El consumo nacional de habanos
genuinos se remonta a los orígenes de su fama, allá por mediados del siglo
XVIII. Los documentos y testimonios históricos que hacen referencia al
dispendio tabacalero de esos tiempos son muy numerosos y coincidentes en
señalar que su importancia se incrementó notoriamente con el correr de la
centuria siguiente. Para la década de 1890, Argentina no sólo acreditaba una
considerable importación de puros de los más diversos orígenes, sino que
también había logrado conformar su propia y poderosa industria merced a
políticas que fomentaban la introducción a granel de tabacos extranjeros para
su posterior manufactura local. En los inicios de este blog dimos en presentar
una serie de entradas relativas al tema (1), haciendo siempre la aclaración de que esa “primavera” fabril del tabaco se vio interrumpida abruptamente en 1895
a causa de una serie de acontecimientos altamente negativos para el sector.
Sólo la rama de los cigarrillos logró perdurar y ello fue gracias a una fuerte
concentración, mientras que la producción de cigarros de hoja empalideció hasta
desaparecer casi por completo (2).
Pero claro, semejante eclipse no
significó en absoluto una disminución del consumo. Es cierto que para 1900 los
cigarrillos representaban el mayor crecimiento de ventas, pero todavía había
mucha gente aferrada a la antigua ceremonia del puro. Con un contexto tan
favorable, los importadores tuvieron su oportunidad perfecta para distribuir
una amplia gama de artículos cuya confección vernácula se había vuelto
técnicamente prohibitiva. No es extraño entonces que el cigarro más prestigioso
del mundo, el habano, comenzara a llegar a nuestros puertos de una manera
significativa al extremo de la exageración. ¿Por qué decimos eso? Porque
hablamos nada más y nada menos que a una oferta de 1.248 vitolas (3)
pertenecientes a 44 fábricas cubanas. Ello se desprende de una normativa de
carácter impositivo transcripta en el Boletín
Oficial de la República Argentina el 24 de septiembre de 1908, día en el
que dichos datos aparecen con todo detalle, fábrica por fábrica, marca por
marca y vitola por vitola (4), dándonos así la asombrosa certeza de que todas
ellas eran introducidas y comercializadas en nuestro país.
Aprovechando tan buena fuente,
vamos a mencionar esas cuarenta y cuatro viejas empresas habaneras seguidas por
el número de vitolas que acusan en la nómina, a fin de conocer sus nombres hoy
mayormente olvidados: El Aguila de Oro
(Bock y Cía) 82, Ramón Allones (Costa Vales y Cía) 59, La Aroma de Cuba 6, La
Africana (Pino Villamil) 20, La Antigüedad (Alvarez y Cía) 1, Belinda (López,
Corral y Cía) 6, Cabañas (L Carbajal y Cía) 83, La Carolina (J Alonso y Cía)
11, La Comercial (Fernández, García y Cía) 5, La Corona (Alvarez y López) 61,
Castañeda 59, Teodoro Díaz 12, La Devesa (Pedro Murias y Cía) 66, La Española
(Pueyo y Cía)3, Edén (Calixto López) 5, La Excepción (José Gener) 7, La Flor de
Cuba (M Valle y Cía) 31, La Flor de Murias (A Murias y Cía)9, La Flor de Inclan
(Inclan Díaz y Cía)4, La Flor de Henry Clay (Julián Alvarez) 76, La Flor de
José Suárez (Suárez y Cía) 2, Flor de Puro Habano (Antonio Villamil) 1, Partagás (Cifuentes, Fernández y Cía) 22, La Flor de A Fernández (Fernández y
Cía) 15, La Flor de José Otero 3, Flor de Estanillo (F Rodríguez y Cía) 31,
Flor de Moracs 3, García Alfonso (Gumersindo García Cuervo) 8, F Gutiérrez 14, F García Hnos 8, Hoyo de Monterrey (José Gener) 29, La Intimidad (Antonio
Caruncho) 27, Juan López 31, La Linda (Viuda de Manuel Camacho) 20, Por
Larrañaga (Antonio López Cuervo) 12, La Legitimidad (F P del Río y Cía) 5, La
Meridiana (Pedro Murias y Cía)121, La Rosa de Santiago (P Roger y Cía) 6, Romeo
y Julieta (López Argüelles y Cía) 14, La Redención (Fernández, Rivero y Cía)
118, Santa Damiana 19, Upmann (H Upmann y Cía) 39, La Vencedora (Manuel López)
30, Villar y Villar (Manuel Moreno) 64.
