En mayo de 1858, una crecida del Riachuelo arruinó el Puente Gálvez, conocido más tarde como Puente Barracas y hoy como Puente Pueyrredón Viejo. Sin embargo, no
era la primera vez que ese legendario viaducto resultaba destruido. Su primer
“final” data de 1806, cuando fue incendiado para evitar el paso de los
invasores ingleses desembarcados en Quilmes (1). A lo largo del siguiente
siglo, diferentes hechos (inundaciones, derrumbes) acabaron con cada nueva
versión emplazada para el mismo propósito, aunque vale aclarar que eran
construcciones de madera verdaderamente precarias. Recién en 1903 fue levantado
un ejemplar acorde a su importancia como lugar de paso desde el sur (2), de
tipo metálico y muy pintoresco, cuyo tramo central se elevaba horizontalmente sobre
cuatro columnas para dar paso a los barcos, como puede observarse en la foto de
abajo. Así y todo tampoco logró tener una vida muy larga, pues los trabajos de
rectificación y ensanche del Riachuelo obligaron en 1931 a reemplazarlo por el
mismo que actualmente conocemos como “viejo”.
Muy cerca de allí existe cierto comercio gastronómico devenido en una especie de leyenda histórica, no sólo del barrio, sino de toda la ciudad. En efecto, El Puentecito ya es un reducto de culto para los amantes de los bodegones porteños y su comida urbana tradicional. Carnes, pastas, pescados, mariscos, postres abundantes y golosos, entre otros, son los platos que deleitan a quienes siguen buscando lo que se consume típicamente en Buenos Aires desde hace al menos cien años. De modo complementario, la casa suele ofrecer en forma sorpresiva algunas preparaciones que no aparecen en la carta, cuya existencia sólo se hace evidente a través de las recomendaciones verbales de los mozos (en ese sentido, el autor de este blog no olvida haber ingerido allí, hace varios años, un excelente guiso de mondongo). Y quizás sean tales detalles los que determinan el éxito, los que marcan la diferencia, como la ambientación con aires de vetustez o la atención formal y a la vez campechana de su experimentado personal de salón.
Muy cerca de allí existe cierto comercio gastronómico devenido en una especie de leyenda histórica, no sólo del barrio, sino de toda la ciudad. En efecto, El Puentecito ya es un reducto de culto para los amantes de los bodegones porteños y su comida urbana tradicional. Carnes, pastas, pescados, mariscos, postres abundantes y golosos, entre otros, son los platos que deleitan a quienes siguen buscando lo que se consume típicamente en Buenos Aires desde hace al menos cien años. De modo complementario, la casa suele ofrecer en forma sorpresiva algunas preparaciones que no aparecen en la carta, cuya existencia sólo se hace evidente a través de las recomendaciones verbales de los mozos (en ese sentido, el autor de este blog no olvida haber ingerido allí, hace varios años, un excelente guiso de mondongo). Y quizás sean tales detalles los que determinan el éxito, los que marcan la diferencia, como la ambientación con aires de vetustez o la atención formal y a la vez campechana de su experimentado personal de salón.
El Puentecito, su comida porteñísima y su increíble edificación, levantada durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. ¿Cómo no acercarse, aunque sea una vez?
Notas:
(1) Finalmente, los ingleses hicieron algo muy práctico:
después de un breve tiroteo en la zona del puente (ya incendiado) lograron el
repliegue de las tropas virreinales. Luego, un grupo de marinos cruzó el
Riachuelo a nado y logró la captura de los navíos que habían sido amarrados en
la orilla norte. Con ellos en su poder (suponemos que se trataba de simples
botes y barcazas), la fuerza invasora realizó el cruce y entró en Buenos Aires.
(2) De hecho, fue el único puente sobre el Riachuelo hasta
1859, cuando se levantó el Puente Alsina a
la altura del actual barrio de Nueva Pompeya. No hubo otras opciones de cruces
viales (sí ferroviarios) hasta 1914, año
en que empezó a funcionar el Transbordador
Nicolás Avellaneda, es decir, la más antigua de las dos emblemáticas
estructuras que aún podemos ver en La Boca.
(3) Recordemos que hasta las primeras décadas del siglo XX,
los términos fonda, bodegón, boliche, cantina y restaurante no tenían el mismo
significado. Ya hemos abundado sobre el tópico en muchas entradas subidas hace
tiempo
(4) En alguna época llamadas Calle del Puentecito y Sola,
respectivamente.
(5) El frente sobre Vieytes es hoy más corto (aunque parece más largo por la planta alta), producto de
una subdivisión posterior de la propiedad, que antaño se prolongaba por esa
calle tanto como por Luján . Sería muy largo de explicar aquí, pero dicha
“amputación” del edificio todavía se percibe a simple vista, no obstante el
paso de los años
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