Continuando con el tema de la dinámica actividad existente
en el ramo de la fabricación de bebidas en las últimas décadas del XIX (legal e
ilegal), que comenzamos en la entrada del 10 de Julio, el economista Dimas
Helguera amplía la reflexión sobre la problemática del vino artificial en su
obra “La producción argentina en 1892”.
Haciendo un cálculo basado en la cantidad de alcohol que demandaba tal
“industria”, dice: de los 30 millones de litros de alcohol de maíz que producen las destilerías nacionales, puede
asegurase que un cuarenta por ciento, es decir 12 millones de litros, son consumidos por los fabricantes de vino para encabezar sus caldos, empleándose
por término medio unos 8 litros por hectolitro, lo que viene a darnos una
producción anual de vinos artificiales de 150 millones de litros. Luego
sigue una denuncia que no deja de sorprender por el descaro que mostraban los
adulteradores, quienes no sólo se limitaban a “fabricar” vinos nacionales, sino
también importados. Además del alcohol,
llevan muchos de esos caldos una parte vinos importados, asegura el autor, viniendo a quedar de ese modo convertidos en
“similares” de los vinos italianos, franceses y españoles. Para finalizar,
sentencia de manera lapidaria: igual
destino lleva la mayor parte de los vinos nacionales, arribando a la conclusión
de que son muy reducidas las cantidades de vino puro que toma nuestra
población. Y no se refería a la soda, desde luego.
No caben dudas: uno de los problemas más serios del ámbito
de la vitivinicultura formal en la primera década del siglo pasado era la falta
de controles gubernamentales, que habían hecho de la adulteración un negocio
muy extendido. Además de los “fabricantes”, la mayor inquietud planteada por
los industriales del vino era la facilidad con que se llevaba a cabo ese
accionar delictivo en todas las etapas de la cadena comercial, sobre todo durante el transporte, la distribución y la
venta minorista en almacenes y fondas de baja estofa. Los vinos fraccionados en barril eran presa fácil de la falta de escrúpulos; los "estiradores"
se contaban de a cientos entre transportistas y comerciantes de todo el país,
que ponían en grave riesgo ya no sólo la reputación de alguna bodega en
particular, sino los intereses de toda la comunidad vitivinícola. En los
tempranos años del novecientos se consideraba que la situación estaba lisa y
llanamente fuera de control.
El 13 de julio de 1904 se celebró en Buenos Aires una
reunión de fuertes empresarios del vino, sentándose allí las bases de lo que
fuera en principio la "Defensa Vitivinícola Nacional" y más tarde el
"Centro Vitivinícola Nacional". El acta de la primera sesión señala
el desasosiego existente sobre la problemática de la genuinidad como una de las
razones que motivaron el nacimiento del organismo no gubernamental.
Textualmente, el acta proclama que "teniendo
en cuenta que la industria vitivinícola de las provincias de Mendoza y San Juan
reclama vivamente combatir el fraude que constituye la venta clandestina de
vinos adulterados o artificiales que no pagan impuestos, han convenido, en la
defensa de sus propios intereses, aunar su acción para la persecución y el
castigo de sus autores". Entre los numerosos firmantes se destacan los
nombres de Domingo Tomba, Juan Giol, Bautista Gargantini, Balbino Arizu, Tiburcio
Benegas, Alejandro Suárez y Luis Tirasso. El camino comenzado por ellos tuvo su
respuesta oficial recién en el año 1932,
con la promulgación de la Ley Nacional de Vinos y la creación de una
Junta Nacional de Vinos (antecedente del INV) como autoridad de aplicación.
Sin embargo, no todo era adulteración, estiramiento y
trampa. Dentro del espectro de los bebestibles también había numerosas empresas
chicas, medianas y grandes que se ocupaban honestamente de la elaboración de
licores, cervezas, vermouths y vinos especiales, además de encarar la importación y distribución de marcas renombradas. En las próximas
entradas de esta serie veremos una interesante lista de “licoreros” decentes y
activos en los años 1893 y 1895, además de conocer el variadísimo portafolio de
productos que manejaban y las curiosas marcas creadas a tal efecto.
CONTINUARÁ…
No hay comentarios:
Publicar un comentario