Según refiere José Antonio Wilde en Buenos Aires, desde 70 años atrás, el primer antecedente patrio de
las actuales bebidas sin alcohol fue el de los refrescos que se preparaban en
almacenes y pulperías, con la salvedad de que no siempre carecían de algún
ingrediente espirituoso (1). Según su valioso relato, las tres principales variantes
eran la sangría (vino carlón, agua y
azúcar), la vinagrada (igual que la
anterior, pero con vinagre) y la naranjada,
hecha con zumo agrio de naranjas. Este memorioso autor recuerda además que
muchos tomadores le agregaban al final un vasito de caña, al decir de ellos,
por ser “fresca”. No fue sino hasta la década de 1870 que aparecieron las
primeras bebidas sin alcohol en la modalidad de refrescos, aguas y “tónicas”
carbonatadas, aunque todavía sin ninguna
marca demasiado popular o dominante del mercado (2)
En efecto, durante buena parte del siglo XIX y las primeras
dos décadas del XX existió una amplia y atomizada lista de fabricantes, muchos
de los cuales producían además licores y
vermouth. Es muy frecuente encontrar en
añejas publicaciones periódicas los avisos de Fábricas de Licor o Fábricas
de Soda, casi siempre vinculadas al almacenamiento o la distribución de
vinos y cervezas. Era un completo sector de la industria y el comercio llevado
adelante por pequeños emprendedores del
rubro de bebidas en la más amplia acepción del término (3). No obstante, al
igual que con otros tantos productos, los años del cambio de siglo trajeron
consigo el fenómeno de la concentración. En 1868, los hermanos Juan, Andrés y
Pedro Inchauspe decidieron fusionar sus respectivas fábricas de soda en una
sola (4), dando así el puntapié inicial para el nacimiento de toda una saga de
marcas legendarias. En 1904, la empresa se mudó a las nuevas instalaciones de la
avenida San Juan 2844 para continuar elaborando sus exitosas etiquetas, que se
ampliarían en el futuro: Soda Belgrano,
Indian Tonic Cunnington, Ginger Ale Cunnington, 2L lima-limón, Naranja Neuss
y Pomelo Neuss. No queremos dejar de
señalar un dato sobre la más antigua de ellas:
durante los años treinta y cuarenta
se imprimieron chapas metálicas con la imagen de la botella y la frase “aquí
hay soda Belgrano, la mejor del mundo”. Cientos de estos anuncios marcaron una
época en las paredes de bares, fondas y almacenes de todo el país.
También en la década de 1900 se popularizó la Bilz, bebida de frutas creada por el
médico naturista alemán Friedrich Eduard Bilz, que adoptó nombres comerciales
como "Bilz-Brause" y "Bilz-Limetta". Comenzó
a ser producida y comerciada por el empresario Franz Hartmann, y se la ofrecía
como una bebida de características digestivas -casi medicinales-, tal como se
observa en el origen de muchas otras gaseosas célebres. Con los años
aparecieron nuevas empresas y marcas, entre las que destacamos a las recordadas
Bidú Cola y Pomona,
al igual que las más recientes Canada Dry o Pindy. Algunas permanecieron siempre, otras se fueron y regresaron,
y otras partieron para no volver. Sin embargo, nunca se sabe: la moda del revival suele depararnos, de tanto en
tanto, alguna grata sorpresa…
(3) Como resabio de aquella pretérita rama de la producción nacional, aún hoy subsisten algunas fábricas de soda que elaboran sus propias marcas de gaseosas.
(4) Situación que se extendió hasta 1885, año en que Juan y Andrés se separaron de la sociedad, que quedó exclusivamente en manos de Pedro.
Notas:
(1) El hecho de tomar bebidas alcohólicas o de agregárselas
a casi todo elemento líquido no significa que la población de ese tiempo estaba
integrada por borrachos irrecuperables. En realidad, el agua no era entonces
una bebida segura desde el punto de vista sanitario debido a la frecuente
presencia de bacterias, mientras que los jugos de fruta o zumos de cualquier
tipo no podían ser conservados ni envasados, lo que obligaba a consumirlos frescos.
Por ese motivo, las bebidas alcohólicas eran populares no solamente por gusto,
sino también porque su composición las
hacía seguras, confiables, prácticas y duraderas.
(2) En realidad, las aguas carbonatadas naturales ya habían
sido descubiertas y envasadas de manera rudimentaria desde el siglo XVIII, pero
no tuvieron difusión en nuestro medio hasta la segunda mitad del XIX.(3) Como resabio de aquella pretérita rama de la producción nacional, aún hoy subsisten algunas fábricas de soda que elaboran sus propias marcas de gaseosas.
(4) Situación que se extendió hasta 1885, año en que Juan y Andrés se separaron de la sociedad, que quedó exclusivamente en manos de Pedro.
Pomona promocionaba con libritos de bolsillo con cuentos fantasticos para los niños. Uno de los clientes de mi viejo -repartidor de pan- me daba para distribuirlo en la escuela y dar a conocer el producto. Inolvidable. EL HUARPE
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