Como tantos otros emprendedores de su generación, Alfonso Godet nunca debe haber imaginado la envergadura que llegaría a alcanzar su
modesto local algunos años después de comenzar a practicar el trabajo de
confitero en su patria adoptiva. Pero así era la América con la que
tanto habían soñado los inmigrantes europeos del siglo XIX, esa misma que
ofrecía ilimitadas expectativas de progreso y en la que todo estaba por
hacerse. Según la historiografía accesible en la web, sus artes de frutas,
azúcares y cacaos se iniciaron allá por 1864. Basándonos en las informaciones
fidedignas que preferimos invocar en este blog (como el Registro de Patentes de Buenos Aires), para 1870 el citado
especialista en los oficios dulceros ya se encontraba instalado dentro de su
pequeño comercio de confitería sito en Cangallo 256, según la vieja numeración,
es decir, muy cerca del cruce con la que hoy denominamos Avenida 9 de Julio. Deducimos lo de “modesto” sin tener imágenes de aquel reducto por la sencilla razón de
que el valor $500 correspondía a locales medianos y pequeños. Un taller fabril o
depósito no muy grande pagaba al menos $1.000, una fábrica con todas las letras
entre $2.000 y $3.000, y un establecimiento verdaderamente mayúsculo alcanzaba
los $ 5.000.
Todo indica que en algún momento del decenio de 1880, Don
Alfonso logró encarnar el resultado de sus esfuerzos mediante la adquisición de
un gran planta enclavada en Piedad 2554 (actual numeración de Bartolomé Mitre), donde la manufactura pudo desarrollar el potencial que ameritaba la demanda
creciente con la gracia de Al Sol de Oro.
No obstante, por razones que desconocemos, el iniciador de la saga vendió todo
el negocio algún tiempo después al señor A. Guillot, incluyendo el inmueble,
las maquinarias y las marcas por él
creadas hasta entonces. En manos de este nuevo dueño encontramos la firma hacia
1895 y en su descripción queremos enfocarnos, dado que implica una envergadura
de producción realmente significativa para la época. Bajo el progresista nombre
de “Usina Godet”, una importante guía industrial del período asegura que el
edificio consta de cuatro pisos bien
construidos y dispuestos, cada uno consagrado a tareas y productos
determinados con un grado de especificidad sorprendente por su competencia
técnica, y que seguramente envidiarían muchos establecimientos actuales que
trabajan según los estándares de las normas ISO.
Así, en el primer piso se encontraban dispuestas la fábrica de frutas secas y caramelos, la fábrica de chocolates, la fábrica de pastillas y caramelos de goma y la fábrica
de confites. En la primera se situaban 12
máquinas de moldear y un número suficiente de secaderos, mientras que en la
tercera existían artefactos dispuestos para “diluir la goma” y otros en los que
se verifica la mezcla con el azúcar. En
el sector del chocolate -sin dudas, la especialidad de la casa- había seis
molinos mecánicos donde se preparaban los cacaos y los azúcares hasta convertirlos en pasta, así como
cilindros para darle la consistencia necesaria. Finalmente, los productos
chocolateros eran terminados en una cámara
tórrida a 45° de temperatura. Básicamente, los pisos superiores eran
dedicados a depósito y estacionamiento hasta la salida a la venta, pero con una
rigurosa separación por tipos y calidades, al punto de contar con una sección menta enfocada exclusivamente en
esa clase de manufacturas. Completaban la Usina
Godet oficinas de despacho al público, secciones de embalaje, depósitos
adyacentes sobre la calle Ecuador, una importante caldera de 80 caballos de
fuerza y un tendido Decauville (1) para
el movimiento de las existencias. En total trabajaban 190 operarios.
Ahora bien, ¿Qué tan importante era la gama de artículos elaborados en esas majestuosas instalaciones? Veamos: la nómina habla, para
empezar, de los chocolates papel bronce,
papel dorado, verde faja naranja, amarillo faja verde, parisien, trocadero, en
caja superior, en pastillas ordinarias, con grajea, extra fina en cartuchos,
tabletas con cromos, grandes, croquettes, desayunos, cigarros, cigarrillos,
converture y bombones cremas. Sigue luego un repertorio de ítems que
incluye textualmente caramelos,
cascarilla, confites, dulces, fondants, grajea, goma, manteca, negritos,
pescados, pralinas, turrón y yemas,
cada uno con su propia gama de etiquetas y subproductos, cuya variedad puede
apreciarse ampliando la imagen original del texto presentada a continuación.
No debe sorprender entonces que la marca Godet haya sido un
sinónimo de chocolate durante las décadas siguientes. A partir de 1898 la casa
pasó a manos de Daniel Bassi y así se
mantuvo por muchos años, pero su vigencia marcaria continúa en el siglo XXI,
desde luego, en manos de otras empresas y bien lejos de aquella “usina” del
Once, en el viejo barrio porteño de Balvanera. Sin embargo, lo expuesto sirve
para tener otra buena idea sobre la dinámica industria alimenticia que forjaba
la grandeza del país en el tiempo de nuestros bisabuelos. No es la primera referencia
sobre ello que presentamos aquí, ni será la última.
Notas:
(1) En honor al nombre de su inventor y patentador francés,
se denomina Decauville a cualquier
tendido de rieles cuya trocha sea inferior a las medidas ferroviarias habituales,
en especial cuando se trata de montajes con carácter industrial, comercial
o agrícola. Para fines del siglo XIX y principios del XX era un sistema muy
frecuente en el movimiento de mercaderías dentro de las instalaciones fabriles,
los depósitos, las minas e incluso los campos, sobre todo en el tiempo del
cereal embolsado. El término se extiende más allá del método de tracción
empleado, ya que existieron formaciones Decauville
movidas con locomotoras a vapor o diésel, con zorras a bomba o simplemente
por medio de vagonetas empujadas manualmente. Los pocos trenes de este tipo que
funcionan hoy se destinan a mover pasajeros en parques, museos y
demás centros de atracción turística.
Hola, muy interesante y bien documentado tu blog! Te comento que estoy investigando este tema de la producción y los consumos de dulces en Buenos Aires entre fines del siglo XIX y primera mitad del XX, y quería consultarte ya que hay material muy interesante acá en tu blog, y a su vez yo tengo muchísimas cosas que podrían interesarte. Podremos ponernos en contacto vía mail, o similar???
ResponderEliminarParece ser que en Cangallo 256, en tiempos de Rosas, vivía allí la familia Mones Ruiz, cuyo padre de familia no quiso aportar fondos para la "causa federal", fue asesinado por la temible Mazorca.
ResponderEliminar