domingo, 5 de mayo de 2013

La aventura de los vinos del sur 2

A comienzos de la década de 1960, el crecimiento de la vitivinicultura patagónica volvió a explotar y la superficie abocada a la actividad llegó al tope de 17.764 hectáreas. Eran  los  días  del  vino  común  con  soda  y  muchos empresarios del sur creyeron que debían salir a competir con Cuyo en tan difícil territorio  (en  realidad,  no  tenían demasiadas alternativas). De modo desafortunado, no cayeron en cuenta de las enormes ventajas que existían en Mendoza y San Juan para hacer volumen. Un productor de Cuyo, comparativamente, podía elaborar tres veces más vino con la misma superficie de viñedos, además de contar con subsidios, desgravaciones impositivas y un amplio apoyo gubernamental que no existía en las provincias australes. La única esperanza que quedaba era continuar vendiendo en el reducido mercado de la Patagonia, aprovechando la lejanía y falta de comunicación directa con Mendoza. Pero eso también se terminó hacia fines de la década de 1980: llegaron los caminos pavimentados y las grandes bodegas cuyanas construyeron plantas de fraccionamiento en Neuquén y Río Negro. En muy pocos años, la vitivinicultura patagónica sufrió un cataclismo devastador. Las 17.000 hectáreas pasaron a ser 4.000 y las 260 bodegas fueron abandonando la actividad hasta que sólo quedaron 26, muchas de ellas con elaboración intermitente o "a la demanda", es decir, algunos años sí y otros no. Sin dudas, había concluido una época. Recién hacia el 2000 la vitivinicultura austral encontraría otra vez el rumbo mediante la instalación de un gran polo bodeguero en Neuquén y el surgimiento de nuevos emprendimientos vinícolas de calidad en Río Negro.


Con todo, la desaparición de cientos de bodegas patagónicas en la crisis de fines del siglo XX no logró borrar la memoria de numerosos establecimientos que hicieron buenos vinos durante décadas. Estas son cinco de las empresas que más se destacaron en el ayer vitivinícola del sur.

- Compañía Vitivinícola del Río Negro: la primera gran bodega austral, cuya historia se encuentra prácticamente perdida en la bruma del pasado. Estaba situada en Carmen de Patagones y ya comercializaba con éxito sus propias marcas en 1910, cuando la actividad del vino apenas empezaba en el resto de la región. Los fundadores y directores fueron el italiano Carmelo Botazzi y el empresario local Enrique Mazzini. Llegó a elaborar más de medio millón de litros con las variedades Pinot Noir, Malbec, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot y Sauvignon Blanc, provenientes de 100 hectáreas plantadas en la finca San José, a pocos kilómetros al sur de Bahía San Blas. Quebró de manera temprana, en 1916, por la caída de las líneas europeas de crédito que sustentaban el proyecto. (1)


- Palmieri: Luis Palmieri, uno de los tantos inmigrantes italianos arribados al Alto Valle, compró en 1911 la chacra 204 de General Roca para plantar vides y los primeros cincuenta manzanos de la variedad red delicious que existieron el país. En 1921 edificó su bodega, equipada con piletas y gran cantidad de vasijas de roble. Tenía una capacidad operativa de un millón de litros, pero su producción fue decayendo con las sucesivas crisis hasta bajar la cortina en 1983. El edificio se conserva en muy buenas condiciones, ya que fue restaurado por los actuales integrantes de la familia.











- La Mayorina: aunque desconocido en el resto del país, se trata de un establecimiento casi legendario para los habitantes de Cipolletti. Fue fundado en la década de 1910 por Augusto Mengelle, casado con Mayorina Mazza, en cuyo honor bautizó la firma. Su chacra de 250 hectáreas con viñedos de uvas finas y alfalfa hacía las veces de "escuela agrícola" para los jóvenes de la zona. La bodega despachaba anualmente medio millón de litros de vinos finos muy apreciados en todo la Patagonia. Tuvo su apogeo durante los años veinte y desapareció en la década de 1950 por falta de recambio generacional, ya que el matrimonio Mengelle no dejó descendencia. El edificio permanece en pie, abandonado pero entero.


- Barón de Río Negro: propiedad del estanciero porteño Patricio Piñeiro Sorondo, que hacia 1910 comenzó a plantar en Allen cepas finas importadas de Francia y edificó una completa planta de elaboración en 1914. Junto a Canale, fue la única bodega patagónica que trascendió ampliamente las fronteras regionales. Sus espumantes por método champenoise "Baronet" y "Barón de Río Negro" llegaron a exportarse a Europa y se contaban entre las marcas más prestigiosas del mercado local durante las décadas de 1930 y 1940. Lamentablemente, los sucesores de don Patricio no compartían el mismo interés por la industria del vino y sostuvieron el emprendimiento de mala gana hasta principios de los años setenta, cuando la bodega cerró. Hoy sólo quedan algunas ruinas en el lugar.
 

- Bagliani: otro laborioso inmigrante italiano, Félix Bagliani, emprendió en 1932 la actividad vitivinícola con la compra de una bodega en General Roca. También era un destacado productor de conservas y dulces con plantas en Roca y Villa Regina. En sus buenos tiempos (décadas de 1940 y 1950), su vino "Marqués de Río Grande" se servía en los coches comedores del Ferrocarril Sud (luego Roca) en botellas individuales de un cuarto litro. A ese privilegio, que de por sí era todo un signo de prestigio, accedieron muy pocas bodegas de la región, entre ellas, Canale. Su edificio se encuentra en pie, abandonado.
 

En la próxima y última entrada de la serie vamos a detallar lo más destacado en una antigua nómina de productores vitivinícolas australes del año 1942, que abarca desde Hilario Acasubi, en la provincia de Buenos Aires, hasta Plottier, en Neuquén.
 
                                                              CONTINUARÁ…

Notas:

(1) En la entrada del 18/4/2012 “El primer bodeguero patagónico” hicimos una completa reseña de ese establecimiento pionero.

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