La usanza del menú impreso nunca reconoció diferencias de
regiones ni de entornos. Podemos encontrarlo en la tierra firme o en el mar,
como hemos analizado en dos entradas anteriores, así como en los medios de
transporte más extendidos durante el siglo pasado. Por eso, vamos a dedicar
esta última entrada del tema de referencia a los repertorios culinarios
presentados en distintos
trenes que
surcaron los rieles argentinos. No es la primera vez que hacemos hincapié en el
ámbito de la gastronomía ferroviaria, ni será la última, puesto que semejante
modo de viajar fue el rey entre todos sus pares desde mediados del siglo XIX
hasta el mismo período del siglo XX. La historia de lo que se comía, bebía y fumaba
en trenes y estaciones constituye, por lo tanto, un rico material de análisis
que nos dice mucho sobre el consumo de otras épocas.
El más antiguo del puñado de ejemplares que vamos a señalar es
también el más destacado en términos de jerarquía testimonial. Se trata de la
lista de platos y vinos servidos en ocasión del viaje a Tucumán del presidente
Roque Sáenz Peña, específicamente en el almuerzo del 6 de Julio de 1912 a bordo
de un coche restaurant del Ferrocarril Central Argentino,
que hizo las veces de anfitrión forzoso durante
la travesía. Como era común entonces, el catálogo de preparaciones se ve
colmado de viandas típicas de Francia, ya sea por realidad práctica o por simple
afectación nominal:
tartines, terrines,
parfaits y
gateaux dominan la
escena desde las entradas hasta los postres y demuestran la importancia que
tenía todo lo galo en la impronta culinaria de las clases acomodadas. Los vinos
hacen lo propio, aunque con alguna sorpresa: un blanco alemán de la célebre
villa
Bernkastel (1), en el Mosela,
de la cosecha 1904. Luego le siguen tres etiquetas galas aristocráticas, como
lo son un
Chateau Latour y los champagnes
Pommery Extra Sec y
Louis
Roederer.
Desde luego, los pasajeros comunes y corrientes podían
disfrutar de platos satisfactorios pero nunca tan elaborados, como lo demuestra
cierto ejemplar
del 24 de febrero de
1934. En este caso, la línea no es otra que el Ferrocarril Buenos Aires al
Pacífico, cuyas iniciales constan en el
“porta-menú” metálico que se puede apreciar en la imagen. Como decíamos,
la nómina de condumios es asaz satisfactoria pero no por ello menos sencilla.
Jamón y lechuga, ensalada, sopa
printaniere,
gallina a la alsaciana, corderito asado con lechuga y tomate, fruta y café
demuestran una simpleza a toda
prueba.
Dejamos para el final un tesoro de extraordinaria elocuencia
histórica vitivinícola (2): la carta de vinos en un tren del ya nacionalizado
Ferrocarril Nacional General Roca (ex Ferrocarril Sud), que se puede fechar
entre los años 1948 y 1958 (3). Algunas de las marcas ofrecidas pertenecen a
bodegas que se mantienen vivas en el mercado nacional, como Norton, Escorihuela,
San Felipe, Trapiche y Canale. Pero vale la pena detenerse en algunas de las
otras,
las que ya no existen merced a la
desaparición o transformación absoluta de sus establecimientos elaboradores. En
ese grupo podemos encontrar a los otrora renombrados vinos “La Colina”, de la vieja
bodega Giol (hoy FeCoViTa), los Arizu
Cuesta
del Parral y
De Antaño, los
Carrodilla
Sauternes y
Bariloche (de la casa Nazar Anchorena),
el
Barón del Río Negro de la firma
homónima, o el menos célebre
De Ma Cave,
de la bodega
Echesortu & Casas.
Aquí también hallamos algunos especímenes bizarros, como el “Reserva
Ferrocarril General Roca” (evidentemente hecho por alguna bodega para la
empresa ferroviaria estatal) y el ignoto
Comodoro
Reserva. Tal como solemos hacer cuando un documento así lo amerita,
la imagen va a su tamaño máximo para una buena lectura.
De este modo concluimos la serie del menú histórico con la
convicción de que volveremos algún día para ocuparnos del mismo tema pero, seguramente,
desde otra perspectiva. Nuevos hallazgos, nuevas sorpresas, nuevos descubrimientos,
nuevos secretos
y nuevas incógnitas nos
esperan a la vuelta de la esquina.
Notas:
(1) Presenta un ligero error: indica Berncasteler en lugar de Bernkasteler.
Vale aclarar que, en alemán, el sufijo er
al final de un nombre propio significa “de”. En este caso, “proveniente
de”.
(2) Obtenido del blog “Caminos de Hierro en Bahía Blanca”.
Se trata de una página eminentemente ferroviaria y regional, pero que suele
ofrecer algunas joyas documentales de gran valor. El enlace es el siguiente:
http://caminosdehierroenbahiablanca.blogspot.com.ar/
(3) Durante el período señalado,
toda la papelería ferroviaria argentina contó
con el encabezamiento ENT (Empresa Nacional de Transportes). En 1958 esa
repartición fue disuelta y los ferrocarriles pasaron a la órbita de EFEA
(Empresa Ferrocarriles del Estado Argentino), con la consecuente modificación
en el material impreso. El menú de marras tiene en su tapa la inequívoca
referencia de la ENT, y de allí surge la posibilidad de fecharlo sin mayores
inconvenientes.
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