No es la primera vez que señalamos la enorme y variada
importación de comestibles y bebidas que
realizaba nuestro país durante los años finiseculares del XIX. Es verdad
que ya existía un notorio desarrollo de la industria nacional enfocada en ese
tipo de productos, pero ello no bastaba para satisfacer una demanda creciente
por la masiva llegada de inmigrantes y los veloces cambios en los hábitos de consumo,
cada vez más consustanciados con las
costumbres del Viejo Mundo. La cosa era más notoria en el segmento suntuario, dado que nos estamos refiriendo a la belle
epoque: un tiempo de desarrollo económico, dinero fácil y derroches por
doquier. Semejante fenómeno se reflejaba
en todos los aspectos, incluyendo los servicios del Ferrocarril Sud, como quedó
registrado en un libro de stock de su Departamento
de Confiterías, cuyos depósitos abastecían tanto a éstas como a los
numerosos coches comedores que se acoplaban en los trenes durante los viajes de
media y larga distancia. Así lo hemos verificado a lo largo de las 11 entradas
precedentes de esta serie enfocadas en bebidas y tabacos.
El análisis de los alimentos asentados pone de manifiesto lo dicho anteriormente con
perfecta claridad. Hoy comenzaremos a ver una lista de comestibles –sobre todo
envasados- que denotan la fuerte carga de “extranjerización” inclinada hacia los productos de origen francés e inglés. Algo muy lógico,
puesto que Francia era la capital mundial de las tendencias culinarias, mientras que Gran Bretaña era la sede administrativa del FCS. En ésta y las
próximas dos notas del mismo tema vamos a escrutar diferentes artículos de cocina del tipo conservas, enlatados, especias, condimentos, salsas, panificados, quesos, fiambres,
dulces, confites y demás.
Es necesario hacer la
siguiente aclaración: las mercaderías acusan distintos envases o unidades de
medida. En cada ítem lo aclaro de acuerdo al caso particular, según consta
textualmente en el libro: T (tarro), F
(frasco), L (lata), B (barril), K (kilo). Tratándose de simples asientos de
salida en un inventario, los empleados no se molestaban en indicar tamaños,
contenidos netos ni volúmenes, por lo que se advierten algunos precios muy elevados en relación a
otros, lo que seguramente tiene que ver con envases más grandes o más chicos.
Recordemos también que hablamos de un registro contable interno y no de una lista
de precios oficial . Estos productos eran enviados desde el depósito central de
la empresa a las confiterías de las
estaciones y los trenes para su uso en
la cocina, donde oportunamente eran fraccionados y utilizados en la preparación
de comidas. Sin embargo, es posible que algunos de ellos (como las galletitas
en paquete, que veremos en la próxima entrada del tema) llegasen directamente a
las mesas en ese mismo formato.
Aquí va, entonces, la primera tanda de esta notable miríada
de comestibles que se consumían en 1898 previa salvedad que efectúo por enésima
vez, por si acaso: los nombres de los productos son los textuales que aparecen en el libro. Las denominaciones foráneas son traducidas en nota al pie. Sólo
han sido corregidas las faltas ortográficas evidentes que aparecen de tanto en
tanto.
Alcaparras F 0,60
Anchoas L 3,75
Anchoas en pasta T 0,60
Arvejas (Petit Pois) L 1,20
Atún T 2,50
Bacalao
K 1,00
Bovril 2 oz. T 1,30 (1)
Bovril 16 oz. F
5,50 (1)
Caviar
T 2,80
Cepes al Huile T 0,80 (2)
Champignones L 1,70
Espárragos enteros L 2,00
Fond
Artichaut L
1,75 (3)
Jamón
K 6,00
Jamón del diablo
½ T 1,40
Jamón del diablo
¼ T 0,70
Langosta T 1,50
Lenguas de
Cordero T 1,20
Ostras
T 1,20
Oxford Sausages T 2,00 (5)
Pickles Surtidos Picalilli F
2,20
Pointe D’Asperges T 1,00 (6)
Salmón T 1,20
Sardinas Levegne T 0,75
Sardinas Orient Express L 0,80
Trufas T 4,00
Por supuesto, apuntamos
únicamente aquellos artículos interesantes por presentación, precio o curiosidad. El libro de stock incluye muchas
otras materias primas de cocina tipo granel que mencionaremos a continuación
sin pormenorizarlas: azúcar (molido y en pancitos), sal (fina y gruesa),
vinagre (ordinario y de vino), aceite común, fideos surtidos, harina blanca,
harina de maíz, arroz, tocino, hongos secos, pimienta blanca, nuez moscada, canela,
clavos de olor, achicoria, salame, limones, papas, grasa, conserva de tomates,
cebada inglesa, ciruelas secas, tapioca, sémola y gelatina. Incluso hay ítems
cuyo asiento contable resulta difícil de imaginar, como hielo (registrado en
barras), y otros que evidencian la costumbre del empaquetado para llevar. Así
sucede con el papel blanco, el papel color, el papel para envolver y los platos
de cartón (7). Curioso resulta observar que cada cosa, como hemos dicho, tiene
su debido precio de costo y de venta, tal vez por normas reglamentarias de tipo
contable. En el volumen que llegó a nuestras manos no hay indicios de vajilla,
mantelería ni artículos de limpieza, los que seguramente constaban en otro
libro. Pero aun así es una suerte que podamos examinar este formidable reflejo
del pasado que seguiremos volcando muy pronto con todo lo que corresponde a
galletitas y bizcochos, quesos, condimentos (salsas, aceites, vinagres) e
infusiones.
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Bovril era un concentrado de carne que se empleaba para
cocinar, aderezar salsas o untar panes, al que se le atribuían propiedades tónicas que
fortalecían el organismo. Todavía se consume en el hemisferio norte,
especialmente en México, Estados Unidos y Gran Bretaña.
(2) Champignones en aceite
(3) Corazones de alcaucil
(4) Arenque
(5) Salchichas de cerdo
(6) Puntas de espárragos
(7) En alguna ocasión anterior señalamos que las confiterías
del FCS contaban con un “anexo almacén”, como pudimos constatar en el caso de
Bahía Blanca (ver entrada de esta misma serie del 2/4/2012). Es decir que las
personas podían concurrir a la estación a comprar productos como en cualquier
otro comercio, y tal vez comidas hechas. No sabemos si esta práctica era extensiva
a todas las confiterías del ferrocarril, ni tampoco si era habitual, pero la
presencia de artículos de embalaje en el libro de stock es un indicio
interesante.
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