martes, 4 de noviembre de 2014

Las importaciones de comestibles y bebidas en los comienzos de la unidad nacional 3

Es muy razonable pensar que la mayor parte de las manufacturas introducidas por nuestro país en la primera mitad de la década de 1860 provenían de Europa, mientras que los suministros de nuestros vecinos americanos se limitaban a productos primarios de la tierra. Tal apreciación, básicamente, es correcta.  Por aquel entonces,  el Viejo Mundo contaba con importantes industrias desarrolladas en los tres renglones que nos convocan  -las comidas,  las bebidas y los tabacos-,  tal cual repasamos en la anterior entrada de esta serie subida el 14 de Julio último. Vinos, vermouths, destilados, alimentos envasados y cigarros, entre otros, formaban parte de los efectos que hacían arribo desde las grandes capitales de la Revolución Industrial para deleite de los habitantes más pudientes en este país todavía nuevo y económicamente poco desarrollado.     Sin embargo, y no obstante esa realidad incuestionable, los envíos de la misma América acusaban algunas sorpresas en materia de bienes con valor agregado.


Si hacemos un “barrido”  de norte a sur respecto a nuestros socios comerciales no europeos de la época, la gama de orígenes de las importaciones patrias comienza en USA y sigue por Cuba, Brasil, Paraguay y Uruguay, a los que vamos a sumar la lejana India por ser el único caso del repertorio mencionado en esta serie que no pertenece a Europa ni a América. Ahora bien, que ya en 1861 tuviéramos una relación mercantil con el gran país del norte es quizás un dato poco conocido, pero las estadísticas lo confirman con evidencias difíciles de cuestionar, ya que observamos envíos de licores, ginebra, té perla y manteca, a la sombra de los tres ítems más importantes en volumen: tabaco (de hoja y de mascar), cigarros (1.025 .000 unidades) y arroz (35.665 arrobas). Siguiendo hacia el sur llegamos a las Antillas, donde la isla de Cuba (asentada a veces con ese nombre y otras como La Habana)  presenta un grupo de productos muy interesantes por su especialización casi idéntica a los rubros que la caracterizan hoy en día: azúcar (89.545 arrobas de blanca y 2.523 de terciada), “caña” (1.231 pipas) (1), cigarros (1.466.000 unidades) y cigarrillos (3.919 “cajetillas”).


De Brasil nos llegaba azúcar (47.000 arrobas), tabaco negro, cigarros de hoja y fariña (harina de mandioca), como ítems principales, pero hacemos hincapié en la llamada yerba  paranaguá  (yerba  mate  brasilera, considerada inferior a la del Paraguay, que aun así arribó por volumen de 7.665.000 libras en 1861) y otra vez en la “caña” (2). Los registros muestran asimismo algunas  mercaderías que  pertenecían al tránsito desde Portugal, al estilo de vinos de Oporto y Madeira, lo cual queda perfectamente aclarado en una nota especial (3). Paraguay exhibe más o menos un espectro similar, con caña, tabaco, cigarros y yerba mate, pero advertimos allí un indicio de gran interés para los historiadores: la lectura de todo el compendio quinquenal denota una fuerte caída hacia la finalización del período, cuyo motivo no es otro que el inicio la llamada Guerra de la Triple Alianza o, más comúnmente, Guerra del Paraguay, extendida entre 1865 y 1870.


Al revisar los embarques del Uruguay nos topamos con una verdadera sorpresa, ya que el abanico de productos está encabezado por los huevos de gallina, en número de 6.351 cientos. ¿La Argentina importaba huevos? Sí, y de ello no hay dudas, puesto que han quedado testimonios incontrovertibles que además objetan severamente la frescura de tales materias primas (4). Finalmente viene la India, cuyo renglón relevante es el del té, embarcado hacia nuestros puertos por valor de báscula determinando en 142.090 libras (unos 65.000 kilos) durante el año 1861. Desde luego, la India era entonces una colonia británica, y por esa misma razón resulta una fortuna documental que sus importaciones hayan quedado asentadas de modo separado a las restantes.


Culminamos así el repaso de esta elocuente información volcada a las estadísticas oficiales hace ciento cincuenta años, cuando el sentimiento de una patria unificada apenas empezaba a surgir entre los habitantes del territorio nacional.

Notas:

(1) De acuerdo con la nomenclatura usual a mediados del siglo XIX, la llamada “pipa” de roble contenía unos 550 litros en promedio
(2) Ya lo dijimos antes, pero la denominación “caña” de Cuba y de Brasil seguramente era utilizada para definir lo que hoy conocemos como ron  y cachaça, respectivamente, quizás ambas muy rústicas para nuestro paladar actual, pero geográficamente genuinas al fin.
(3) Esa nota es la que se puede leer a continuación en una imagen tomada del original, con ciertos usos ortográficos típicos de esos años:


(4) El 25 de febrero de 1867, los médicos de la policía Claudio Amoedo y Manuel Blancas presentaron al jefe del Cuerpo, Cayetano M. Cazón, una nota en la que describían las pésimas condiciones sanitarias de la ciudad de Buenos Aires y la ausencia de controles al respecto. En una parte del texto, los firmantes aseguran que “hace mucho tiempo que notamos la falta de visitas domiciliarias y la falta de policía en los mercados, donde la fruta verde se expende a todo el que quiere comprarla y donde los huevos importados del extranjero, ya en estado de descomposición, pasan a las confiterías  y a otros establecimientos en que se elaboran masas azucaradas”.

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