Lo que hoy entendemos como “Ciudad de Buenos Aires” no fue
tal hasta hace ciento veinticuatro años. Antes de esa fecha (1888) la
gran aldea comprendía solamente el
territorio urbano existente dentro de los límites del Riachuelo, por el sur, el
Arroyo Maldonado (actual avenida Juan B Justo), por el norte, y las calles
Bulnes, Boedo y Sáenz , por el oeste. Más allá de esta última demarcación
formal se extendía el antiguo municipio de San José de Flores, cuya historia se
remonta a los tiempos en que un largo y polvoriento camino nacido junto a la
Catedral Metropolitana se internaba con rumbo a la pampa indómita y misteriosa.
Sí, pensó bien: ese fue el modesto origen de la célebre Avenida Rivadavia de
nuestros días.


Por supuesto, el eje vial en cuestión resultó además un
escenario propicio para el nacimiento de postas de carretas y toda la cohorte
de comercios asociados a ellas, como almacenes, pulperías y posadas. Desde la
creación del
curato en 1806
hasta la federalización del ejido municipal,
la zona se caracterizó por una vida sencilla, tranquila y provinciana, alterada
esporádicamente por el paso de viajeros, tropas de carretas o arreos de ganado.
El primer antecedente sobre la existencia de un local “gastronómico” es el de
la pulpería de Don Juan Pedro de Córdova, erigida en 1781 dentro de sus
dominios del
Estanco de Monte Castro. En
1850 comenzó a funcionar como restaurante y fonda el llamado “Kiosco de La
Floresta”, famoso por haber sido escenario de importantes acontecimientos
políticos (1) y sede del agasajo ofrecido a los viajeros en ocasión del primer
viaje ferroviario del país, el 30 de Agosto de 1857,
en un pequeño tren traccionado por la
locomotora
La Porteña. Un conocido
almacén de la época fue el de
Cayetano
Ganghi, inmigrante italiano que expendía quesos, vinos, aceites y otros
productos de ultramar. Hacia fines del siglo XIX existían muchos otros
almacenes, fondas y billares, entre los que destacamos a la pulpería
La Paloma (Culpina y Juan B Alberdi), el
café y billares
El Guipuzcoano (Yerbal
2502) (2) y el almacén
La Perla, en Rivadavia 6900.

En el extremo oriental de la comarca, mientras tanto,
germinaba lentamente la semilla de lo que luego sería el barrio de Caballito. Curiosamente, ese nombre
tiene que ver con un comercio de nuestro interés, ya que su origen está
relacionado con la “Casa esquina del Caballito” construida en 1826 dentro del
terreno comprendido por las arterias Rivadavia, Víctor Martínez, Emilio Mitre y
Juan B Alberdi. El edificio fue demolido en 1875 pero dio lugar a otro de análogas
habitualidades llamado Pulpería de
Caballito, esta vez en la esquina exacta de Emilio Mitre y Rivadavia,
vértice sudeste. En 1910 aún subsistía
en ese mismo enclave con la mítica
figura preservada, según se dice, desde
el siglo XVIII : el característico caballito de latón sobre el tejado, como se
aprecia en la siguiente foto histórica barrrial.


Paralelamente, otros sitos lograron aquerenciarse en el
creciente núcleo poblacional. Vale la pena evocar uno de ellos, la
Pulpería, Casa de Trato y Lotería de
Cartones de Bartolo Gutiérrez, quien solicitó autorización para instalarla
con la finalidad de
“pasar las noches de
inbierno por medio de una diverción casera” (sic), según consta en una nota
de su puño y letra fechada el 16 de Junio de 1832. Ya en el siglo XX, tanto
Flores como Caballito hicieron explosión (demográficamente hablando), al igual
que todas sus actividades industriales, comerciales y sociales. Recordamos los
cafés
Asia y
Paulista, así como la confitería
La Perla de Flores, ubicada en diagonal a la Plaza Pueyrredón (ex
Plaza Flores). Los lugareños más veteranos
no olvidan tampoco a
Las Orquídeas
(Yerbal y
Sud América, hoy
Artigas) ni al
Palacio de los Billares,
situado en la vereda opuesta. No menos añoranzas se tejen en torno a la confitería
Londres (Rivadavia y Boyacá) y el bar
La Cosechera (Rivadavia y Pedernera).

Finalizamos, como solemos hacerlo cuando hay material al
respecto, con un antiguo refugio cafeteril porteño de antigua data que logró
sobrevivir hasta la actualidad. Se trata del bar El Coleccionista, nacido en la década de 1930 como El Cóndor. El cambio de nombre se debe a
que en una de sus mesas se fundó, el 21 de Agosto de 1956, la Asociación
Filatélica Temática Argentina (AFITA). Precisamente, el Parque Rivadavia (ex Lezica),
situado enfrente del reducto en cuestión, se ha caracterizado durante décadas
por ser una meca para coleccionistas y hobbistas de todo género.
Notas:
(1) Allí se realizaron las reuniones previas al Pacto
de San José de Flores, suscripto en 1859 por Buenos Aires y la
Confederación. Este acuerdo es uno de los “pactos preexistentes” mencionados en
la Constitución Nacional.
(2) Gentilicio del oriundo de
Guipúzcoa, localidad del País Vasco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario