajenjo, arenques, bacalao,
castañas, caña, cerveza (1),
cigarros, cognac, garbanzos, ginebra, grasa comestible, lenguas, manteca, pimienta,
salchichón, sardinas, tabaco en rama, vermouth, vinos (de todo tipo salvo
espumantes), whisky y yerba mate. Repito que es una lista
somera relativa a los tres ítems de
nuestro interés, que no abarca todo aquello no comestible, bebestible o fumable. El uso de los envases de madera quedaba reservado para un único tipo de
producto a lo largo de toda su vida útil. Parece algo muy obvio, pero es bueno
hacer el comentario por si alguien piensa que un barril de manteca o sardinas
se empleaba luego para transportar vino, lo que no ocurría en ningún caso. En cambio
sí era factible la reciprocidad entre productos del mismo género o
razonablemente cercanos: un casco de cognac no solamente era apto para vinos,
sino que podía llegar a mejorarlos, en especial cuando se trataba de vinos
dulces. Del mismo modo, los barriles para transportar pescado (siempre con el
añadido de sal) servían para cualquier espécimen de su categoría.
Con ese panorama en vista, la actividad tonelera nacional
nació, creció y tuvo su edad de oro entre 1880 y 1950. Aunque estaba dedicada
fundamentalmente al ramo de bebidas y muy especialmente al vino (todas las
bodegas tenían su sección de tonelería para la fabricación, la reparación y el
mantenimiento), hubo otros rubros que utilizaron la madera como envase, con la curiosidad
adicional de que el repertorio de especies englobaba muchos tipos de nuestros
bosques nativos. Una nota de la revista MAN
(iniciales del Ministerio de Agricultura
de la Nación) publicada en noviembre de 1942, ilustra bien al respecto. Bajo
el título “Tonelería con maderas argentinas”, el artículo expone una serie de
fotos con los diferentes procesos de fabricación y el siguiente y escueto
texto, que reproducimos para terminar: “en
tonelería se utiliza una gran variedad de maderas procedentes de distintas
regiones del país. Las cubas se hacen con raulí, los toneles con algarrobo, los
barriles para el transporte de manteca con maniu, y los barriles comunes con
ñandipá, ibirá, catú, guayaibí, aguay-guazú, iberá-puitá, cohiué, guindo,
lenga, ñandubay y espinillo, que son apropiadas por sus características
para duelas y arcos.”
Notas:
(1) Contrariamente a la idea estereotipada, el barril de
madera no gozaba de un uso extendido para el transporte de esa bebida por su
permeabilidad y las dificultades que acarreaba a la hora de mantener la presión
del gas carbónico. Generalmente, los barriles de cerveza tenían un
revestimiento interno de resina que mitigaba en parte sus falencias de
hermeticidad, pero la película era muy
delicada y tendiente a romperse ante cualquier golpe o movimiento brusco. Es
fácil así imaginar los problemas generados durante las operaciones de embarque y desembarco, la estiba, el movimiento
en alta mar y otros episodios habituales del negocio naviero. Incluso un barril bien tratado y guardado perdía
completamente su presión en quince o
veinte días, según testimonios de la época. Por tal motivo, la gran mayoría de
la cerveza se importaba en botellas desde los años más tempranos del
siglo XIX.
Hola su trabajo es excelente (desde siempre).
ResponderEliminarMe gustaría poder contactarme con usted.
Mi mail es: vinarquia@gmail.com
¡Saludos!
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