Una lectura atenta permite inferir
que algunos empresarios manejaban más de un establecimiento, empezando por
Pedro Murias, cuyas fábricas La Devesa y
La Meridiana, sumadas, llevan la
delantera numérica en materia de vitolas (66 y 121 respectivamente), al menos
en el grupo de los importadores argentinos. Entre las denominaciones asignadas
vemos muchos nombres ilustrativos de la época, sobre todo aquellos que
evocan relevantes personalidades
políticas europeas, como Predilectos de
Bismarck, Kaiser Wilhelm, Prince of Wales y otros apelativos de grandilocuencia
monárquica. Pero es justo admitir que
tampoco faltan los del tipo Belgrano o
General San Martín, sin duda
presentados con exclusividad para nuestro mercado. Debido a que las cargas
impositivas eran calculadas en base al peso de mil cigarros, podemos saber
cuánto pesaba exactamente cada modelo. Llaman entonces la atención algunos
guarismos de cigarros que denotan dimensiones colosales, si tenemos en cuenta
que un doble corona de hoy pesa
alrededor de 18 gramos por unidad: detectamos así cierto modelo de La Meridiana llamado “aroma” con 30
gramos, o una vitola de nombre “soberano” -que ofrecen tanto La Vencedora como La Flor de Henry Clay- con 28 gramos.
Podríamos hablar mucho más sobre
estos símbolos de la belle epoque,
cuando el lujo y el oropel se exhibían sin culpa, para bien o para mal. Aunque lo
visto es suficiente para comprender que tal fenómeno tuvo su reflejo aquí, por las vísperas del
centenario, en esos días en que los artículos suntuarios importados colmaban
las vidrieras y estanterías de nuestros comercios.
Notas:
(1) Fue la serie “La edad de oro
de los puros argentinos”, con cuatro entradas subidas entre el 28/10 y el
30/11/2011.
(2) Con la digna excepción del
cigarro toscano que, bien al contrario, empezaba su época de gloria. Sobre tal
desarrollo hemos hablado mucho en nuestro otro blog Tras las huellas del Toscano.
(3) Las vitolas son tipos de cigarros que se discriminan por diversas
singularidades, en especial por el tamaño y la forma. Para nominarlas existen
algunos términos muy usuales, como corona, que representa un puro de dimensiones más o menos estandarizadas, aunque puede
admitir leves diferencias de formato y grandes diferencias de sabor entre
marcas. En el mercado de los cigarros puros, cada modelo elaborado por una
cierta fábrica representa una vitola, sin importar que tenga características
parecidas a las de un cigarro confeccionado en otra firma. Del mismo modo, en
el mercado de vinos, cada etiqueta elaborada por una bodega representa un
producto único y distinguible de todos los demás, aunque provenga de una
variedad común a otras bodegas, o incluso a otras líneas de la misma bodega. Si
quisiéramos graficarlo con una comparación muy actual, diríamos que en un
hipotético “supermercado de puros”, cada vitola correspondiente a cada fábrica
tendría su propio código de barras.
(4) Para el que esté interesado,
el siguiente es el link: https://archive.org/details/Boletin_Oficial_Republica_Argentina_1ra_seccion_1908-09-24 Pulsando la opción de pantalla
completa se puede buscar cualquier palabra en el motor de búsqueda del extremo
superior derecho y acceder a las páginas correspondientes. En este caso sugiero
utilizar la palabra “vitolas”.
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