El Ferrocarril Oeste
Santafecino (1) fue una empresa independiente de transporte ferroviario con
capitales mayormente argentinos que existió entre 1883 y 1900. No obstante las
modestas dimensiones del trazado (apenas 206 kilómetros), la historia le
reconoce varias características singulares relacionadas con su carácter pionero
en la entones agreste región del sur de Santa Fe, donde ayudó a formar y
consolidar numerosas colonias agrícolas como Casilda, Firmat, Melincué, Chabás
y Arequito, entre otras. Su impulsor y director fue el empresario español Carlos
Casado del Alisal, pero el gerenciamiento local estuvo siempre a cargo del
notable ingeniero Ignacio Firmat, quien luego daría nombre a la estación
y el pueblo homónimos. Con la llegada del siglo XX no pudo evitar el fenómeno de concentración del negocio en manos de grandes empresas y fue vendido al
poderoso Ferrocarril Central Argentino. A pesar de ello, su presencia en
el pasado de los rieles nacionales es bien conocida y apreciada por aficionados
y estudiosos del tema.
Un minucioso libro llamado El Ferrocarril Oeste
Santafecino (2) abunda en detalles sobre los años primigenios del
emprendimiento, su construcción, su llegada a las diferentes poblaciones y su
influencia en la vida urbana de la ciudad de Rosario, que no fue menor. Más
allá de lo estrictamente ferroviario, la obra muestra una sólida base
documental gracias a infinidad de registros publicados en los diarios de la
época (3), muchos de los cuales describen diferentes eventos relativos a
festejos, inauguraciones, agasajos y demás ocasiones que brindan la oportunidad
de revisar algunas costumbres gastronómicas propias del período. Entre múltiples
situaciones formales e informales elegimos al ambigú (4) para adornar el
título de esta entrada por su vetusta sonoridad, varias veces mencionada en el
trabajo. Pasemos entonces a este recorrido por circunstancias de la vida
cotidiana y el intercambio social ocurridas hace poco menos de una centuria y
media.
El 10 de septiembre de 1882 se realizó el acto público
fundacional de inauguración de los trabajos en la primera sección entre Rosario
y Casilda. Esa noche, la mesa principal del banquete fue descripta por las
crónicas del siguiente modo: “la mesa formaba una herradura y estaba servida
como sólo sabe hacerlo la Confitería Esteban. En el centro, es decir, en la
curva de la herradura, veíase un ferrocarril en miniatura construido en azúcar
con toda perfección (…) En cuanto a los platos que se sirvieron, vinos y
servicio, sólo diremos que los primeros fueron exquisitos y el último
irreprochable”. Algún tiempo después, con el tendido en funcionamiento, los
pueblos comenzaron a crecer rápidamente. Quizás hoy pocos lo saben, pero
Casilda llegó a ser un sitio de recreo
muy buscado por la población de Rosario durante los fines de semana. Famosa fue
su Gran Casa de Baños (equivalente
al spa de nuestros días), que a sus espacios de salud y relax agregaba
un “espléndido y fresco salón para el descanso y recreo de los bañistas,
donde se sirven cerveza, hielo y refrescos”. Hacia 1886 el establecimiento
estaba en su cumbre y ya contaba con “una
cancha del juego inglés Lawn Tennis”, así como también “aparatos de
gimnasia y de fuerza”. El otrora salón había pasado a ser una confitería
hecha y derecha, “donde se sirven toda clase de refrescos, bebidas y
licores. Helados todos los días”.
