jueves, 27 de octubre de 2011

Los primeros cigarreros

En su libro Buenos Aires, desde 70 años atrás, escrito en 1878 y publicado en 1881, José Antonio Wilde (1813-1885) nos ofrece una formidable radiografía de la vida en aquella Buenos Aires que va desde la Revolución de Mayo hasta la caída de Rosas. Las costumbres, los modos de beber, fumar, alimentarse, vestirse y comportarse socialmente son minuciosamente descriptos por un privilegiado testigo que presenta los acontecimientos de una manera históricamente correcta, pero además amena, divertida y salpicada de anécdotas y vivencias personales.
En uno de sus mejores capítulos (al menos para el autor de este blog), Wilde nos habla de las primitivas modalidades de producción y consumo de cigarros y cigarrillos. Por ejemplo, señala que "las cigarrerías propiamente dichas no se conocían en los tiempos a los que nos venimos refiriendo. Las vimos con profusión en Montevideo de 1842, donde probablemente existían desde época anterior. Luego que la emigración argentina regresó después de la memorable batalla de Caseros, las cigarrerías empezaron a establecesrse entre nosotros en la forma que hoy las conocemos".
¿Dónde se hacían y vendían los productos de la manufactura del tabaco, entonces? Wilde aclara bien este punto: "Antiguamente, los cigarros se expendían en almacenes y pulperías. Hubieron después algunas casas especiales como el Almacén del Rey, el de Villariño, el Poste Blanco de Muñoz, de Giménez, de Sánchez al lado de la confitería de Baldracco, etc, donde se vendían cigarros y cigarrilos muy buscados por los aficionados al buen tabaco".


Casi todos los almaceneros tenían su picador de tabaco, "especie de profesor ambulante que iba de almacén en almacén, permaneciendo en cada uno el tiempo suficiente con arreglo al despacho de cigarrillos o de tabaco picado. También tenían su cigarrero, que colocábase en paraje a resguardo del viento (a fin de que el tabaco no se aventara), con una fuente de lata o cosa parecida puesta sobre los muslos, con tabaco picado y una provisión de hojas de papel de hilo, envolviendo y cabeceando sus cigarrillos con admirable prontitud y destreza".
Vale la pena aclarar que Wilde, obviamente, se refiere en muchas ocasiones a "cigarrillos" y "cigarros" como un mismo producto, pero el desliz propio de su entusiasmo por la descripción precisa y colorida no le quita mérito ni rigor histórico al relato. Luego sigue: "No envolvían los cigarros en papel de plomo ni tenían envelope con etiqueta"(...)"se ataban simplemente por ambas extremidades con hilo negro o colorado en número de 16 a 20".
Ahora bien, ¿cómo serían esos cigarros y cigarrillos? Muy rústicos, por cierto, habida cuenta de que no se utilizaban entonces los métodos de secado, curado y estacionamiento de los tabacos, amén de los problemas que seguramente acarreaba la falta de conocimiento en las etapas del cutlivo y el desconocimiento sobre las diferentes variedades. Sin embaro, existía una dinámica importación de productos extranjeros que se sumaba a la producción local, como bien señala Wilde al decir que "aunque se vendían cigarrillos hamburgueses, de Virginia, paraguayos, correntinos y aún algunos habanos, el que mas se consumía era el cigarro de hoja, que podía llamarse del país, fabricado aquí con tabaco de Paraguay, de Corrientes, de Tucumán y, algunas veces, del cultivado en esta provincia (Buenos Aires)".


¡Qué estampa, la de los parroquianos saboreando alguna de esas "tagarninas" junto a una ginebra o cierto vaso de vino carlón! Así eran las cosas en "la gran aldea" hasta la década de 1850, ya que luego de la caída del Restaurador de las leyes los comercios especializados del ramo (las cigarrerías, actuales "tabaquerías") empezaron a proliferar por las ciudades y pueblos, y la costumbre del fabricante cigarrero artesanal y ambulante comenzó a correrse hacia la campaña para luego desparecer (no confundir con el vendedor cigarrero ambulante, ya que éste gozó de buena salud hasta bien entrado el siglo XX). Sin embargo, como veremos en próximas entradas, tal evolución permitió el desarrollo de una gran industria cigarrera argentina entre 1880 y 1900, que llegó, en su apogeo, a ser una de las más poderosas de América.

2 comentarios:

  1. Estimado Expreso del Tiempo: descubrí este blog hace poco después de dar con "Tras las huellas del toscano". Me suscribí a los dos porque me parecen muy interesantes. Iré leyendo a partir de las entradas más antiguas y, eventualmente, comentando o preguntando algo. Te felicito por el estilo claro y ameno, la brevedad de las entradas pero al mismo tiempo la seriedad y el respaldo documental. Disfruto mucho leyendo. Merecerías tener muchos más seguidores y, además, me gustaría ver comentarios de los interesados. Gracias!!

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