Muchas veces la historia suele ser injusta, no tanto por lo que dice, sino más bien por
lo que omite. En ese orden de cosas, el descuido o la negligencia privan al
porvenir de hechos y personajes cuya inclusión
en los anales del pasado es casi imprescindible. Los registros pretéritos de la vitivinicultura argentina no escapan a semejante fenómeno, con
determinados ejemplos realmente
significativos. En este blog hemos dado cuenta de algún caso muy notorio (1), tal cual vamos a hacer
hoy con otro emblema de los ilustres prohombres del vino nacional caídos en el
olvido. Hablamos de Justo Castro, considerado por muchos historiadores
especializados como el iniciador a gran escala de la actividad en la provincia
de San Juan. Veremos que la importancia de su establecimiento y de sus
productos quedó muy bien registrada en diferentes publicaciones de la época, lo
que reafirma esa trascendencia histórica de la que hablamos. Pero lo más
interesante es conocer la semblanza de este caballero de origen salteño, cuya
vida estuvo estrechamente vinculada a grandes personalidades.
Justo Castro nació en
Salta el 17 de octubre de 1837, fruto de la unión entre Manuela Elizondo y Julián Castro, un militar que combatió
en las guerras de la Independencia bajo las órdenes de Rondeau, Belgrano y Güemes.
Por 1856, contando con poco menos de 20 años, logró reunir un pequeño capital y se dedicó al comercio de mulas, tanto a su compra y venta como al transporte de
mercaderías por ese antiquísimo medio de tracción a sangre. Pocos años después
se dispuso a ampliar su radio de acción estableciendo caravanas hacia Cuyo y Chile, lo que le permitió un contacto directo con varios personajes de la
entonces incipiente industria vitivinícola. Fue en 1862 cuando conoció a
Domingo Faustino Sarmiento, por entonces gobernador de San Juan, quien a su vez lo puso en contacto con dos eminencias del cultivo de la vid: los agrónomos
franceses René Lefebre y Michel Aime Pouget (este último, nada menos que el introductor
del Malbec en Argentina). No pasó mucho tiempo para el que el visionario y emprendedor que nos ocupa se abocara a construir su nombre dentro de la
industria. Así, en 1876, inicia la plantación de viñedos con uvas francesas
importadas directamente de Europa según las sabias directivas técnicas de
Pouget. Las crónicas hablan de un lote original de 500 cepas Malbec que
rápidamente fueron extendidas a otras variedades hasta totalizar 52
hectáreas con una densidad de 4800 plantas por hectárea, a lo que se sumó el
emplazamiento de una bodega realmente holgada en la localidad de Caucete, que
tuvo el privilegio de ser la más grande de San Juan por mucho tiempo. La
primera producción documentada data de 1882 en cantidad de1500 bordelesas (unos
300.000 litros), aunque los años posteriores serían testigos de un crecimiento
meteórico en volúmenes, ventas y prestigio comercial.
Si señalamos a Castro como un pionero de nuestra industria
del vino equiparable a Civit, Arizu, Benegas, Giol o Tirasso, no fue por un
simple capricho, ya que su voluntad de crecimiento cualitativo e innovación
tecnológica lo pone a la par de otros grandes de la época. Para 1886, en la
plenitud de su éxito como empresa, la bodega totalizaba una superficie plantada
con 250.000 cepas y poco menos de un millón de litros de producción final, incluyendo
depósitos y centros de distribución en Buenos Aires y La Plata bajo la razón
social “Castro Hermanos”. Nuestro prócer no dudaba en contratar costosos
asesoramientos externos (como el de un enólogo austríaco que hizo venir a la
Argentina en 1887) y disponer los últimos adelantos en materia de insumos y
procesos de producción: implantación de cepas finas (Cabernet, Pinot, Semillón), toneles de roble de Nancy, motores a vapor para la generación de energía y toda
la parafernalia imaginable hace ciento treinta años. Pero Castro tenía además otras ambiciones personales, que lo llevaron a vender en 1889 parte del
establecimiento a tres socios bastante curiosos y por cierto notables: el
italiano Conde de Médici, el catalán Luis Castells y su coterráneo Francisco
Uriburu, salteño y hermano del luego presidente José Evaristo Uriburu. Dedicado
de lleno a la política en los años siguientes, fue elegido vicegobernador de
San Juan en 1893 y en 1895 alcanzó la primera magistratura provincial al ocupar
una banca de senador nacional su compañero de fórmula Domingo Morón, hasta
entonces gobernador. Justo Castro falleció el 13 de octubre de 1900, a sólo
cuatro días de cumplir 63 años.
