Por su carácter de líder en la elaboración de bebidas,
Martini es una marca cuya historia resulta fácilmente accesible en muchos
sitios de internet. Sin embargo, la gravitación que tuvo en nuestro país ha
sido particularmente importante, al punto de constituirse como patria de la
primera sucursal fuera del propio territorio italiano. Todo comenzó en 1863
cuando los socios Alessandro Martini, Teófilo Sola y Luiggi Rossi adquirieron una pequeña fábrica del ramo en Torino. Muy
pronto sucedieron dos hechos trascendentales para el emprendimiento. Primero, la mudanza a la localidad de Pessione, situada
muy cerca de allí, en el camino hacia Asti. Y pocos años más tarde, en 1879, ante el prematuro fallecimiento de Teófilo
Sola, el cambio de la razón social por Martini
& Rossi. A partir de entonces, la compañía inició una agresiva política
de expansión internacional con la apertura de nuevos mercados y diversas
agencias destinadas no sólo a distribuir y vender, sino también a elaborar los
productos más destacados de su creciente cartera bajo supervisión de la casa
matriz. La pionera de todas esas filiales ultramarinas se estableció en Buenos
Aires, a más de 10.000 kilómetros de distancia, más precisamente en un paraje
bastante descampado que hoy -ya muy crecido- llamamos “Villa Urquiza”, pero que
en aquel entonces era conocido por el nombre de Villa
Catalinas (1).
La edición 1895 de la Guía
descriptiva de los principales establecimientos industriales de la República
Argentina nos brinda una completa y detallada reseña sobre las
instalaciones de la sociedad en pleno funcionamiento, que impactan (como tantas
otras de la época) por su vastedad y diversificación productiva. El inicio hace
hincapié en el “cuadrado perfecto” que forma el edificio al ocupar la manzana
completa y luego señala un amplio salón donde son estibados no menos de 3.000 cajones conteniendo licores diversos, junto a una dependencia inmediata en la que se verifican
las impresiones de los cajones (2) indicando tipo y marca. Más adelante
conocemos los sectores que forman el “corazón” de la casa, como el alambique a
vapor y el laboratorio instalado con
mucho orden y gusto (…), cuyas
paredes se hallan cubiertas por diversos estantes que guardan un capital en
drogas, las cuales, así como las etiquetas y cápsulas, son enviadas en gran
cantidad por la casa matriz. A continuación, los cronistas visitan los
infaltables departamentos de tonelería y
carpintería, este último dotado de
sierras, tornos y taladros, entre otras máquinas herramientas. Por supuesto, no
faltan varios depósitos de botellas y cascos vacíos que son preparados y
lavados debidamente antes de recibir el
líquido para el que se destinan.
Ahora vamos a ver por qué hablábamos de un portafolio
diverso. Luego de cierta sección destinada a la elaboración del vinagre, en la cual se aprovechan todos los bajos (sic)
productos de la casa, fabricándose el
vinagre al estilo de Orleans, la atención se enfoca en el depósito de vinos
recibidos directamente de la casa
principal de Torino en volumen de diez toneles con 5500 litros cada uno y una gran cantidad de cascos para la venta, que poblaban el piso del almacén. No menos importantes son los
departamentos dedicados a la elaboración de licores en general, con capacidad
de 8 grandes toneles, y al
fundamental vermouth, con nada menos que 9
toneles de 18.000 litros de capacidad y tres menores. Finalmente acceden al
lugar donde efectúan las operaciones de (textual) embotellamiento, taponamiento, capsulación y etiquetage,
realizadas por “una porción de
mujeres” que luego colocan las botellas en grandes hileras. Huelga decir que
cada recinto es profusamente descripto mediante abundante data técnica y un
inequívoco tono de elogio por el orden y la limpieza reinantes. Refiriéndose a
la filtración, el texto asegura que no es
extraño que sea tan límpido el vermouth de los señores Martini & Rossi, así
como que pueda permanecer diez o más años en una botella sin que arroje ningún
sedimento.
Pero dejamos intencionalmente un párrafo para el final, ya que su transcripción nos genera el interrogante histórico que dio título a la
entrada. Se trata del departamento de
elaboración de los vinos espumosos (3) delineado de la siguiente manera,
con algunas citas textuales: en un
gasómetro se fabrica el gas, que es trasladado hacia una gran depósito de
hierro y luego a una “caldera” de 700 litros de capacidad donde el vino preparado espera la adhesión del gas que después le ha de
proporcionar la condición de espumoso. Por medio de un grifo especial el chispeante producto avanza velozmente a las
botellas para un taponado completo que contempla una máquina para preparar los alambres que cruzan el corcho y otras dos
para colocarlo. Bien, sabemos que la producción de vinos espumosos bajo el
método de segunda fermentación natural o champenoise
no llegaría hasta la siguiente década de la mano de los ensayos iniciales -e independientes entre sí- de Juan Von
Toll y Luis Tirasso. Por esa
razón, no deja de sorprender que ya en 1895 existiera en la Argentina una
empresa con tanta expertise en el
mecanismo de gasificación artificial aplicado a la enología, aunque eso se
comprende en parte por el prestigio y la trayectoria internacional de la firma,
cuya sede central se erguía a pocos kilómetros de uno de los epicentros
mundiales de la especialidad. Y aunque la reseña especifica que los vinos eran
enviados desde Italia, queda claro que la operación de nuestro interés era
íntegramente realizada aquí, por lo cual se trataría de la primera elaboración de vinos
con burbujas efectuada en nuestro país ¿Habrá sido, en efecto? En principio
asumimos que sí, hasta tanto encontrar
indicios que lo desmientan.
De un modo u otro, Martini Argentina continuó ofreciendo sus
productos al público nacional desde entonces hasta hoy, e incluso llegó a
exportarlos a algunos mercados internacionales sumamente competitivos (4). Entre
las décadas de 1940 y 1960 la marca era frecuentemente publicitada en los
medios masivos, especialmente en la radio, el cine y la naciente televisión. Qué
bueno es entonces repasar algunos apuntes sobre los orígenes locales de esa
historia con amplio renombre y suceso comercial.
Notas:
(1) Muchos años después, precisamente el 24 de octubre de
1930, Martini & Rossi adquirió un terreno de 3.010 m2 en la localidad de
San Martín e inició la construcción de una nueva planta.
(2) Recordemos que el cajón de madera (generalmente de doce
unidades) era entonces el contenedor por excelencia para las botellas de
bebidas, al igual que lo es hoy la caja de cartón.
(3) En esa misma sección se mencionan tres toneles
destinados al coñac.
(4) La siguiente es la foto de una etiqueta de exportación que
podría datarse aproximadamente en los decenios de 1920 o 1930, donde se
aprecian las leyendas en inglés Product
of Argentine, Argentine Vermouth, Produced by Martini & Rossi Ltda. Buenos Aires y
Sole Distributors for the United States
W.A TAYLOR & Co. New York.
Genial. Me encanta.
ResponderEliminarUn saludo