jueves, 13 de septiembre de 2012

Cafés, Fondas, Boliches y Bodegones en Flores y Caballito

Lo que hoy entendemos como “Ciudad de Buenos Aires” no fue tal hasta hace ciento veinticuatro años. Antes de esa fecha (1888) la gran aldea comprendía solamente el territorio urbano existente dentro de los límites del Riachuelo, por el sur, el Arroyo Maldonado (actual avenida Juan B Justo), por el norte, y las calles Bulnes, Boedo y Sáenz , por el oeste. Más allá de esta última demarcación formal se extendía el antiguo municipio de San José de Flores, cuya historia se remonta a los tiempos en que un largo y polvoriento camino nacido junto a la Catedral Metropolitana se internaba con rumbo a la pampa indómita y misteriosa. Sí, pensó bien: ese fue el modesto origen de la célebre Avenida Rivadavia de nuestros días.


Por supuesto, el eje vial en cuestión resultó además un escenario propicio para el nacimiento de postas de  carretas  y  toda  la  cohorte de  comercios asociados a ellas, como almacenes, pulperías y posadas. Desde la creación del curato en 1806  hasta la federalización del ejido municipal, la zona se caracterizó por una vida sencilla,  tranquila  y provinciana, alterada esporádicamente por el paso de viajeros, tropas de carretas o arreos de ganado. El primer antecedente sobre la existencia de un local “gastronómico” es el de la pulpería de Don Juan Pedro de Córdova, erigida en 1781 dentro de sus dominios del Estanco de Monte  Castro.  En  1850  comenzó  a  funcionar  como  restaurante  y  fonda  el llamado “Kiosco de La Floresta”, famoso por haber sido escenario de importantes acontecimientos políticos (1) y sede del agasajo ofrecido a los viajeros en ocasión del primer viaje ferroviario del  país,  el  30  de  Agosto  de  1857,  en un pequeño tren traccionado por la locomotora La Porteña. Un conocido almacén de la época fue el de Cayetano Ganghi, inmigrante italiano que expendía  quesos,  vinos,  aceites  y  otros productos de ultramar. Hacia fines del siglo XIX existían muchos otros almacenes, fondas y billares, entre los que destacamos a la pulpería La Paloma (Culpina y Juan B Alberdi), el café y billares El Guipuzcoano (Yerbal 2502) (2) y el almacén  La Perla, en Rivadavia 6900.

 
En el extremo oriental de la comarca, mientras tanto, germinaba lentamente la semilla de lo que luego sería el barrio de Caballito. Curiosamente, ese nombre tiene que ver con un comercio de nuestro interés, ya que su origen está relacionado con la “Casa esquina del Caballito” construida en 1826 dentro del terreno comprendido por las arterias Rivadavia, Víctor Martínez, Emilio Mitre y Juan B Alberdi. El edificio fue demolido en 1875 pero dio lugar a otro de análogas habitualidades llamado Pulpería de Caballito, esta vez en la esquina exacta de Emilio Mitre y Rivadavia, vértice sudeste.  En 1910 aún subsistía en ese mismo enclave con  la mítica figura preservada, según se dice,  desde el siglo XVIII : el característico caballito de latón sobre el tejado, como se aprecia en la siguiente foto histórica barrrial.
 
 
Paralelamente, otros sitos lograron aquerenciarse en el creciente núcleo poblacional. Vale la pena evocar uno de ellos, la Pulpería, Casa de Trato y Lotería de Cartones de Bartolo Gutiérrez, quien solicitó autorización para instalarla con la finalidad de “pasar las noches de inbierno por medio de una diverción casera” (sic), según consta en una nota de su puño y letra fechada el 16 de Junio de 1832. Ya en el siglo XX, tanto Flores como Caballito hicieron explosión (demográficamente hablando), al igual que todas sus actividades industriales, comerciales y sociales. Recordamos los cafés Asia y Paulista, así como la confitería La Perla de Flores, ubicada en diagonal a la Plaza Pueyrredón (ex Plaza Flores). Los lugareños más veteranos  no olvidan tampoco a Las Orquídeas (Yerbal y Sud América, hoy Artigas) ni al Palacio de los Billares, situado en la vereda opuesta. No menos añoranzas se tejen en torno a la confitería Londres (Rivadavia y Boyacá) y el bar La Cosechera (Rivadavia y Pedernera).
 
 
Finalizamos, como solemos hacerlo cuando hay material al respecto, con un antiguo refugio cafeteril porteño de antigua data que logró sobrevivir hasta la actualidad. Se trata del bar El Coleccionista, nacido en la década de 1930 como El Cóndor. El cambio de nombre se debe a que en una de sus mesas se fundó, el 21 de Agosto de 1956, la Asociación Filatélica Temática Argentina (AFITA). Precisamente, el Parque Rivadavia (ex Lezica), situado enfrente del reducto en cuestión, se ha caracterizado durante décadas por ser una meca para  coleccionistas y hobbistas de todo género.


Notas:

(1) Allí se realizaron las reuniones previas al  Pacto de San José de Flores, suscripto en 1859 por Buenos Aires y la Confederación. Este  acuerdo  es  uno  de  los “pactos preexistentes” mencionados en la Constitución Nacional.
(2) Gentilicio del oriundo de Guipúzcoa, localidad del País Vasco.

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