No caben dudas de que la época dorada de la firma fue la
década de 1880, cuando sus productos aparecían en todo tipo de publicaciones,
entre las cuales escogimos dos casos paradigmáticos. Uno es el apéndice
comercial del Censo Municipal de Buenos Aires de 1887, donde
podemos observar el Vino Embotellado
Argentino Chateau Castro al precio de $ 1,80 por unidad. Más tarde, a
comienzos del decenio de 1890 (2), cierto aviso impreso en los periódicos
porteños nos brinda valiosos indicios sobre la variedad de productos ofrecidos. Bajo el encabezamiento Vinos argentinos
de pura uva del Establecimiento Vinícola de Justo Castro, el anuncio
destaca que éstos han sido premiados en las exposiciones de Mendoza, San Juan y
últimamente dos del Paraná, y que
fueron analizados y aprobados por la Oficina
Química Municipal. Las “clases de vinos” enumeradas son Chateau Castro (el ícono de la casa), Castro Generoso, Uva Burdeos, Caucete,
Caucete Especial, Andino Extra, Andino Especial, Lágrima Cuyo, Moscatel
Especial, Jerez Dulce, Jerez Seco y Perla
de San Juan. Semejante nomenclatura es otro indicio de la jerarquía y justa
reputación que rodeaban a la bodega, ya
que hablamos de un tiempo en que más del noventa y cinco por ciento de la
producción argentina estaba compuesta por vinos comunes fraccionados en barril
con rótulos genéricos al estilo de tinto,
blanco, dulce o seco y no mucho
más que eso.
Entre 1900 y 1940 la bodega pasó a llamarse “Uriburu” por el
socio mayoritario del viejo grupo al que vendió Castro en 1889. Desde 1920
entró en una pronunciada decadencia, hasta que fue rematada y adquirida en 1943
por la Sociedad Anónima El Parque. Con ese nombre se la conoció durante el resto de su vida, casi siempre
vinculada a productos típicos regionales
como moscateles, mistelas, vinos licorosos y también algunos blancos y tintos
convencionales. Por la década de 1990 su actividad declinó hasta completar el
cierre total y definitivo que acabó resultando en un virtual abandono. Hoy existen diferentes proyectos del municipio de Caucete para ocupar la vieja y
enorme planta con actividades de utilidad pública (terminal de ómnibus, museo, camping
municipal, cuartel de bomberos, entre otros), pero a la fecha el lugar continúa
mostrando un aspecto que ni por asomo evoca los buenos tiempos de su fundador Justo
Castro, el prócer desconocido del vino nacional.
Notas:
(1) Fue en la entrada del 18/04/2012, “El primer bodeguero
patagónico”, donde recordamos a Carmelo Bottazzi, un precursor de la industria
del vino en el sector austral de nuestro país.
(2) No tenemos la fecha exacta de publicación, pero un dato
revelador nos acerca bastante: la frase "numeración nueva” aplicada al
domicilio de Balcarce 476-478, dado que ese cambio se realizó entre los años
1892 y 1893.
QUE LINDO SABER DE MI TATARABUELO, GRACIAS
ResponderEliminarJusto Castro, hermano de mi tatarabuelo Luis Castro.
ResponderEliminar