En lenguaje ferroviario, las llamadas trochas son medidas equivalentes al ancho entre rieles que presenta
una determinada línea. Salvo excepciones puntuales (la famosa trochita patagónica es una de ellas), las vías que componen la red ferroviaria argentina está comprendidas en alguna
de estas tres escalas: la trocha ancha (1,676), la trocha media o standard (1,435) y la trocha angosta o métrica (1,000). A partir de la nacionalización de 1948, los diversos tendidos
fueron reagrupados en nuevos ferrocarriles públicos de carácter nacional. Así,
mientras la trocha ancha se fraccionaba entre las líneas Roca, Mitre, Sarmiento y San Martín, la trocha angosta quedó
englobada íntegramente bajo la órbita del Belgrano
y la trocha media en poder del Urquiza.
Desde el punto de vista regional, este último abarcó todo el kilometraje dispuesto en las
provincias mesopotámicas, además de un modesto trayecto bonaerense. Por lo
tanto, cualquier itinerario desde o hacia Misiones, Corrientes y Entre Ríos
equivalía a viajar por el Ferrocarril
Nacional General Urquiza.
No es la primera vez que aseveramos aquello de que el tren
era monarca entre los modos terrestres de viajar. A tal punto llegaba esa
supremacía que las máximas autoridades de la nación lo utilizaban en muchas de
sus giras, visitas y viajes por el país. Cada ferrocarril contaba con formaciones especialmente acondicionadas
para transportar nutridas comitivas oficiales, incluyendo coches
destinados a dormitorios y salas de
reunión. En función de obvias razones prácticas, los viajes más largos contaban con cierto
número de vehículos de apoyo para equipajes y suministros, por lo cual no era
rara la presencia de coches comedores con su equipamiento completo y su personal al servicio de los funcionarios devenidos en ocasionales pasajeros.
Muchas de esas comidas protocolares a bordo quedaron registradas en antiguos menús que actualmente adquieren la
categoría de reliquias históricas (1). Hoy nos vamos a enfocar en un puñado de
ellos, hermanados por la particularidad de que todos se vinculan con recorridos
por la Mesopotamia argentina a través del Ferrocarril Urquiza.
Un primer ejemplar está fechado en octubre de 1944 y su
presentación reza textualmente: Viaje del
Excelentísimo Señor Presidente de la Nación General de Brigada Don Edelmiro J.
Farrell y Comitiva de Buenos Aires a Posadas y regreso. La secuencia de
platos comienza con una Sopa Florentina y
continúa con Pejerrey a la Romana,
Granadina Financiera (sic), Pavito al
Horno, Ensalada, Zambayon al Jerez y Fruta
Surtida, todo rematado con la posibilidad final de elegir Café, Té o Mate Cocido.
El segundo espécimen pertenece al año 1947 y no presenta el menú culinario propiamente
dicho, sino la “lista de vinos” asequibles en la ocasión, bajo el
encabezamiento Viaje del Excelentísimo
Señor Presidente de la Nación General de Brigada Don Juan Domingo Perón y
Comitiva de Concordia a Paso de los Libres y regreso – Inauguración Puente
Internacional. El repertorio presenta buena parte de los nombres vinícolas
más importantes de la época, así como ciertas peculiaridades verdaderamente
dignas de destacar. Nominalmente, la cosa comienza con los Vinos del País según el siguiente detalle: los blancos Trapiche Derby, Trapiche Sauvignon, Tipo
Sauternes, Pinot Robinson, La Colina Añejo y Tívoli, seguidos por los tintos Barbera,
Trapiche Derby, Trapiche Reserva, Tipo Medoc, Reserva Robinson, Rosado
Robinson, La Colina Añejo y La
Colina Rubí. Luego siguen los Vinos
de Burdeos, únicamente blancos, representados por Graves, Sauternes Extra y Haut
Sauternes. Al final se ubica el dúo de Champagnes
con los rótulos Perrier y Crillon. Desde el punto marcario hay un
predominio de la casa mendocina Trapiche (por aquellos años en manos de la
familia Benegas), que incluye al espumante nacional Crillon. También observamos
algunos productos La Colina de la bodega Giol, pero el dato curioso es la presencia
de los vinos Robinson, producidos
por el establecimiento entrerriano
homónimo ubicado en la ciudad de Concordia (2).
Para terminar, veamos lo que se sirvió durante una cena el 2
de Marzo de 1950, en ocasión del Viaje a
Paraná de la Señora del excelentísimo Señor Presidente de la Nación Doña María
Eva Duarte de Perón y Comitiva. El menú arranca por la Sopa Puré de Legumbres y sigue con Pejerrey a la Romana, Medallones de Ternera al Marsala, Chauchas a la
Manteca, Pavita al Horno con Papas Doradas, Ensalada de Lechuga y Tomates,
Panqueques Confitura, Frutas Surtidas y el ya visto trío de infusiones Café, Té y Mate Cocido. Este último
testimonio documental cuenta con el valor agregado de estar autografiado por el
personaje de referencia.
Lo dicho: el ferrocarril era rey, y los presidentes,
ministros y demás funcionarios se inclinaban ante sus comodidades y su
velocidad, sin parangón por ese tiempo.
Notas:
(1) Los ejemplares presentados en esta entrada son
conservados y expuestos por el Centro de
Preservación Lynch del Ferroclub
Argentino.
(2) La bodega Robinson fue una de las más importantes en la
región vitivinícola del Río Uruguay, constituida durante mucho tiempo como
tercera potencia argentina en términos volumétricos y comerciales detrás de
Mendoza y San Juan. Su desarrollo se inició en la década de 1870 y llegó al
apogeo entre 1910 y 1930, para luego decaer lentamente merced a la competencia
feroz de los productos cuyanos y cierta persecución de las autoridades de
control. La presencia de los productos Robinson en una carta de 1947 es
doblemente valiosa, dado que representa los años finales de aquella industria
regional, cuya vida no se extendió más allá del decenio siguiente. El casco del
establecimiento susodicho todavía se encuentra en pie y es una reliquia edilicia. Tal vez algún día le dediquemos una entrada al tema de los vinos de
Entre Ríos, toda vez que el autor de este blog ha visitado la región con
propósitos de investigación histórica vitivinícola en un par de oportunidades.
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