Lo que hoy conocemos como Avellaneda no fue una localidad
formalmente reconocida como tal hasta el año 1852, cuando se separó del municipio
de Quilmes para adquirir entidad propia. Incluso este último obtuvo su autonomía
en 1791 de otro aún más lejano y vasto: el de Magdalena. Pero siempre, desde
los tiempos coloniales, el Riachuelo marcó el límite sur de la Ciudad de Buenos
Aires. La denominación histórica más famosa del sitio que nos ocupa ha sido Barracas al Sud, nombre que incluso
llevó la estación del FCS hasta 1904. De un modo u otro y más allá de las
cuestiones nominales, Avellaneda lleva consigo un enorme caudal de hechos
pasados que la relacionan con la actividad de los depósitos y saladeros instalados
sobre la costa del Riachuelo, así como las industrias y comercios que se
arraigaron allí a comienzos del siglo XX. Si investigamos un poco más, podemos saber que en su tierra existieron
también numerosas quintas, en especial viñedos productores del vino “chinche”
(1). Hoy, no obstante todo lo que habría para rememorar acerca de la zona, nos
vamos a enfocar exclusivamente en sus antiguos reductos gastronómicos.
Debido a su carácter de área suburbana (mucho más marcado en
el siglo XIX), la mayor parte de los sitios para el consumo de bebidas
correspondían a esa especie de transición entre la pulpería campestre y el café
de la ciudad. Llamados “boliches” en algunos casos y “almacenes” en otros, se
caracterizaban por ser parada obligada de carreros y cuarteadores que se
dirigían desde la ciudad hacia el sur o viceversa por el Camino Real (la actual avenida Mitre), con el fin de “refrescarse”
con un vaso de caña o de ginebra, eventualmente rebajadas aplicando el mínimo
chorrito posible de limonada. Con los
años y el avance de la urbanización, muchos comercios del ramo pasaron a ser
cafés o fondas, conservando siempre algún resabio de las primeras épocas, como
la profusión de juegos de azar tipo barajas, dados y billares. Entre los
principales de todos ellos, se compone el
siguiente listado (2):
- La Buseca, lugar
considerado decano del gremio en esa localidad, cuyo origen se remonta a los
años del 1900. Era propiedad de un tal Pedro Codebó y estaba sito en el cruce
de Ameghino y Montes de Oca. Por allí pasaron algunos célebres personajes de la
payada y el tango, como Gabino Ezeiza, Betinotti, Arolas y Aieta.
- Café Ferro, en
Mitre y general Paz. También cobijó a numerosos músicos y sus orquestas durante
las décadas de 1910 y 1920.
- Lo de Leis,
bolichón bien antiguo, en el que paraban los carreros con sus chatas cargadas
con verduras destinadas al mercado, o con ciruelas cosechadas en las quintas
cercanas, que eran íntegramente adquiridas por la prestigiosa firma Noel para sus dulces.
- La Clavada (Mitre
y Tinogasta), recordado por algunos como Café
del Sapo. Cerró sus puertas hacia 1970.
- Café Select, lindero
al cine del mismo nombre, donde se jugaba a los dados y el billar.
- El Paraguayo, en
Mitre y Ocantos. El apodo nació recién en los años sesenta del siglo XX por la
nacionalidad del comerciante que lo adquirió en ese entonces. Allí paraban a almorzar
los carreros. Un dato curioso: en la década de 1950, funcionaba en su vereda un
surtidor de nafta atendido por cierto personaje invariablemente ataviado con
riguroso guardapolvo gris.
- Airaghi Hermanos, en
Mitre y Florencio Varela, más conocido como Café
de los Radicales por la filiación política de sus habitués.
Conforme pasaron los años, Avellaneda fue acentuando su
semblante industrial y comercial, a la vez que comenzaba un boom inmobiliario de propiedad
horizontal en el sector céntrico. La segunda mitad del siglo XX vio declinar el
antiguo perfil barraquero merced a la pérdida de importancia que sufrió el
Riachuelo como vía navegable. Las grandes estaciones ferroviarias de carga
hicieron lo propio pocos años más tarde, y finalmente las industrias, en
especial las del ramo frigorífico y metalúrgico. Con todo y así las cosas,
aquel arrabal de otrora no ha perdido su
importancia en términos de centro comercial del conurbano sur, hoy revitalizado
con la llegada de los supermercados, los shoppings y la puesta en valor de la
antigua zona del viejo Mercado de
Lanares, en la calle Güemes, con edificio Municipal nuevo y una moderna
sede la de Universidad de Buenos Aires. Ya no hay quintas, ni pulperos, ni
payadores, pero el vecindario continúa conservando buena parte de su antigua
personalidad.
Notas:
(1) Ya apuntamos alguna vez este dato, pero vale la pena
repetirlo ahora: un censo vitícola del año 1950 señala la presencia de 51
productores de vino en el partido de Avellaneda, asentados fundamentalmente
sobre el sector costero de los parajes Dock Sud y Villa Domínico.
(2) Datos más completos sobre el barrio en general se pueden
obtener en la principal fuente de consulta al respecto: el excelente trabajo de
Eduardo Cascante, La Crucesita de
Barracas al Sud, Editorial Dunken, 2003.
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