Cierta operación denominada removido constituye una figura tradicional en la actividad
aduanera. Según la legislación que rige actualmente el comercio exterior
argentino, la mercadería bajo régimen de “removido” es aquella que viaja entre dos aduanas de nuestro país sin tocar ningún punto ajeno a esa repartición. En el caso de las importaciones implica
el tránsito de bienes extranjeros entre jurisdicciones aduaneras, y eso
significaba indefectiblemente un viaje por barco hace poco más de ciento cincuenta años, que es la época en la que ubicamos estas perlitas que tanto nos
gusta analizar aquí. En efecto, viejas
estadísticas de la Provincia de Buenos Aires (cuando aún se hallaba separada de
la Confederación Argentina) nos
dieron la oportunidad de encontrar un
puñado de peculiares productos vínicos que arribaron originalmente a la Reina del Plata, pero que al momento de
tomar los datos respectivos se hallaban en proceso de transferencia hacia el
puerto de San Nicolás, otra de las
aduanas bonaerenses de gran importancia en el siglo XIX (1)
Hace muy poco culminamos una serie de entradas sobre las
importaciones de comestibles y bebidas en el quinquenio 1861-1865, pero este hallazgo apenas anterior en términos cronológicos justifica sobradamente una
reseña propia, y veremos pronto por qué. Es así que en los compendios
estadísticos de los años 1858 y 1860, dentro del pelotón rotulado como “efectos
de removido” por la aduana de San Nicolás, se detallan numerosos ítems que
corresponden a importaciones generales, incluyendo todo tipo de bebidas.
Conociendo bien el marcado gusto por los vinos generosos y dulces que existía
en aquella época, no nos sorprende la presencia de jerez, oporto, moscatel y Asti (suponemos que espumante), aunque
hay tres casos particulares que merecen ser remarcados por su rareza: el vino Pajarete, el vino Frontignan y el vino Chipre.
¿Qué eran esos misteriosos artículos de nombres intrigantes y pintorescos? La
respuesta es sorprendente y nos lleva a la siguiente conclusión: ya en ese
entonces la variedad de mercaderías importadas era notablemente amplia, mucho
más de lo que solemos imaginar para un período tan lejano de nuestra historia.
El Pajarete es un
antiguo vino dulce de la región española de Málaga elaborado con uvas semi
pasificadas y criado varios años en barricas de roble. Actualmente, el rótulo
“Pajarete” pertenece a la DOC Málaga
y forma parte de su demarcación territorial, pero es probable que en los viejos tiempos la elaboración así conocida se extendiera por todo el sur de España. En
Chile llegó a ser muy popular bajo esa misma designación y se lo producía artesanalmente con el
agregado de arrope (mosto caramelizado). Yendo en concreto a su pretérito
paso por la naciente Argentina, lo
hallamos dentro de la data del año 1858 en cantidad de ocho cajones, lo que en principio nos da la certeza
absoluta de que llegó embotellado y no a granel, pero también nos deja con una
gran incógnita sobre su contenido exacto (2).
Por su parte, Frontignan
es una comarca ubicada en el sudeste de Francia, sobre el mediterráneo,
cuyo vino dulce más conocido es el Muscat
de Frontignan, dueño de una fama que se remonta a los tiempos de
Carlomagno. Se lo considera una referencia entre los ejemplares vinificados con
cierta variedad específica llamada “Moscatel de Grano Pequeño” (Muscat a Petit Grains). No obstante el
carácter netamente aromático del cepaje, los vinos resultantes son delicados, de color amarillo ámbar y un dulzor manifiesto pero no exagerado. Seguramente
esas virtudes eran bien apreciadas en las sobremesas argentinas pudientes de
antaño, cuando todavía no habían desaparecido del todo los usos gastronómicos
coloniales. El vino Frontignan (apuntado a veces así, y otras por su
castellanización de Frontiñan)
comparece tanto en los cómputos de 1858 como en los de 1860, acusando 44 y 90
cajones, respectivamente.
Nos queda el espécimen más extravagante de todos, el Chipre. Por fortuna, la historia
vitivinícola y el mismo sentido común
despejan cualquier duda respecto a su identidad, puesto que siempre ha
existido un único vino chipriota con fama internacional y proyección
exportadora: el Commandaria, legendario tinto dulce de antecedentes bien documentados a lo largo de la
antigüedad. En nuestros días, el vino Commandaria se elabora con las cepas Xinistery y Mavro cosechadas sobremaduras y posteriormente dispuestas al sol
para su pasificación. El grado alcohólico final oscila entre 15 y 20 grados, ya
que puede ser encabezado (optativamente) con alcohol vínico, luego de lo
cual se lo añeja en recipientes de roble
por períodos de hasta cuatro años. La presencia del vino “Chipre” en la aduana de San Nicolás es bien modesta,
ya que sólo desembarcaron 2 cajones durante 1860. Por supuesto, ello no implica
necesariamente que tal ingreso haya sido el único (3).
¿Cómo y cuándo habrán sido disfrutados estos singulares
elixires foráneos? ¿Después de las comidas? ¿Acompañando los manjares
reposteros de la época? ¿Durante las tertulias de la alta sociedad? ¿En las
noches frías de invierno, junto a algún fuego? Lo más probable es que su
dispendio haya abarcado todas las circunstancias descriptas y muchas otras que
apenas nos podemos imaginar. Pero lo lindo, como nunca nos cansamos de decir,
es el hecho de poder recrear la vida argentina cotidiana de antaño, humilde o
lujosa, urbana o rural, criolla o gringa.
Notas:
(1) El removido se considera
siempre un proceso transitorio que puede durar entre semanas y meses.
Seguramente, cuando los datos que nos ocupan fueron publicados, dichos efectos
ya habían sido despachados, comercializados y consumidos.
(2) Las poco elocuentes unidades de medida “cajones” y “canastos” aparecen reiteradamente en las estadísticas aduaneras
de ese entonces junto con las pipas, las bordelesas, los barriles, las barricas
y las damajuanas. Ya en el decenio siguiente, los datos oficiales son mucho más
definidos y se refieren a sólo a
“docenas” (de botellas), damajuanas (de
diez litros), barriles y galones, pero todo indica que hasta 1860 la administración aduanera tenía por costumbre asentar los ingresos según las características visuales de los
bultos, sin especificar dimensiones ni
contenidos. No sabemos por lo tanto cuantas unidades portaban los misteriosos cajones: ¿doce, veinticuatro o mucho
más?
(3) Personalmente creo que el mismo artículo debe estar
“escondido” en otras partes de la estadística, ya que la recién mencionada ambigüedad para registrar las cantidades se
hace extensible a los nombres de los productos, casi siempre apuntados al voleo y sin ningún criterio de
uniformidad. Por ejemplo, el texto abunda en descripciones del estilo “vino
dulce”, que bien le pueden caber tanto
al Commandaria como a otros prototipos similares. Chipre no tenía entonces
ninguna relación comercial con nuestro país, ni tampoco el Imperio Otomano
(bajo cuya dominación se encontraba hacia 1860), pero sí practicaba un nutrido
comercio con Gran Bretaña. Lo más probable es que esa mercadería haya sido
embarcada en Londres por una de las numerosas casas de comercio inglesas que
importaba y exportaba vinos, alimentos y demás efectos de consumo.
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