La importación y el desarrollo del consumo de whisky en nuestro
país durante el siglo XIX es un tema que merecería ser precedido por una breve
introducción relativa a la historia de la bebida, pero sobre ese particular existen cientos (o tal vez miles) de referencias asequibles en blogs, sitios
webs y medios gráficos de todo tipo. Por lo tanto, sólo nos limitaremos a
señalar que durante el período en que ubicamos las primeras señales del arribo
a nuestros puertos de “aguardientes” desde
las islas británicas, allá por 1862, la industria en cuestión se encontraba en
pleno proceso de crecimiento. Muchas de las destilerías y marcas mejor
reconocidas de la actualidad nacieron en
esa centuria, como Glenlivet (1823), Talisker (1831), Cardhu (1824), Knockando (1898),
Glenmorangie (1843) y Glen Scotia (1832), entre tantas otras.
No debe extrañar, entonces, que la
presencia de destilados entre los ítems de nuestro tráfico comercial con el
Reino Unido sea de tan antigua data, aunque su análisis detallado genera
interrogantes que trataremos de ir esclareciendo en el debido orden cronológico
merced a una serie de viejos testimonios documentales.
Como dijimos, la primera aparición legitimada por
estadísticas oficiales resulta ser una importación de origen británico
descripta como “aguardiente en cascos” de 1862. No hay ninguna remesa similar
enviada desde UK antes de ese año, ni
en cascos, ni en botellas, ni bajo ninguna otra presentación, por lo que
podemos tomar esa fecha como el antecedente pionero de la saga whiskera en nuestro país.
El renglón de marras apunta 8.100 galones (unos 36.000 litros) (1) que
recalaron aquí en recipientes de madera, pero debemos señalar también que no es
posible obtener certidumbres absolutas sobre la naturaleza de todo ese volumen.
Dicho de otro modo, no hay forma de saber si los 8.100 galones (compuestos por diferentes
embarques a lo largo del año) corresponden a la bebida de nuestro interés,
aunque sí podemos asegurar que dentro de esa cantidad había una parte
mayoritaria de whisky, tal vez rústico, tal vez primitivo, tal vez
cualitativamente marginal, pero whisky al fin. ¿Por qué motivo hacemos
semejante aseveración? Porque (ya que hablamos de Inglaterra), como bien decía
el genial Sherlock Holmes de Arthur
Conan Doyle, las deducciones más lógicas se obtienen luego de descartar todas
aquellas que no lo son. Veamos…
A falta de mayores precisiones, ¿qué otras bebidas espirituosas
podrían haber llegado a la Argentina en cascos, desde Gran Bretaña, en 1862? La
primera inferencia lógica es el Gin,
pero podemos desecharla de plano inmediatamente, ya que ese producto no era
descripto como “aguardiente” sino como ginebra,
y además casi nunca se lo fraccionaba en cascos, sino en botellas de vidrio, porrones de gres o damajuanas. La segunda posibilidad con mayores chances es
algún alcohol de caña tipo Ron nativo
de las Antillas o de otros puertos sudamericanos y caribeños, pero eso también
se derrumba enseguida, puesto que tales mercaderías arribaban en forma directa
y abundante desde sus respectivos países productores, como Cuba, Brasil y
Paraguay, con quienes la Argentina tenía una fluida relación comercial, sin
necesidad alguna de pasar por Londres (2). Lo mismo sucede con cualquier otro
destilado que nos venga a la mente, sea porque se lo asentaba con un nombre
distinto, porque no se lo despachaba en cascos, porque era importado en forma
directa desde otra procedencia o porque su consumo local resultaba
insignificante. Podríamos señalar más fundamentos que le dan consistencia a
nuestro postulado, como la agresiva política exportadora iniciada por las
destilerías escocesas en esa misma época o la gran colectividad británica
instalada entonces en nuestro país, pero creo que lo visto es suficiente. Todos
los dedos de la investigación histórica apuntan al whisky como protagonista de
esta vieja e intrigante mención, volcada de un modo muy genérico por la pluma
de los empleados aduaneros porteños hace 153 años.
