La historia está centrada en aquel célebre personaje femenino y su novio, quienes se ven envueltos
en distintos enredos por causa de su propensión a decir mentiras sin medir en absoluto las consecuencias.
Promediando la película, la pareja ingresa en un bar automático para comer algo
liviano. La imagen general del local es breve, al igual que toda la escena
completa (no llega a dos minutos), pero suficientemente elocuente como para
observar en detalle ciertos artilugios propios de los negocios en cuestión, en especial los
cilindros vidriados tipo “espiral” empotrados en la pared. Es entonces cuando
el protagonista masculino coloca una moneda en la ranura y hace que el
mecanismo entre en funcionamiento, llevando su pedido (un sándwich) desde el
nivel superior hasta la salida.
Acto seguido, y como es de esperar, Catita hace de las suyas mientras se pone a golpear la pared a la voz de “¡oiga, diga, esto es una vergüenza!”, en clara postura de reclamo por una supuesta falla del mecanismo. Lógicamente, todo es una treta que hace honor al título de la película, ya que ella no colocó ninguna moneda. A pesar de todo, la jugada le sale bien y un mozo accede cortésmente a introducir, de su propio bolsillo, el correspondiente valor en la ranura. Catita, triunfante, se deleita con el bocado mal habido en base a sus artimañas.
Su novio, sorprendido por lo bien que le salió la triquiñuela, intenta hacer algo similar para procurarse una bebida gratis. Se acerca al grifo expendedor y comienza a golpear la pared repitiendo el grito: “eh, diga, esto es una vergüenza!”. Pero la suerte de la pareja concluye en ese mismo momento, puesto que se abre una de las aberturas y aparece un empleado del local que sentencia en tono poco amigable: “¡no se haga el vivo, que lo estoy mirando desde aquí atrás! (2)
Fracasado el intento de estafa, el muchacho no tiene más remedio que hacer efectivo el pago solicitado y sólo entonces logra retirar su bebestible. Luego, la pareja se acerca a una mesa alta en el centro del recinto y continúa charlando por algunos instantes más, que son los últimos de la escena.
Mucho tiempo ha transcurrido desde que los bares automáticos desaparecieron. Hoy existen nuevas modalidades de autoservicio, pero lo lindo es que podamos evocar este peculiar y pionero modo gastronómico de antaño, especialmente si lo hacemos a través de una querible pieza del viejo cine argentino.
Notas:
(1) Breve ficha técnica: “La mentirosa”. Dirección y guion:
Luis César Amadori. Intérpretes: Niní Marshall, Miguel Gómez Bao, Pablo
Palitos, Juan José Piñeiro. Estrenada el 12 de junio de 1942.
(2) Es probable que los bares automáticos hayan estado muy expuestos a ese tipo de reclamos, sobre
todo en el caso de los “avivados”. No es descabellado inferir que la
reiteración de tales episodios fue, entre otras, una de las causas de su
posterior desaparición.
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