La cápsula de
plomo no fue fácil de remover dado que se hallaba prácticamente “fundida” al
vidrio, por lo cual nos vimos obligados a cascarla en una especie de
desmenuzamiento a pedacitos. Concluido ese proceso, y para nuestra sorpresa, la
extracción del corcho no presentó mayores dificultades. Con el correspondiente
cuidado, el viejo tapón pudo salir entero, sin ningún tipo de rupturas, mostrando
aun orgulloso la estampa “Cordero” en uno
de sus bordes. Debido a la edad avanzada del producto decidimos no trasvasarlo
para evitar pérdida de aromas y consideramos la postura vertical de la botella
(en las horas previas a la cata) como un factor de decantación natural
suficientemente efectivo. No nos equivocamos: el servicio resultó libre de borras y elementos sólidos en
el marco de colores bien marrones, muy lógicos para un vino de más de sesenta
años de edad (1). Antes de alzar siquiera las copas para olfatearlas el
ambiente fue invadido por un sensacional y noble aroma de vino dulce añejo,
lleno de notas que recuerdan a pasas de uva, caramelo, café, regaliz y especias
dulces.
Todo ello fue confirmado por nuestras fosas nasales en el borde del cristal, embelesadas hasta el punto del éxtasis. Porque, al fin y al cabo, las expectativas se veían satisfechas con holgura, como si toda la historia del vino hubiese sido condensada en ese aroma complejo, añoso, intrigante, evocador de las sobremesas familiares y los establecimientos gastronómicos de antaño. El paso por la boca nos dejó la impresión de un vino dulce pero nada empalagoso, dotado de la acidez natural equilibrada que coloca al azúcar en un lugar secundario. Todas las impresiones olfativas fueron confirmadas: café, torrefacción, pasas (que por momentos parecían dátiles), maderas nobles y especias formaban el caudal de rasgos propios de este tipo de productos cuando son muy buenos y muy viejos. Don Francsico Cordero bien puede estar orgulloso de su obra, capaz de generar placer pasadas más seis décadas de su elaboración (2). Y dada la proximidad de las fiestas, qué mejor que rendir un homenaje final a tan destacado artículo del consumo histórico recreando el texto de una de sus antiguas propagandas, publicada en el año 1907, de acuerdo a la tipografía original:
En nuestras “crónicas de degustación” hemos tenido, hasta ahora, todo el respaldo de la diosa fortuna. Cada uno de los productos catados estaba en condiciones que nos permitieron vislumbrar cómo eran los respectivos consumos en el pasado de nuestra nación. Y seguiremos haciéndolo, pues tenemos una generosa lista de espera con más oportos, jereces, vermuts, destilados y cigarros para catar. Todos ellos estarán aquí, muy pronto (3).
Notas:
(1) Al término de
la cata aun quedaba casi media botella, que fue repartida entre los asistentes.
La parte correspondiente al autor de este blog volvió a su casa junto con el
histórico envase para ser bebida en los días posteriores. Cuando le llegó el momento
a la última fracción de líquido me percaté
de que en el fondo había un sedimento sólido con una consistencia tipo “barro”
de casi medio centímetro de espesor. La mayoría de esa materia está compuesta
por taninos y antocianos (pigmentos colorantes naturales de la uva), lo que nos
lleva a deducir otro notable dato del Vino Cordero: en la época en que fue
fraccionado, allá por el cuarenta y
pico, poseía un color rojo muy intenso.
Sólo así se explica la presencia de tanta borra, tal como ocurre con los
auténticos oportos lusitanos embotellados jóvenes, como los Vintage y Ruby.
(2) El año que
viene se cumplirá el centenario de la muerte de este insigne personaje,
acaecida en 1903. Recordamos lo señalado en la primera entrada del tema,
respecto a que su esposa e hijas
continuaron con el negocio, aunque es posible que durante los últimos tiempos
sólo hayan participado como dueñas de la marca. Nuestra botella, de la década
de 1940, indica que la fraccionadora (y quizás comercializadora) del producto
era la empresa “Rojas Hijos”, ubicada en la calle Sarmiento 3481 de la Ciudad
de Buenos Aires.(3) Próximamente incluiremos también una nueva variante dentro de la serie de degustaciones, en la cual vamos a preparar y probar los antiguos platos que se consumían en el país (tanto de la cocina criolla como de las gastronomías foráneas), haciendo foco en el siglo XIX.
Tengo dos botellas del mismo vino sin abrir, y unas cuantas reliquias más de la misma época, tambien cerradas. Si les interesan (antes que me las tome,,) aquí les dejo mi mail: nero_ar@hotmail.com. Y ... salud!!
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