Con el correr del tiempo nuestras importaciones se volvieron
variadas y suntuarias. El ingreso cada vez mayor de bebidas prestigiosas y
caras desde las grandes capitales de Europa obligó a ir abandonado
paulatinamente aquellos rótulos primitivos que registraban casi todos los
destilados como “aguardientes” y “cañas”, según el caso. En consecuencia, tanto las menciones de carácter estadístico
como las propias marcas de los productos y sus publicidades se volvieron más precisas al indicar orígenes, tipos y
calidades. Como ejemplo emblemático de lo dicho, el capítulo de comercio del censo
1887 (es decir, 25 años después de aquella aparición inicial) detalla algunos
de los especímenes más destacados de la época dentro del segmento que nos ocupa,
asequibles por botella en los comercios del ramo: los escoceses Garnkirk, Walker y Higgins, así como
cierto ejemplar irlandés sin mayores datos nominales, todo ellos con precios
que fluctúan desde los $ 1,25 hasta los $ 1,60 entre 1885 y 1887.
Pero aunque el viejo spirit
ya era reconocido por su auténtica
gracia y había disponibilidad de buenas etiquetas embotelladas en origen, su
llegada en barriles no se detuvo. Hasta los años finiseculares del XIX e
incluso durante las dos primeras décadas del XX
encontramos evidencias concretas de embarques a granel. Para graficarlo
elegí cierto cuadro de uno de los tantos y antiguos Registros Estadísticos que
presenta el minucioso resumen de las importaciones whiskeras durante los años 1891, 1892, 1893, 1894 y
1895, donde puede observarse separadamente la evolución de los arribos en
botellas y en cascos.
De dichos números se desprende que mientras el grupo de los embotellados crece en forma significativa, de 3.792 docenas en 1891 a 12.768 en
1895, los cascos se mantienen estables con ligeras oscilaciones entre los
16.000 y los 23.000 litros totales. Es obvio que una modalidad iba ganando terreno toda vez que la otra se
estancaba, pero ello no nos preocupa demasiado porque conocemos el desenlace
final, algunas décadas después: para 1930 el whisky importado (3) venía exclusivamente
en botellas y los barriles habían desaparecido. Lo que sí nos interesa, y mucho,
es saber qué se hacía con todo ese volumen desembarcado en cascos durante
setenta años. Descarto el envío directo al consumo así tal cual, porque no
conozco testimonio alguno de whisky despachado suelto en bares, cafés o
pulperías (algo que llegó a ser
frecuente, en cambio, con la caña, la grapa y hasta el cognac). Sólo nos queda entonces
una posibilidad, que es el fraccionamiento en nuestro país. Y de ello hay
indicios bien claros: en los años previos al 1900 eran frecuentes las publicidades ofreciendo ejemplares escoceses con marcas ignotas creadas por los mismos embotelladores argentinos, incluso bajo el
paraguas de alguna distribuidora o cadena célebre, como la legendaria Gath y
Chaves.
Hoy el whisky es el destilado de mayor éxito en el mundo,
con su propia legión vernácula de seguidores y fanáticos. Por eso, no está de
más volver sobre sus primeros pasos en esta parte del mundo, cuando la palabra Argentina apenas empezaba a cobrar significado.
Notas:
(1) Utilizando como parámetro el galón inglés, equivalente a
4,54 litros. Existe también un galón americano de 3,78 litros, pero es muy poco
probable que la referencia haga alusión a esta última medida.
(2) Ver entrada del 4/11/2014, “Las importaciones de
comestibles y bebidas en los comienzos de la unidad nacional 3”.
(3) En realidad, no hubo whisky que no fuera importado hasta
fines de la década de 1940, cuando se elaboraron los primeros ejemplares
de industria nacional.
Interesante nota del whisky. Si querés, puedo enviarte algunos avisos antiguos de whisky. Mi e-mail es: arulomban@yahoo.com.ar
ResponderEliminarMuchas gracias. A la brevedad me pondré en contacto.
EliminarBuenas tardes, me gustaría ponerme en contacto contigo. En estos momentos me encuentro realizando una investigación sobre vermouths y aperitivos, y valoraría mucho tu sabiduría en el tema. Te dejo mi mail: arulomban@yahoo.com.ar y mi blog en el cual escribo sobre la historia de la coctelería argentina, http://elbarmanclasicoargentino.blogspot.com.ar/
ResponderEliminarSaludos. Ariel Lombán.
Hola. Me podrías indicar las fuentes de los datos de importaciones? Estoy realizando un video sobre la historia del whisky en Argentina y me gustaría poder contar con la fuente original. Gracias.
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