A mediados del siglo XVIII, el consumo de tabacos que se
hacía en los principales puntos habitados de nuestro territorio no difería
demasiado de su equivalente en el resto de América. Los cigarros de Cuba y el
rapé español encabezaban la lista de productos requeridos por la población, aunque ya entonces existía un incipiente comercio proveniente del interior y de
algunos países vecinos. En ese sentido, Paraguay era la región sudamericana que
acreditaba la mayor actividad del ramo, tal cual lo demuestra la constante
aprobación de decretos y reglamentos españoles con la actividad tabacalera
paraguaya como eje central, que superan ampliamente la docena entre 1778 y
1797. Incluso llegó a establecerse allí una gran factoría autorizada por la Real Renta de Tabacos y Naypes (caso único en el continente), si bien su
existencia fue en extremo fugaz: apenas entre 1786 y 1789.
Con todo y así las cosas, la confección de puros en ese país
logró subsistir y exportar sus productos durante la mayor parte del siglo XIX. Con el advenimiento del XX el dispendio de
marras se vio bastante opacado merced a la aparición de fuertes competidores locales e internacionales (especialmente europeos y brasileros), pero su fama nunca se perdió del todo en algunas regiones
del norte argentino. De hecho, los cigarros paraguayos continúan siendo confeccionados en los mismos lugares de la nación guaraní, bajo los mismos
métodos, usando similar materia prima y
con la característica artesanal hogareña que identifica a la actividad desde hace doscientos años, ya que prácticamente todos los manufactureros son
cuentapropistas que elaboran y venden la
producción con el apellido familiar (1). En esta primera entrada comprobaremos su antigua popularidad mencionando una
fracción de incontables registros documentales del pasado, y en la segunda
veremos que semejante artículo no ha perdido vigencia regional, puesto que aún
se puede conseguir en ciertos puntos
informales de la Mesopotamia y el Litorial argentinos, del mismo modo
que lo hicimos nosotros coronando toda el tema con una degustación histórica.
Harían falta varias entradas para reseñar las menciones de
los cigarros paraguayos entre 1800 y 1880, pero podemos resumirlas con algunos
ejemplos emblemáticos. Si hablamos sobre las viejas publicidades que aparecían
en los diarios urbanos del país, podemos citar una de 1862 perteneciente a la “cigarrería francesa” Au Gamin de París, de Luis Geissel,
ubicada en Maipú 145 de Buenos Aires, que dice contar con un “excelente y variado surtido de cigarros de
todas clases, Bahía, habanos, suizos, paraguayos, criollos, etc, etc…”. A
la hora de buscar estadísticas aduaneras (guarismos capaces de evidenciar el
éxito de un determinado producto importado con escaso margen para la duda o la
discusión), los cigarros paraguayos tienen un protagonismo absoluto desde 1858
hasta 1866, cuando arribaban a nuestros puertos por vía fluvial en múltiples modos
de tipo “granel”, o sea, por kilos, arrobas, barricas, paquetes, cajas o
cajones. Queda claro que sólo hablamos de cigarros terminados, ya que la
importación de tabaco suelto de ese origen era igual o más importante, así como
su uso en todo tipo de cigarrillos y cigarros de hoja. Y si quisiéramos
graficar la cuestión histórica mediante el arte testimonial no hace falta más
que visualizar algunas escenas de la Guerra
del Paraguay (2) pintadas por el gran Cándido López (quien plasmaba panoramas
verídicos observados por él mismo), donde pueden ser examinadas ciertas vistas
relativas a marchas o campamentos militares con detalles que muestran a soldados y jefes fumando cigarros. Desde luego, tales pormenores sólo son visibles
frente a las obras en tamaño real, pero reproducimos una de ellas -donde sin
dudas hay al menos tres personajes fumando puros- como homenaje a su
extraordinario creador. ¿De qué otro origen sino paraguayo podían ser esas tagarninas,
fumadas a orillas del Pilcomayo?
Resumiendo: los puros del Paraguay fueron extremadamente
habituales entre los fumadores argentinos durante los períodos de la colonia,
la independencia, las guerras civiles y la unificación nacional. Posteriormente
perdieron buena parte de su antigua celebridad, pero continuaron siendo
consumidos copiosamente en el norte del
país hasta nuestros días. Así, pudimos detectar un punto de venta bastante peculiar en la ciudad entrerriana de Concordia, donde nos agenciamos de varios
ejemplares para fumarlos y obtener algunas apreciaciones sobre un tipo de espécimen cigarrero que adquiere la categoría de “dinosaurio” del
consumo patrio. ¿Cómo serán estos cigarros de pasado tan rico y lejano, otrora
tan consumidos en la Argentina y aún hoy elaborados con métodos bien ajenos a
todo indicio tecnológico? La respuesta estará aquí muy pronto, en la segunda y
última entrada del tema.
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Aunque hubo muchas ocasiones que lo ameritaban, nunca presentamos
links a videos de youtube por su carácter generalmente efímero. Pero vamos a
hacer una excepción teniendo en cuenta lo raro y poco asequible de las imágenes
respectivas, plasmadas en cierta nota de la TV paraguaya que reseña el trabajo
familiar de una fábrica de cigarros en Caazapá.
En
este caso específico se trata de la familia de Ina Villalba, pero lo que allí podemos ver puede hacerse extensivo
perfectamente a todos los demás establecimientos pequeños del país, como el de Juan Fretes, cuyos ejemplares degustaremos
para la segunda y última entrada de esta serie: https://www.youtube.com/watch?v=fjUR3rCvSAo
(2) En 1865 la
Argentina se alió con Brasil y Uruguay en la llamada Guerra de la Triple Alianza o simplemente Guerra del Paraguay, extendida desde ese año hasta 1870. Como
muchos saben, fue un episodio bélico catastrófico para el Paraguay, perdedor de
la contienda, que pagó duramente las consecuencias con una virtual destrucción y ocupación del país. No obstante, la industria del tabaco se recuperó
rápidamente (suponemos que por ese mismo carácter atomizado y familiar del que
hablamos) y su vigencia mercantil en la Argentina se encuentra bien documentada
hasta 1880, cuando el sector tabacalero nacional comenzó a cobrar un cierto
ímpetu, toda vez que tabacos de nuevos orígenes (Italia, Alemania, Filipinas,
Holanda, etc.) ganaban el gusto del consumidor en las principales ciudades del
país. Aun así hay registros tarifarios aduaneros al respecto hasta 1908. Pero
insisto: una vez que perdieron los principales mercados urbanos, los puros
paraguayos siguieron siendo profusamente fumados en el NEA, el Litoral y la
Mesopotamia mediante la introducción y comercialización informal. No por nada
los encontramos en la ciudad de Concordia en pleno siglo XXI.
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