domingo, 27 de mayo de 2012

Menú de mar y tierra 3

La usanza del menú impreso nunca reconoció diferencias de regiones ni de entornos. Podemos encontrarlo en la tierra firme o en el mar, como hemos analizado en dos entradas anteriores, así como en los medios de transporte más extendidos durante el siglo pasado. Por eso, vamos a dedicar esta última entrada del tema de referencia a los repertorios culinarios presentados en distintos  trenes que surcaron los rieles argentinos. No es la primera vez que hacemos hincapié en el ámbito de la gastronomía ferroviaria, ni será la última, puesto que semejante modo de viajar fue el rey entre todos sus pares desde mediados del siglo XIX hasta el mismo período del siglo XX. La historia de lo que se comía, bebía y fumaba en trenes y estaciones constituye, por lo tanto, un rico material de análisis que nos dice mucho sobre el consumo de otras épocas.


El más antiguo del puñado de ejemplares que vamos a señalar es también el más destacado en términos de jerarquía testimonial. Se trata de la lista de platos y vinos servidos en ocasión del viaje a Tucumán del presidente Roque Sáenz Peña, específicamente en el almuerzo del 6 de Julio de 1912 a bordo de un coche restaurant del Ferrocarril Central Argentino,  que hizo las veces de anfitrión forzoso durante la travesía. Como era común entonces, el catálogo de preparaciones se ve colmado de viandas típicas de Francia, ya sea por realidad práctica o por simple afectación nominal: tartines, terrines, parfaits y gateaux dominan la escena desde las entradas hasta los postres y demuestran la importancia que tenía todo lo galo en la impronta culinaria de las clases acomodadas. Los vinos hacen lo propio, aunque con alguna sorpresa: un blanco alemán de la célebre villa Bernkastel (1), en el Mosela, de la cosecha 1904. Luego le siguen tres etiquetas galas aristocráticas, como lo son un Chateau Latour  y los champagnes Pommery Extra Sec y Louis Roederer.


Desde luego, los pasajeros comunes y corrientes podían disfrutar de platos satisfactorios pero nunca tan elaborados, como lo demuestra cierto ejemplar  del 24 de febrero de 1934. En este caso, la línea no es otra que el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, cuyas iniciales constan en el “porta-menú” metálico que se puede apreciar en la imagen. Como decíamos, la nómina de condumios es asaz satisfactoria pero no por ello menos sencilla. Jamón y lechuga, ensalada, sopa printaniere, gallina a la alsaciana, corderito asado con lechuga y tomate, fruta y café demuestran una simpleza a toda  prueba.


Dejamos para el final un tesoro de extraordinaria elocuencia histórica vitivinícola (2): la carta de vinos en un tren del ya nacionalizado Ferrocarril Nacional General Roca (ex Ferrocarril Sud), que se puede fechar entre los años 1948 y 1958 (3). Algunas de las marcas ofrecidas pertenecen a bodegas que se mantienen vivas en el mercado nacional, como Norton, Escorihuela, San Felipe, Trapiche y Canale. Pero vale la pena detenerse en algunas de las otras,  las que ya no existen merced a la desaparición o transformación absoluta de sus establecimientos elaboradores. En ese grupo podemos encontrar a los otrora renombrados vinos “La Colina”, de la vieja bodega Giol (hoy FeCoViTa), los Arizu Cuesta del Parral y De Antaño, los Carrodilla Sauternes y Bariloche (de la casa Nazar Anchorena), el Barón del Río Negro de la firma homónima, o el menos célebre De Ma Cave, de la bodega Echesortu & Casas. Aquí también hallamos algunos especímenes bizarros, como el “Reserva Ferrocarril General Roca” (evidentemente hecho por alguna bodega para la empresa ferroviaria estatal) y el ignoto Comodoro Reserva. Tal como solemos hacer cuando un documento así lo amerita, la imagen va a su tamaño máximo para una buena lectura.


De este modo concluimos la serie del menú histórico con la convicción de que volveremos algún día para ocuparnos del mismo tema pero, seguramente, desde otra perspectiva. Nuevos hallazgos, nuevas sorpresas, nuevos descubrimientos, nuevos secretos  y nuevas incógnitas nos esperan a la vuelta de la esquina.

Notas:

(1) Presenta un ligero error: indica Berncasteler en lugar de Bernkasteler. Vale aclarar que, en alemán, el sufijo er al final de un nombre propio significa “de”.  En   este caso, “proveniente de”.
(2) Obtenido del blog “Caminos de Hierro en Bahía Blanca”. Se trata de una página eminentemente ferroviaria y regional, pero que suele ofrecer algunas joyas documentales de gran valor. El enlace es el siguiente: http://caminosdehierroenbahiablanca.blogspot.com.ar/
(3) Durante el período señalado,  toda la papelería ferroviaria argentina contó con el encabezamiento ENT (Empresa Nacional de Transportes). En 1958 esa repartición fue disuelta y los ferrocarriles pasaron a la órbita de EFEA (Empresa Ferrocarriles del Estado Argentino), con la consecuente modificación en el material impreso. El menú de marras tiene en su tapa la inequívoca referencia de la ENT, y de allí surge la posibilidad de fecharlo sin mayores inconvenientes.


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