jueves, 17 de enero de 2013

Estampas del comercio antiguo: los mercados

En su acepción fundamental, el mercado es una de las figuras más antiguas del comercio urbano. En él no solamente de realizaban todas las transacciones imaginables de diferentes mercaderías, sino que también se establecía una suerte de convención social: el encuentro periódico entre comerciantes y clientes, con la correspondiente rutina de saludos, charlas y cotilleos. Desde luego, eso también sucedía en la Argentina. Cada ciudad importante de la patria tuvo al menos un ejemplar, y en las grandes urbes llegaron a existir numerosos mercados de diferentes tipos y especialidades: aves, frutas y verduras, flores, pescados y un largo etcétera. Buenos Aires capital, por ejemplo, llegó a sumar  más de cincuenta lugares de este tipo (sin contar las ferias ambulantes) (1), tomando en consideración los grandes mercados concentradores, los pequeños mercados barriales y las ferias municipales inmuebles emplazadas en la segunda mitad del siglo XX.


Desde finales del siglo XIX, las autoridades porteñas tuvieron la intención de aglomerar la actividad que nos ocupa en pocos sitios de mucha envergadura, pero la realidad de una metrópolis en permanente crecimiento echó por tierra cada intento al respecto. Así, no dejaron de instalarse distintos puntos de comercialización en plazas,  descampados  o construcciones específicas para ese fin. No obstante, hay algunos nombres históricos que pasaron a la posteridad como arquetipos de la estampa que estamos analizando. Hoy nos vamos a referir a los más importantes, como fueron el Mercado del Centro, el Mercado de Abasto y el mítico Mercado del Plata. El primero de ellos, también conocido como Mercado Viejo, data de los tiempos de la independencia nacional y se ubicaba en la manzana comprendida entre las calles Moreno, Perú, Chacabuco y Alsina. Tenía una curiosa característica de diseño: el principal corredor interno era una diagonal que cortaba el predio en dos triángulos, desde la esquina de Alsina y Perú hasta la de Chacabuco y Moreno. A pocos metros de allí estaba establecido un café muy concurrido por puesteros y changadores.  Esta legendaria plaza de compras, la primera de cierto porte con que contó la ciudad, fue demolida en 1912 para permitir los trabajos de apertura de la Diagonal Julio A. Roca, más conocida como Diagonal Sur. Las dos primeras fotos de esta entrada le corresponden, y en una de ellas se pueden observar, al fondo, las torres del Cabildo y de la Iglesia de San Ignacio.


Otro representante del rubro no menos proverbial fue el Mercado del Plata, inaugurado en 1856 en el solar que anteriormente ocupaba la llamada Plaza Nueva, es decir, la media manzana comprendida por  las actuales arterias Sarmiento, Carlos Pellegrini, Perón y Pasaje Carabelas (ex Cuyo, Artes, Cangallo y Cortada del Mercado del Plata, respectivamente) Sin  ser  majestuoso  por  tamaño  o arquitectura, el Mercado del Plata se inmortalizó por la calidad superlativa de su mercadería y por la notoria oferta de productos frescos fuera de sus correspondientes épocas del año, sin frigoríficos de por medio. De esa manera, era posible conseguir allí frutas y verduras estacionales hasta varios meses después de su desaparición en cualquier otro comercio del rubro. Quien suscribe no lo llegó a conocer, pero recuerda perfectamente un puesto de pastas en la feria municipal de su barrio (alrededor del año 1980), cuyo letrero ostentaba los nombres y apellidos de los dos socios propietarios con el orgulloso aditamento “ex-Mercado del Plata”, lo que constituía toda una credencial de excelencia. En 1947, luego de noventa años de funcionamiento, aquella legendaria locación cayó bajo la picota con el fin de construir un edificio -que tomó su nombre- para uso administrativo de la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.


No se puede realizar una reseña del tema sin mencionar al más recordado de todos: el gran Mercado de Abasto, seguramente el del mayores dimensiones y fama consolidada en la república. El edificio original se inauguró en 1893 como mercado exclusivo de frutas y verduras, pero las necesidades operativas hicieron necesaria su reconstrucción  total entre 1931 y 1934 (2). A partir de entonces abarcó todas las actividades de provisión, tanto de frutas y verduras como de aves, carne y productos derivados. Cabe aclarar que tanto el Abasto como los casos mencionados antes atendían la venta mayorista y minorista por igual, pero el paso del tiempo los volvió obsoletos: la aparición de los supermercados, la ubicación demasiado céntrica y los problemas derivados de la falta de higiene y de normas sanitarias adecuadas a los tiempos modernos (que se hicieron muy notorios con los años) no perdonaron a tan pretérita modalidad del comercio.


Al día de hoy sólo se conserva un prototipo válido funcionando cien por ciento como tal, incluyendo el movimiento y la dinámica de antaño: el Mercado del Progreso, en Caballito (Rivadavia y Del Barco Centenera), que viene a ser un émulo del antiguo Mercado del Plata por la calidad y el precio elevado de sus productos (3). Vale la pena visitarlo aunque sólo sea como paseo, ya que conserva bastante del viejo espíritu  mercaderil.

Notas:

(1) En una futura entrada nos vamos a ocupar de las Ferias Ambulantes.
(2) Eso incluyó un enlace con la línea B de subterráneos, que a su vez se comunicaba con el Ferrocarril Urquiza. De esa manera podían acceder desde el túnel convoyes de carga hasta el subsuelo del establecimiento, que contaba con la correspondiente infraestructura de playa de maniobras y andenes para la descarga. El remolque estaba a cargo de nobles locomotoras eléctricas, algunas de las cuales se conservan como piezas de museo en entidades de preservación. Aquel túnel fue desafectado en 1952 luego de un incendio. Sin embargo, una parte del mismo perdura visible sobre la vía norte entre las estaciones Carlos Gardel y Pueyrredón, es decir, yendo hacia Leandro N. Alem.

 








(3) Aunque es muy bonito, no se puede considerar como funcional al Mercado de San Telmo, dado que ha sido ocupado mayoritariamente  por vendedores de antigüedades. Otros mercados barriales subsisten agónicamente con muy pocos puestos en situación activa. En ciertos casos se han conservado fachadas, techos y otros componentes estructurales (caso Spinetto o el propio Abasto), con finalidades de preservación puramente arquitectónica.


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