En estos días se cumplen 200 años de uno de los hechos
militares más notables en la historia: el cruce de Los Andes efectuado por el
Ejército Libertador al mando del General José de San Martín, más precisamente
entre el 17 de enero y el 9 de febrero de 1817. Con todo, existen numerosas
divergencias en cuanto al rango exacto
de fechas durante las cuales transcurrió este suceso tan caro a los
sentimientos argentinos. En general, y de modo muy lógico, la discusión está
centrada en el inicio y la finalización de la marcha, o quizás deberíamos decir
marchas, puesto que no fue una sola
sino varias las columnas que llevaron a cabo la hazaña a través de distintos
pasos montañosos, las cuales -como es obvio- no salieron ni llegaron al unísono.
A mi modo de entender, la disonancia sólo se puede zanjar cumpliendo una
condición investigativa incontrovertible : determinar cuál fue el momento de salida de la primera columna en movilizarse
(fecha de inicio) y hacer lo propio respecto a la última que llegó a los valles
poscordilleranos de Chile (fecha de finalización). Y aun así, quizás nunca se
llegue a un acuerdo histórico definitivo (1).
Por lo pronto sabemos que, además del charqui, las
provisiones incluyeron abundante cantidad de ajíes, ajos, cebollas, grasa, maíz
y galleta de trigo. Agregando el charqui a una fritura en grasa compuesta por
el ají, el ajo y la cebolla se conformaba un plato razonablemente digerible,
mientras otros aseguran que algo mejor podía lograse hirviendo además un poco
de maíz. Hay referencias de que el ejército salió desde Mendoza llevando una
partida de ganado bovino en pie, lo cual era perfectamente viable, pero siempre
hay que tener en cuenta que las diferentes etapas del viaje no tuvieron los
mismos grados de peligrosidad, inclemencias y penuria. Los primeros días de
marcha hasta llegar a los faldeos cordilleranos fueron relativamente calmos, y
es casi seguro que en ese período se consumió la mayor parte de la carne fresca,
así como la no documentada pero a veces mencionada provisión de queso, amén de otros
alimentos perecederos del tipo uvas, verduras
y hortalizas, que sin duda los había en Mendoza durante el verano.
Un documento poco conocido logra despejar ciertas dudas. Se
trata de la lista de donaciones hechas por los vecinos de Guaymallén durante
los preparativos del cruce, incluyendo nombre y apellido de cada uno de los
benefactores (3). Un extracto publicado en el libro Guaymallén, punto de encuentro y proyección (4) menciona los
siguientes ítems, entre otros (5):
Antonio F. Moyano: 1 carreta de vino en pipas de 50 arrobas.
Fernando Güiraldes: 4 fanegas de
garbanzos y 2 de nueces.
Francisco de Rosas: 25 arrobas de vino y 7 de aguardiente.
Antonio A. Villegas: 25 arrobas de vino.
José María Lima: 50 arrobas de vino.
Estanislao Pelliza: 4 paquetes de grasa.
Juan Antonio Sosa: 10 arrobas de vino.
Juan José Lemos: 14 fanegas de trigo.
Pedro José Pelliza: 1 pipa de vino con casco.
A. Gómez e Hijo: 60 arrobas de vino.
José León Torres: 10 arrobas de vino tinto y 8 de moscatel.
Fray José T. Moyano: 25 arrobas de vino.
Francisco Godoy: 4 arrobas de aguardiente y 1 de maíz.
Claramente, el vino encabeza el repertorio en términos de
volumen , incluso con alguna diversificación encarnada por el entonces
popularísimo Moscatel. También vemos
aguardiente y materias primas granarias (trigo y maíz), junto a la grasa, las
nueces y los garbanzos. Sumados a los antes mencionados ajíes, ajos y cebollas,
y considerando que el trigo se empleaba invariablemente para preparar
panificados (panes y galletas), tenemos una modesta multiplicidad de alimentos
con los cuales (ingenio mediante) podía elaborarse un puñado de vituallas nada
despreciables para un ejército en marcha, menos aún en tan complejo derrotero.
Productos de origen andino, platos de raíz criolla e
hispánica, vinos y aguardientes. Esas fueron, en definitiva, las raciones que
alimentaron al Ejército de Los Andes en la epopeya del cruce, hace ya dos
siglos.
Notas:
(1) Siempre quedará abierto el debate respecto a cómo
determinarlo con exactitud, ya que los conceptos de “salida” y “llegada” se
prestan a no pocas interpretaciones. Por ejemplo: ¿qué parámetro tomamos para afirmar
categóricamente que salió o llegó
una larga y lenta columna de cientos o miles de hombres con sus animales,
sus provisiones y sus pertrechos? ¿El instante mismo en que lo hace la vanguardia (que puede anticiparse en muchas
horas, y hasta en días, respecto al
resto), o cuando termina de movilizarse la retaguardia y todo lo demás?
(2) En la buena película Revolución,
el Cruce de los Andes (2011) hay una escena muy interesante donde San
Martín ordena distribuir a cada soldado un vaso de vino o de aguardiente, según
preferencia. Y luego agrega, a modo de guiño cómplice: “pero uno solo” mientras muestra el número tres con los dedos de su
mano. No sabemos si la anécdota es real o ficticia, aunque el consumo de vino y
aguardiente responde a una realidad histórica bien documentada.
(3) Algunos investigadores señalan que las donaciones no
fueron tales, sino que se trató mayormente de virtuales decomisos más o menos
“amables”. Lo cierto es que el plan de San Martín contaba con un apoyo económico oficial más
bien escaso, razón por la cual debieron tomarse algunas medidas tendientes a
conseguir suministros de la manera más expeditiva posible. Tal vez nunca
lleguemos a saber qué tan imperativas
fueron esas disposiciones.
(4) Eduardo y Claudio
Kueter, editado por la Municipalidad de Guaymallén, 2008.
(5) Sólo señalo aquellos renglones que incluyen alimentos y
bebidas. En el extracto también aparecen telas, dinero en efectivo y hasta un esclavo valuado en $ 250. Por
razones de extensión omití el valor declarado de cada
mercadería y otros detalles menores.
¡Me sirvio mucho!¡Gracias!
ResponderEliminar