Al finalizar la entrada anterior anticipamos que en esta
última parte de la serie nos ocuparíamos de los importadores y sus productos.
Olvidamos así mencionar un complemento importante: los incipientes fabricantes
argentinos del ramo alimenticio, quienes tienen un espacio destacado dentro de
la Gran Guía 1886 de la Ciudad de Buenos Aires escrita e impresa por
la editorial de Hugo Kunz. En efecto,
el período que nos ocupa resulta bien ilustrativo de esa duplicidad de
orígenes, observable tanto en la enorme cantidad de productos extranjeros como
en el creciente número de emprendedores locales dispuestos a fabricar y
comercializar los artículos de consumo cotidiano. Como dijimos en cierta
ocasión, el típico cuadro según el cual nuestra industria era prácticamente
nula puede resultar cierto hasta el decenio de 1870, pero ya no lo
era a fines de la década de 1880, y mucho menos en los tres ramos que nos
interesan: los comestibles, los bebestibles y los fumables.
Si bien las mercancías de origen foráneo seguían “copando la
plaza”, por decirlo de alguna manera, cada año se percibía una progresivo
aumento en la oferta de producción nacional. Hablando específicamente de 1886,
el segmento de artículos de lujo era terreno casi exclusivo del comercio
exterior (vinos y bebidas finas, alimentos envasados de tipo gourmet, etcétera), mientras que la
competencia vernácula se manifestaba más acentuadamente en los productos
económicos y en el granel. Pero eso comenzaba a cambiar, toda vez que iban
consolidándose lentamente los elaboradores argentinos de conservas, dulces y
demás rubros del mismo tenor, tal cual lo demuestran numerosas publicidades
como las que veremos a continuación. Por su parte, la fuerza importadora
quedaba fielmente registrada en documento oficiales A modo de ejemplo, el Registro Estadístico de 1887 indica que
ese año desembarcaron en nuestros puertos
5.646.026 kilos de aceite de oliva, 16.099.471 de arroz,
22.912.687 de azúcar, 120.668 de
chocolate, 239.045 de confites y dulces, 1.771.338 de frutas secas, 1.509.581 de pesca en
conserva y 13.565.427 de yerba .
¿Qué encontramos entonces en la guía? Comencemos con una casa introductora capaz de ilustrarnos
bien sobre el tipo de enseres ingresados vía importaciones hace ciento treinta
años. Se trata de la Viuda Sand e Hijo,
que ofrece una nutrida batería de vinos, aperitivos, destilados, conservas
alemanas finas, salchichones hamburgueses, jamones, tocino, salchichas y
chorizos de varias clases (en latas), frutas secas (guindas, manzanas, bickbeeren) (1), quesos Gruyere,
Emmental, Chester, Stilton, Roqeufort, Pategras, Suizo, de Holanda y Limburgo,
arenques, anchoas (anchovis), sardinas (sardellen) y salmón ahumado en aceite.
Finalmente, en la parte inferior anuncia sus “especialidades”: cerveza
embotellada de Munique (Munich) con
las marcas Gallo y Pschort, chucrut de Magdeburgo y manteca salada dinamarquesa.
Para ilustrar sobre la embrionaria industria alimenticia
criolla empezaremos por dos casos análogos. La Fábrica de conservas de Amadeo Gruget propone una notable
pluralidad de preparaciones saladas y dulces, desde aves de caza (perdices, batitus, becasas, becasinas, chorlitos
y martinetas) hasta pescados, embutidos y sopa de tortuga, pasando por
hortalizas, frutas al natural, frutas en almíbar y mermeladas. Romani y Cía. se destaca por sus patos
escabechados, así como por una singular carne
de vaca en gelatina, que promociona asegurando su condición de “preparación única” que “puede tomarse fiambre y para obtener una
buena sopa agréguesele un litro de agua.” Y concluye: “para la gente de a bordo, para la campaña y en general para todo punto
donde no haya carne fresca. Es el fiambre más nutritivo y sano, así como el más
barato.”
Repasemos brevemente otros tres ejemplos variados. La Fábrica a vapor de arroz de maíz de Ángel
Podestá , ubicada en el Camino de
Gauna (actual avenida Gaona), producía “arroz de maíz para pucheros,
guisos, etc.” y también “maíz pisado para mazamorra y locro”. La Chocolatería Franco-Americana de H. Leroux afirmaba
que sus productos rivalizaban “con éxito, tanto en precio como en calidad, con
los chocolates más acreditados.”
Cerrando el repertorio de manufacturas argentinas, La Industrial, Fábrica a
Vapor de Aceites Vegetales producía y vendía “aceites comestibles y para
máquina”. Nos preguntamos cuán delgada sería la línea que separaba
una categoría de la otra.
Terminamos parabólicamente de regreso a los importadores, en
este caso enfocados en las riquezas del Paraguay. Primero con la publicidad de
la yerba mate El Cacique “suave, aromática, estimulante y nutritiva” y luego con El Plata, casa
especializada en artículos paraguayos de L.
Coxola, donde ubicamos una perlita relativa a la singular descripción de sus heterogéneos productos: yerba mate, tejidos de ñandutí, cigarros, dulces, caña paraguaya… y flechas
de los indios.
Tal cual hicimos en las ocasiones previas, rematamos esta
última entrada de la serie con una antigua postal porteña: los viejos Portones de Palermo, que hasta comienzos del siglo XX eran el marco
de ingreso a los bosques por Avenida
Sarmiento.
Notas:
(1) Arándanos.
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