El joven Carrizo
llega después a Buenos Aires para conseguir trabajo en la Policía de la ciudad,
con la recomendación que suponía entonces haber sido cabo del 6° de línea (2). Obtenido el empleo, se
dedica a recorrer las calles de aquella metrópolis porteña, chica pero a la vez
creciente. Entre diversas radiografías sociales de los elementos del “mundo
lunfardo” como escruchantes, punguistas, campanas
y batidores, el libro se
convierte en una amena narración dentro
del bajo mundo urbano, con no pocas menciones de algunos bodegones de la época.
Uno de ellos, por ejemplo, era el temible Café
de Cassoulet , situado en Viamonte y Suipacha, donde “los ladrones, con su cortejo de
corredores y auxiliares, los asesinos, los peleadores, los prófugos, toda la
gente que tenía cuantas que saldar con la justicia, buscaba un refugio para
dormir o vivir con tranquilidad”. “Allí todo era cuestión de dinero”, continúa,
“y teniéndolo, podía gozarse desde el
vino y los manjares exquisitos hasta las sobras de éstos, barajadas en un ‘champurriao’
(3) indescifrable”. También hace
referencia a cierto tipo de estafadores especializados en almacenes con
despacho de bebidas, a los que concurrían como simples ciudadanos honrados
preguntando si había “buen Oporto o buen Cognac”.
Finalmente, el
encuentro casual con un viejo amigo (en Piedad, hoy Bartolomé Mitre, y
Suipacha) nos pone delante de otro de aquellos veteranos reductos, al recordar
lo siguiente: “lo conduje hasta la ‘Crocce
di Malta’, en la calle cortada del
Mercado del Plata (4), donde a todas horas
de la noche se encontraba un pan, una botella de vino y un plato de ‘busseca’”. Notables postales de una Buenos Aires
poco conocida, que el inefable Fray Mocho se encargó de perpetuar a través de
sus obras.
Notas:
(1) En la
Argentina, la denominación de “pasteles” puede tener diferentes significados
según el lugar y la época. Podría tratarse de los pastelitos dulces, típica preparación hojaldrada que suele rellenarse con dulce de
membrillo o batata. En algunas provincias, también se hablaba así de las tortas fritas, hechas con agua, harina y
sal. En Cuyo, los pasteles son empanadas de carne dulce, y más al norte de
choclo. Por la situación descripta en el relato, lo más lógico sería pensar en alguna
de las dos primeras viandas señaladas.
(2) El Ejército de Línea o “Viejo Ejército” argentino es anterior
a las reformas impulsadas por Julio A. Roca a partir de 1880. Dotado de un
fuerte espíritu napoleónico, este
valeroso pero poco disciplinado cuerpo
se completaba con la Guardia Nacional, compuesta
por ciudadanos mínimamente entrenados que eran convocados en caso de guerra.
Muchos soldados de línea pasaron a retiro en las últimas décadas del siglo XIX,
incluso siendo relativamente jóvenes para el servicio, al concluir las campañas
contra los indios. Como bien lo refiere Alvarez, la mayoría consiguió empleo en
las distintas policías de sus respectivas provincias. En el período que va de
1880 a 1910, buena parte de las fuerzas policiales del país estaba compuesta por extranjeros inmigrantes (españoles, italianos) y soldados veteranos de línea,
especialmente en los cuadros inferiores de vigilantes, cabos y sargentos,
(3) Criollismo
por champurreado, que significa
mezcla.
(4) Actual pasaje
Carabelas.
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