Es muy razonable pensar que la
mayor parte de las manufacturas introducidas por nuestro país en la primera
mitad de la década de 1860 provenían de Europa, mientras que los suministros de
nuestros vecinos americanos se limitaban a productos primarios de la tierra.
Tal apreciación, básicamente, es correcta. Por aquel entonces, el Viejo Mundo
contaba con importantes industrias desarrolladas en los tres renglones que nos
convocan -las comidas, las bebidas y los tabacos-, tal cual repasamos en la anterior entrada de
esta serie subida el 14 de Julio último. Vinos, vermouths, destilados,
alimentos envasados y cigarros, entre otros, formaban parte de los efectos que
hacían arribo desde las grandes capitales de la Revolución Industrial para
deleite de los habitantes más pudientes en este país todavía nuevo y
económicamente poco desarrollado. Sin embargo, y no obstante esa realidad
incuestionable, los envíos de la misma América acusaban algunas sorpresas en
materia de bienes con valor agregado.
Si hacemos un “barrido” de norte a sur respecto a nuestros socios
comerciales no europeos de la época, la gama de orígenes de las importaciones
patrias comienza en USA y sigue por Cuba, Brasil, Paraguay y Uruguay, a los que
vamos a sumar la lejana India por ser el único caso del repertorio mencionado
en esta serie que no pertenece a Europa ni a América. Ahora bien, que ya en
1861 tuviéramos una relación mercantil con el gran país del norte es quizás un dato poco conocido, pero las
estadísticas lo confirman con evidencias difíciles de cuestionar, ya que
observamos envíos de licores, ginebra, té perla y manteca, a la sombra de los
tres ítems más importantes en volumen: tabaco (de hoja y de mascar), cigarros
(1.025 .000 unidades) y arroz (35.665 arrobas). Siguiendo hacia el sur llegamos
a las Antillas, donde la isla de Cuba (asentada a veces con ese nombre y otras
como La Habana) presenta un grupo de productos muy
interesantes por su especialización casi idéntica a los rubros que la
caracterizan hoy en día: azúcar (89.545 arrobas de blanca y 2.523 de terciada),
“caña” (1.231 pipas) (1), cigarros (1.466.000 unidades) y cigarrillos (3.919
“cajetillas”).
De Brasil nos llegaba azúcar
(47.000 arrobas), tabaco negro, cigarros de hoja y fariña (harina de mandioca), como ítems principales, pero hacemos
hincapié en la llamada yerba paranaguá (yerba mate brasilera, considerada inferior a la del Paraguay, que aun así arribó por
volumen de 7.665.000 libras en 1861) y
otra vez en la “caña” (2). Los registros muestran asimismo algunas mercaderías que pertenecían al tránsito desde Portugal, al
estilo de vinos de Oporto y Madeira, lo cual queda perfectamente aclarado en
una nota especial (3). Paraguay exhibe más o menos un espectro similar, con
caña, tabaco, cigarros y yerba mate, pero advertimos allí un indicio de gran
interés para los historiadores: la lectura de todo el compendio quinquenal
denota una fuerte caída hacia la finalización del período, cuyo motivo no es
otro que el inicio la llamada Guerra de
la Triple Alianza o, más comúnmente, Guerra
del Paraguay, extendida entre 1865 y 1870.
Al revisar los embarques del
Uruguay nos topamos con una verdadera sorpresa, ya que el abanico de productos
está encabezado por los huevos de gallina, en número de 6.351 cientos. ¿La
Argentina importaba huevos? Sí, y de ello no hay dudas, puesto que han quedado
testimonios incontrovertibles que además objetan severamente la frescura de
tales materias primas (4). Finalmente viene la India, cuyo renglón relevante es
el del té, embarcado hacia nuestros puertos por valor de báscula determinando
en 142.090 libras (unos 65.000 kilos) durante el año 1861. Desde luego, la
India era entonces una colonia británica, y por esa misma razón resulta una
fortuna documental que sus importaciones hayan quedado asentadas de modo separado
a las restantes.
Culminamos así el repaso de esta
elocuente información volcada a las estadísticas oficiales hace ciento
cincuenta años, cuando el sentimiento de una patria unificada apenas empezaba a
surgir entre los habitantes del territorio nacional.
Notas:
(1) De acuerdo con la nomenclatura
usual a mediados del siglo XIX, la llamada “pipa” de roble contenía unos 550
litros en promedio
(2) Ya lo dijimos antes, pero la
denominación “caña” de Cuba y de Brasil seguramente era utilizada para definir
lo que hoy conocemos como ron y cachaça, respectivamente, quizás ambas muy rústicas para nuestro paladar
actual, pero geográficamente genuinas al fin.
(3) Esa nota es la que se puede
leer a continuación en una imagen tomada del original, con ciertos usos
ortográficos típicos de esos años:
(4) El 25 de febrero de 1867, los
médicos de la policía Claudio Amoedo y Manuel Blancas presentaron al jefe del
Cuerpo, Cayetano M. Cazón, una nota en la que describían las pésimas
condiciones sanitarias de la ciudad de Buenos Aires y la ausencia de controles
al respecto. En una parte del texto, los firmantes aseguran que “hace mucho tiempo que notamos la falta de
visitas domiciliarias y la falta de policía en los mercados, donde la fruta
verde se expende a todo el que quiere comprarla y donde los huevos importados
del extranjero, ya en estado de descomposición, pasan a las confiterías y a otros establecimientos en que se elaboran
masas azucaradas”.
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