Hace mucho tiempo, cuando la búsqueda virtual ni siquiera
era imaginada en la ficción futurista, el público tenía diferentes maneras
para acceder a los datos elementales sobre la ciudad de Buenos Aires. El más
común era recurrir a las numerosas publicaciones que se editaban con el nombre
de Guías y diferentes aditamentos de
especificación como Guía para Viajeros o Guía de Comercio. Algunas de ellas comenzaron con esos perfiles turísticos y mercantiles para luego evolucionar hacia los simples planos
de calles, logrando así una prolongada vigencia cronológica (la Guía Peuser,
por ejemplo), mientras que otras tuvieron sus tiempos de gloria en el
transcurso del siglo XIX, como la otrora famosa Guía Kraft -bien conocida por cualquier investigador del pasado
porteño que se precie de tal- o la menos célebre Guía Kunz. Esta última era verdaderamente notable, pues su casi
millar de páginas comprendía una completa nomenclatura de todos los domicilios
existentes en el entonces reducido casco urbano, arteria por arteria y número
por número, incluyendo quién era el propietario de cada inmueble y quiénes sus ocupantes.
Como si eso fuera poco, el singular prospecto antecesor de las guías telefónicas también pregonaba la ocupación de los ciudadanos, haciendo las veces de un auténtico censo poblacional. La completitud de su edición correspondiente al año 1886 se expresa además en los múltiples caminos para acceder a la información (por calle, apellido, ocupación o rubro comercial), en su carácter multilingüe (español, italiano, francés, inglés, portugués y alemán) y en su manifiesta minuciosidad. Como cierre de todo ello había un apéndice publicitario donde no faltaban los quehaceres vinculados al comer y el beber que tanto nos preocupan aquí, y en los que pondremos nuestra atención a lo largo de tres entradas. Hoy vamos a enfocarnos en el tema gastronómico propiamente dicho resaltando la marcada presencia de elementos destinados a despertar el interés de las nutridas colectividades europeas. Para comenzar tenemos un dueto bien representativo: el English Restaurant de la calle Lima y el Café Holandés de Rivadavia 400, que a su labor culinaria añadía la importación de artículos propios del neerland como ginebra, bitter, arenque, pescado de sal, cerveza y hasta flores de Haarlem.
Mientras tanto, el Hotel
de la Cruz de Malta de David Bissone contaba con un café y restaurante en
el que servían (de acuerdo a su anuncio) comida
a la italiana, francesa e inglesa, acompañada por vinos italianos y
extranjeros (1). En el aviso del Bier
Convent de Carlos Aue, en cambio,
sólo se difunde culinaria germana junto
con cerveza "del barril" y cervezas extranjeras. No hay pormenores sobre el tipo
de viandas que servía el Restaurant y
Posada del Correo de Antonio Baragiola, aunque las líneas escritas en la
parte izquierda despejan cualquier duda respecto a su identidad nacional: “colazione e pranzo (desayuno y
almuerzo) a tutte le ore; vini e liquori
di tutte le qualitá a prezzi modici.”
En Victoria 694 esquina Zeballos (actualmente Hipólito Yrigoyen y Virrey Cevallos) (2) era sita la Panadería Alsaciana de Grinner y Metz, quienes por lo visto contaban con una producción ampliamente superadora de la impronta teutona sugerida por sus apellidos. En efecto, el aviso indica facturas de tortas de todas clases por mayor y menor, pero la mayor curiosidad reside en la oferta de pan inglés, francés, alemán e italiano. Finalmente, en el Almacén Liberal de José Cibeira la población podía surtirse de las siguientes vituallas y bebestibles: gran surtidos de vinos –Oporto, Jerez, Málaga, Asti, Livorno, Champagne, Burdeos, Argentinos. Cervezas inglesas y alemanas. Especialidad en yerbas, café, té, salames, jamones, chocolates y conservas francesas y españolas, legumbres, etc., etc. Nada mal para lo que normalmente imaginamos asequible hace 130 años, si bien ya hemos visto en este blog que dicha época se caracterizó, entre otras cosas, por la enorme disponibilidad de artículos argentinos e importados.
En Victoria 694 esquina Zeballos (actualmente Hipólito Yrigoyen y Virrey Cevallos) (2) era sita la Panadería Alsaciana de Grinner y Metz, quienes por lo visto contaban con una producción ampliamente superadora de la impronta teutona sugerida por sus apellidos. En efecto, el aviso indica facturas de tortas de todas clases por mayor y menor, pero la mayor curiosidad reside en la oferta de pan inglés, francés, alemán e italiano. Finalmente, en el Almacén Liberal de José Cibeira la población podía surtirse de las siguientes vituallas y bebestibles: gran surtidos de vinos –Oporto, Jerez, Málaga, Asti, Livorno, Champagne, Burdeos, Argentinos. Cervezas inglesas y alemanas. Especialidad en yerbas, café, té, salames, jamones, chocolates y conservas francesas y españolas, legumbres, etc., etc. Nada mal para lo que normalmente imaginamos asequible hace 130 años, si bien ya hemos visto en este blog que dicha época se caracterizó, entre otras cosas, por la enorme disponibilidad de artículos argentinos e importados.
En la próxima entrada veremos lo que corresponde a vinos,
cervezas, aperitivos, destilados y licores. Mientras tanto nos despedimos con
una bonita imagen coloreada típica de las viejas tarjetas postales en las
vísperas del 1900, donde se observa cierta esquina irreconocible en la
actualidad: Martín García y Paseo Colón, vista hacia el sudeste desde la
barranca del Parque Lezama. El edificio en primer plano a la derecha es la
legendaria estación de pasajeros Casa
Amarilla, con su restaurante y su cartel de Peppermint, una especialidad de los Licores Cusenier.
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Como se puede observar, el original reza textualmente“estranjeros”. Hay infinidad de errores
de ortografía y algunos modismos idiomáticos de época en las publicidades que
presentaremos durante toda la serie. Por ese motivo voy a transcribirlos de
manera correcta para evitar aclaraciones en cada caso.
(2) Vale puntualizar que las numeraciones no son las
actuales. Hasta 1893 los números se asignaban acumulativamente y no había
límites determinados para cada cuadra. De esa manera no existía ningún tipo de
uniformidad, haciendo que dos calles paralelas en una misma manzana pudieran
exhibir numeraciones muy alejadas entre sí.
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