Además de ser una de las producciones más importantes a
nivel provincial, el tabaco de Corrientes cuenta con antecedentes históricos que se remontan a
los primeros tiempos de nuestra patria. En Buenos
Aires, desde 70 años atrás, José Antonio Wilde lo menciona en dos
oportunidades dentro de una misma frase. Refiriéndose al consumo tabacalero en
la época inmediatamente posterior a la independencia, dice lo siguiente: “aunque se vendían cigarrillos hamburgueses,
de Virginia, paraguayos, correntinos y aun algunos habanos, el que más se
consumía era el cigarro de hoja que podría llamarse del país, fabricado con
tabaco del Paraguay, de Corrientes, de Tucumán y, algunas veces, aunque muy raras, del
cultivado en esta provincia” (por Buenos Aires). Al respecto del estado
mesopotámico, las estadísticas, referencias y rastros documentales de las
décadas posteriores son contundentes por partida doble, ya que señalan la importancia del cultivo de esa
materia prima en forma análoga a la de su
manufactura.
No es demasiado complicado encontrar estadísticas que avalen lo dicho con anterioridad durante los tiempos federales y la década posterior a la batalla de Caseros, cuando Buenos Aires
era una entidad política y económica independiente. Precisamente por esta
última razón, los productos que llegaban a su territorio desde el resto de las
provincias eran considerados importaciones y así quedaban registrados en los
cómputos correspondientes. Podríamos señalar bastante data al respecto, pero
nos limitaremos a las cifras más pretéritas que hemos podido localizar, nada
menos que del año 1838, cuando el Registro
Oficial del Gobierno de Buenos Aires dejó asentado el ingreso (1) de 67.000
cigarros correntinos. El valor del
testimonio estriba no sólo en su antigüedad,
sino también en la denominación inequívoca del ítem. Por lo visto,
“cigarros correntinos” definía un producto tan específico como “cigarros
paraguayos” o “cigarros habanos”. Y no obstante la creciente competencia que se
iba a dar en los decenios siguientes merced al arribo de puros extranjeros de
nuevos orígenes, la industria tabacalera correntina continuó creciendo. Según
cifras citadas por Dimas Helguera en La
producción argentina en 1892, ese año Corrientes acreditaba el cultivo de
40 millones de plantas de tabaco, seguida por Tucumán, con 30 millones, y la
aún incipiente Misiones, con 5 millones.
Valorando semejantes antecedentes, no iba a pasar mucho
tiempo para que realizáramos la degustación de ejemplares emparentados con un
consumo que tuvo enorme popularidad y que todavía
subsiste como parte de una típica industria regional. Para ello nos remitimos a
dos prototipos provenientes de Goya, el departamento de capital homónima
recostada sobre el río Paraná, al sudoeste de la provincia. La fortuna nos hizo
conseguir productos de similar ascendencia geográfica pero distinta
elaboración: por un lado, los puros Mi
País, marca bastante asequible en comercios del ramo, y por otro unos
cigarros absolutamente anónimos, adquiridos por cierto amigo en la ciudad de
Goya al modo del puesto callejero.
Eso nos permite vislumbrar un panorama cronológicamente bien amplio, ya que
tenemos un arquetipo de la industria tabacalera provincial en su funcionamiento
moderno, formal y bien constituido, así como un ejemplo vivo de la actividad
según la vieja usanza de la manufactura artesanal a escala familiar.
Las diferencias entre los modelos comienzan en el aspecto
visual. Mientras los Mi País se ven
cilíndricos y rectos, sus coterráneos sin marca comercial muestran un formato
irregular someramente semejante a lo que técnicamente se denomina doble figurado o perfecto, es decir, abultado en el medio y angosto en las puntas. En
cambio, no se verifican grandes desigualdades en el color de las capas, bastante claras o “pálidas” en ambos casos, con leves reminiscencias del colorado en Mi País (2). Conforme a su prolijo
armado, este último pasó sin problemas por el encendido mostrando siempre una
ceniza firme y compacta. Sus aromas y sabores se sitúan dentro de valores
medios a suaves con cierto toque de dulzor apenas perceptible. Los artesanales
no se quedaron atrás en cuanto a las bondades de su manufactura, con encendido y desarrollo de la ceniza irreprochables, aunque mostraron un sabor más seco -pero menos marcado- sin dejar de ser
agradables. Después de un rato (10 a 15 minutos), los dos empezaron a sugerir
algo más de profundidad sápida y aromática, con sutiles dejos de cuero y puntos
tostados. De todos modos, si los confrontamos con otros tabacos de consumo
histórico en la Argentina, como los de Paraguay, Cuba o Italia, podemos afirmar
que se trata de productos decididamente inscriptos en el segmento de lo
“suave”.
Catamos así unos puros correctos, de porte gustativo simple,
abordables en cualquier momento del día. En cierta forma, su perfil recuerda al
buen tabaco criollo que se utilizaba
en el cigarrillo negro de antaño. Tal vez por eso han sido fumados a lo largo
de 200 años, igual que lo hicimos nosotros en honor a sus millones de consumidores
pasados y actuales, los mismos que disfrutaron , disfrutan y seguirán
disfrutando del cigarro correntino en campos, pueblos y ciudades de nuestro
país.
Notas:
(1) Físicamente hablando, suponemos que se trata de la suma
de entradas según el método más práctico de la época: la vía fluvial directa Corrientes - Buenos Aires. En ese entonces, las comodidades portuarias de esta
última urbe se limitaba al incómodo desembarco en el pando y barroso Río de La Plata, incluyendo la obligada
transferencia de pasajeros y mercaderías a botes o carretas para llegar a la
costa. En su defecto, el puerto natural más cercano era la Boca del Riachuelo,
aunque también tenía sus dificultades de calado y falta de infraestructura
elemental.
En el caso específico de Goya (enclave tradicional de las
fábricas de cigarros), también cuenta con su puerto desde comienzos del siglo
XIX. La siguiente foto pertenece a la década de 1950 y fue obtenida del
interesante sitio www.histarmar.com.ar
(2) Existen algunos nombres más o menos aceptados para
definir la intensidad cromática del tabaco que se utiliza en las capas de los
puros.
Muy interesante el artículo. Soy de la provincia de corrientes y recientemente me volqué al consumo de tabaco para pipa. Por eso estoy descubriendo que mi provincia tiene el mejor tabaco criollo del país... De a poco voy aprendiendo detalles de la producción tabacalera en el país con esta nota he aprendido mucho.
ResponderEliminarSaludos desde Mi Taragüí.
PAblo.-
Muy bueno el artículo. Compartí el link de su blog en la página de Facebook del formosa pipa club.
ResponderEliminarSaludos