Otro
representante del rubro no menos proverbial fue el Mercado del Plata, inaugurado en 1856 en el solar que anteriormente
ocupaba la llamada Plaza Nueva, es
decir, la media manzana comprendida por las actuales arterias Sarmiento, Carlos
Pellegrini, Perón y Pasaje Carabelas (ex Cuyo,
Artes, Cangallo y Cortada del Mercado
del Plata, respectivamente) Sin ser majestuoso por tamaño o arquitectura,
el Mercado del Plata se inmortalizó por la calidad superlativa de su mercadería
y por la notoria oferta de productos frescos fuera de sus correspondientes
épocas del año, sin frigoríficos de por medio. De esa manera, era posible
conseguir allí frutas y verduras estacionales hasta varios meses después de su
desaparición en cualquier otro comercio del rubro. Quien suscribe no lo llegó a
conocer, pero recuerda perfectamente un puesto de pastas en la feria municipal
de su barrio (alrededor del año 1980), cuyo letrero ostentaba los nombres y
apellidos de los dos socios propietarios con el orgulloso aditamento “ex-Mercado del Plata”, lo que
constituía toda una credencial de excelencia. En 1947, luego de noventa años de
funcionamiento, aquella legendaria locación cayó bajo la picota con el fin de construir
un edificio -que tomó su nombre- para uso administrativo de la entonces
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
No se puede
realizar una reseña del tema sin mencionar al más recordado de todos: el gran Mercado de Abasto, seguramente el del
mayores dimensiones y fama consolidada en la república. El edificio original se
inauguró en 1893 como mercado exclusivo de frutas y verduras, pero las
necesidades operativas hicieron necesaria su reconstrucción total entre 1931 y 1934 (2). A partir de
entonces abarcó todas las actividades de provisión, tanto de frutas y verduras
como de aves, carne y productos derivados. Cabe aclarar que tanto el Abasto
como los casos mencionados antes atendían la venta mayorista y minorista por
igual, pero el paso del tiempo los volvió obsoletos: la aparición de los
supermercados, la ubicación demasiado céntrica y los problemas derivados de la
falta de higiene y de normas sanitarias adecuadas a los tiempos modernos (que
se hicieron muy notorios con los años) no perdonaron a tan pretérita modalidad
del comercio.
Al día de hoy
sólo se conserva un prototipo válido funcionando cien por ciento como tal,
incluyendo el movimiento y la dinámica de antaño: el Mercado del Progreso, en Caballito (Rivadavia y Del Barco
Centenera), que viene a ser un émulo del antiguo Mercado del Plata por la
calidad y el precio elevado de sus productos (3). Vale la pena visitarlo aunque
sólo sea como paseo, ya que conserva bastante del viejo espíritu mercaderil.
Notas:
(1) En una futura
entrada nos vamos a ocupar de las Ferias Ambulantes.
(2) Eso incluyó
un enlace con la línea B de subterráneos, que a su vez se comunicaba con el
Ferrocarril Urquiza. De esa manera podían acceder desde el túnel convoyes de
carga hasta el subsuelo del establecimiento, que contaba con la correspondiente
infraestructura de playa de maniobras y andenes para la descarga. El remolque
estaba a cargo de nobles locomotoras eléctricas, algunas de las cuales se
conservan como piezas de museo en entidades de preservación. Aquel túnel fue
desafectado en 1952 luego de un incendio. Sin embargo, una parte del mismo
perdura visible sobre la vía norte entre las estaciones Carlos Gardel y Pueyrredón,
es decir, yendo hacia Leandro N. Alem.
(3) Aunque es muy
bonito, no se puede considerar como funcional al Mercado de San Telmo, dado que
ha sido ocupado mayoritariamente por
vendedores de antigüedades. Otros mercados barriales subsisten agónicamente con
muy pocos puestos en situación activa. En ciertos casos se han conservado
fachadas, techos y otros componentes estructurales (caso Spinetto o el propio
Abasto), con finalidades de preservación puramente arquitectónica.
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