El pantallazo histórico
introductorio del cigarro conocido como Virginia
o Brissago efectuado hace tres meses
sirvió para conocer la importancia que su consumo tenía en nuestro país durante
la última parte del siglo XIX (1). Tanto fueran importados como nacionales, los
curiosos y alargados “cigarros de la paja” contaban con una numerosa masa de
consumidores que buscaba el placer de un puro distinto en cuanto a formato y
sabor. Desde luego, el dispendio del artículo que nos ocupa se fue opacando
durante los primeros decenios del XX, y bien podemos afirmar que se trata de un
producto muy escaso en nuestros días, fabricado y comercializado casi
exclusivamente en sus dos países originarios, Austria y Suiza, a los que se
agrega el sur de Alemania. En ese contexto son pocas las empresas que se
dedican a tan antigua manufactura, pero al menos se salvó de ser otro de los
muchos cigarros desaparecidos y olvidados por completo. Afortunadamente, la
tradición tabacalera del centro de Europa logró mantener al brissago entre el
grupo de los nobles productos asequibles en alguna parte del mundo.
En la entrada anterior anticipamos que el inesperado paso
por el aeropuerto de Viena me proporcionó la inmejorable oportunidad de adquirir una buena ración de ellos. El lugar específico fue cierta tabaquería
tan pequeña como bien surtida, en la que pude agenciarme de tres marcas bastante reconocidas. Una es Edelweiss, del prestigioso establecimiento austríaco Wolf & Ruhland, establecido en 1917. La segunda es R&G, cuyos ejemplares se confeccionan en la República
Dominicana. La tercera pertenece a la mundialmente célebre fábrica Villiger, de Suiza, que ofrece los
brissagos más oscuros de todos, con un
sabor ahumado muy pronunciado. Para la degustación elegí Edelweiss por los
motivos ya señalados: su dilatada trayectoria y su buena reputación, que me
garantizan estar probando algo realmente típico. (2) En la oportunidad se
encontraban presentes varios amigos, pero el encargado de catar junto al que
suscribe fue Enrique Devito, un aficionado que ha colaborado muchas veces con
este blog. La ceremonia comenzó con el retiro de la hebra de paja,
imprescindible antes de acercar la llama.
El calibre reducido de los especímenes no impidió el encendido cómodo y un tiro
perfecto de principio a fin. Precisamente, el propósito básico de confeccionarlos con tamaña peculiaridad (atravesando un objeto extraño en su interior) consiste en asegurar un canal de
aire en un puro con diámetro tan estrecho. Ya en la etapa del humo, su aroma tenía los matices propios
de los cigarros secos elaborados a partir de tabacos con personalidad, como
Burley y Kentucky. Ello se tradujo en abundantes elementos que recuerdan a la
madera tostada, las infusiones y el infaltable rasgo mineral tan propio de su
tipo. Avanzada la combustión, el sustento de la ceniza resultó notorio y nos
dio una enésima prueba de que estos puros son el fruto de un trabajo artesanal,
seguramente muy parecido al que llevaban a cabo las fábricas argentinas entre
1890 y 1910, cuando el cigarro de la paja
se contaba entre los favoritos del consumo vernáculo. Las conclusiones
fueron categóricas: intensidad de aromas y potencia de sabor sin desmerecer
cierta complejidad, todo en el marco de un formato que a simple vista parece
“complicado”, pero que se revela asombrosamente apto para pitar sin dificultades de
ninguna naturaleza.
Hoy, el brissago es algo completamente extraviado de la
memoria colectiva patria, seguramente porque sus tiempos de gloria se sitúan en
un pasado demasiado lejano. Pero tuvimos la suerte de revivir la experiencia de
fumarlos, en la mismísima Ciudad de
Buenos Aires y en siglo XXI.
Notas
(1) Un breve y completo resumen histórico del brissago puede
encontrarse en Wikipedia bajo el rótulo de Virginiazigarre.
Este es el link: http://de.wikipedia.org/wiki/Virginiazigarre
El artículo está en alemán, pero es fácilmente traducible mediante cualquiera
de los traductores online disponibles en la web.
(2) Eventualmente llevé también algunos R&G con el
propósito de convidar a los demás asistentes, pero no realizamos una reseña de
ellos porque su condición de hechos en República Dominicana los aleja de mi
interés histórico. Los brissagos que se fumaban aquí provenían fundamentalmente
del norte de Italia (por la influencia austríaca en el Véneto, como explicamos
en la primera parte), y posiblemente también de la propia Austria, de Suiza, de Prusia y de Alemania. Los elaborados localmente imitaban las usanzas y estilos del
Viejo Mundo. Recordemos que en Argentina no hubo puros de origen
centroamericano o caribeño hasta la segunda mitad del siglo XX, con la única
excepción de los habanos legítimos de Cuba.
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