Volviendo a los eventos organizados por la empresa del FCOS,
el sábado 8 de noviembre de 1884 fue llevado a cabo un baile de festejo por el
primer aniversario del servicio público de pasajeros. El mismo tuvo como sede
el Club Social de Villa Casilda y los cronistas del diario El
Independiente lo relataron así: “nuestro estómago, que es muy exigente,
nos recordó que era hora de satisfacerlo (…) Comimos opíparamente y después de
haber tomado una copa de oporto y fumado un rico cigarro habano, como a las
diez, encaminamos nuestros pasos hacia el club. Penetramos en el salón, que
estaba lujosamente arreglado y favorecido por innumerables y bellas
señoritas (…) A las doce de la noche el
baile estaba en todo su esplendor. Pasamos al ambigú, que estaba espléndido y
bien servido, y donde el caballero Lousteanau, presidente del club, atendía con
la amabilidad que le es característica a los invitados”. En 1887, el FCOS
encaró las obras necesarias para ampliar su red, que se bifurcó desde Casilda hacia
las localidades de Melincué y Cruz Alta
(luego Juárez Celman). Cierto día domingo de ese mismo año, Carlos
Casado y el ingeniero Firmat invitaron a un grupo de periodistas a un paseo por
la zona de obras. Luego de visitar la nueva estación Arequito, el grupo regresó
a Casilda. Según el relato periodístico, “eran entonces las cuatro de la
tarde, hora impropia para entregarse a los placeres de la bucólica. Sin
embargo, todos los comensales fueron unos verdaderos héroes. Los pavos,
gallinas, fiambres surtidos, lechones, etc., fueron atacados con notable
energía y pronto derrotados. Sobresalió el vino Pontet Canet y el champagne
marca Cometa, no siendo despreciable el oporto y demás vinos. El hotel San
Carlos, del señor Dresse, ha demostrado estar bien surtido de estos elementos
indispensables”. A fines de ese año, la llegada de los rieles a San José de
la Esquina fue motivo de otro gran festejo con baile incluido. “Al fondo del
salón se había formado una hermosa glorieta, donde se preparó el ambigú con
abundantes dulces, masas, oporto, jerez, cerveza, etc.”, apuntó luego un reporter
de la zona.
El adelanto que significaba el ferrocarril en esos tiempos
era además excusa para la creación de marcas comerciales. Cierto anuncio
propalaba el “GRAN TONICO OESTE SANTAFECINO, cuyo uso se recomienda por sus
saludables efectos. Elavorado (sic) en la Licorería Nacional de Villa
Casilda por el afamado don Pedro Calatroni, premiado con siete medallas en
varias exposiciones”. Muy importante fue la estación terminal Rosario, un
destacado edificio sito en el actual Parque Urquiza (5). En diciembre de 1884
comenzó a funcionar su servicio gastronómico y el diario El Independiente lo
recogió así: “BUFFET DEL O.S. Los viajeros y las personas que en adelante
pasen por la estación del Ferrocarril Oeste Santafecino tendrán desde hoy la
ventaja de poder refrescarse en la exelente (sic) cantina o buffet que
acaba de establecer allí don Ricardo Berdaguer. Está surtida de bebidas de primera clase, confitería, etc.” Terminamos con otro anuncio,
esta vez referido a un comercio cercano que también tomó el nombre de la
empresa ferroviaria por su resonancia positiva y progresista: “FONDA DEL
FERROCARRIL OESTE SANTAFECINO / CALLE 9 DE JULIO. Se avisa al respetable
público que en dicho establecimiento encontrarán un variado surtido de
refrescos y fiambres, vinos finos y otras cosas concernientes al ramo. La casa
cuenta con esmerado servicio con todas comodidades. Nota: todos los
domingos encontrarán ravioles para los señores que deseen comerlos a la sombra
de un buen parral”. Y finaliza con la rúbrica “Paganini y Giardini”.
Notas:
(1) Aunque hoy se acostumbra utilizar el gentilicio santafesino
(con s), preferimos respetar la denominación oficial que ostentó el
ferrocarril de marras durante toda su historia.
(2) Carlos Alberto Fernández Priotti, 2006.
(3) Especialmente El Independiente y La Capital,
editados en la urbe rosarina.
(4) Mesa dispuesta con platos fríos y calientes al estilo
del lunch o del buffet.
(5) Todo el complejo se desafectó en 1900, cuando el FCOS
fue vendido al FCCA, que tenía su propia terminal. Durante varias décadas
funcionó como estación de cargas y finalmente quedó abandonada. Hacia el año
2000 la estructura del edificio vacío subsistía en muy mal estado, pero
afortunadamente fue recuperado para fines de utilidad pública y hoy luce su
viejo esplendor en medio de una bonita y bastante cuidada parquización. Un
final urbanístico feliz, de esos que no abundan.
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