lunes, 12 de diciembre de 2016

Señales de la historia en El Puentecito

En mayo de 1858, una crecida del Riachuelo arruinó el Puente Gálvez, conocido más tarde como Puente Barracas y hoy como Puente Pueyrredón Viejo. Sin embargo, no era la primera vez que ese legendario viaducto resultaba destruido. Su primer “final” data de 1806, cuando fue incendiado para evitar el paso de los invasores ingleses desembarcados en Quilmes (1). A lo largo del siguiente siglo, diferentes hechos (inundaciones, derrumbes) acabaron con cada nueva versión emplazada para el mismo propósito, aunque vale aclarar que eran construcciones de madera verdaderamente precarias. Recién en 1903 fue levantado un ejemplar acorde a su importancia como lugar de paso desde el sur (2), de tipo metálico y muy pintoresco, cuyo tramo central se elevaba horizontalmente sobre cuatro columnas para dar paso a los barcos, como puede observarse en la foto de abajo. Así y todo tampoco logró tener una vida muy larga, pues los trabajos de rectificación y ensanche del Riachuelo obligaron en 1931 a reemplazarlo por el mismo que actualmente conocemos como “viejo”.


Muy cerca de allí existe cierto comercio gastronómico devenido en una especie de leyenda histórica, no sólo del barrio, sino de toda la ciudad. En efecto, El Puentecito ya es un reducto de culto para los amantes de los bodegones porteños y su comida urbana tradicional. Carnes, pastas, pescados, mariscos, postres abundantes y golosos, entre otros, son los platos que deleitan a quienes siguen buscando lo que se consume típicamente en Buenos Aires desde hace al menos cien años. De modo complementario, la casa suele ofrecer en forma sorpresiva algunas preparaciones que no aparecen en la carta, cuya existencia sólo se hace evidente a través de las recomendaciones verbales de los mozos (en ese sentido, el autor de este blog no olvida haber ingerido allí, hace varios años, un excelente guiso de mondongo). Y quizás sean tales detalles los que determinan el éxito, los que marcan la diferencia, como la ambientación con aires de vetustez o la atención formal y a la vez campechana de su experimentado personal de salón.


Pero hay un tema que sin dudas ejerce enorme influencia en semejante atractivo. Esa cuestión reside en su antigüedad, dado que El Puentecito declara un inicio de labores hacia 1873, equivalente a 143 años ininterrumpidos de actividad.  Obviamente, dicha afirmación lleva implícitos  innumerables cambios de dueños y algunas variaciones en cuanto a la orientación específica del negocio, que de la pulpería original fue transformándose paulatinamente en almacén con despacho de bebidas, fonda, bodegón (3) y restaurante. Y todo ello -según la mitología vecinal-en el mismo inmueble, ajeno a cualquier señal de haber sido modificado significativamente desde entonces, más allá de las inevitables adaptaciones impuestas por  los avances arribados con el transcurso de los años como el agua corriente, los desagües cloacales, la luz eléctrica y el gas de línea. Entonces, ¿será realmente tan viejo El Puentecito?


En Consumos del Ayer no podemos dar una respuesta categórica a dicha pregunta (para eso haría falta una investigación arqueológica profesional), pero sí podemos decir que los elementos a nuestro alcance inclinan fuertemente la balanza hacia una respuesta positiva por partida doble: el inmueble es muy antiguo y  todas las evidencias sugieren que allí siempre funcionó algún tipo de comercio relacionado con la gastronomía. El primer postulado se basa, ante todo, en la esquina sin ochava (es decir, con los dos frentes unidos a 90 grados) tan percibida y fotografiada por el cliente primerizo. Ello ubica su construcción en algún punto anterior a 1880 de manera incontrovertible, puesto que ese año comenzó a cumplirse formalmente  la ordenanza que obligaba a edificar con ochava. Por otro lado, sendos planos topográficos de 1887 y 1895 muestran a la esquina de marras dispuesta ediliciamente del mismo modo que hoy, con amplios frentes sobre Luján y Vieytes (4) (5). En ambas imágenes señalé el punto de nuestro interés en un círculo rojo, junto a un puñado de hitos cartográficos vigentes (el puente Pueyrredón Viejo, entonces Barracas) o desaparecidos  hace mucho (el Ferrocarril a Ensenada, que pasaba a menos de cien metros y cruzaba el Riachuelo). Tampoco tenemos dudas sobre la orientación comercial enfocada en el comer y el beber acompañando al sitio desde entonces, manifiesta por una disposición y tamaño de ambientes que vuelven muy remota la posibilidad de intervenciones constructivas posteriores, exceptuando las muy menores. Dicho en otras palabras, es francamente difícil que ese local haya sido alguna vez una vivienda particular, una farmacia o una tienda. La versión más lógica reside en aquello que fue y sigue siendo: un lugar para comer y/o para beber.



















El Puentecito, su comida porteñísima y su increíble edificación, levantada durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. ¿Cómo no acercarse, aunque sea una vez?

Notas:

(1) Finalmente, los ingleses hicieron algo muy práctico: después de un breve tiroteo en la zona del puente (ya incendiado) lograron el repliegue de las tropas virreinales. Luego, un grupo de marinos cruzó el Riachuelo a nado y logró la captura de los navíos que habían sido amarrados en la orilla norte. Con ellos en su poder (suponemos que se trataba de simples botes y barcazas), la fuerza invasora realizó el cruce y entró en Buenos Aires.
(2) De hecho, fue el único puente sobre el Riachuelo hasta 1859, cuando se levantó el Puente Alsina a la altura del actual barrio de Nueva Pompeya. No hubo otras opciones de cruces viales (sí ferroviarios)  hasta 1914, año en que empezó a funcionar el Transbordador Nicolás Avellaneda, es decir, la más antigua de las dos emblemáticas estructuras que aún podemos ver en La Boca.
(3) Recordemos que hasta las primeras décadas del siglo XX, los términos fonda, bodegón, boliche, cantina y restaurante no tenían el mismo significado. Ya hemos abundado sobre el tópico en muchas entradas subidas hace tiempo
(4) En alguna época llamadas Calle del Puentecito y Sola, respectivamente.
(5) El frente sobre Vieytes es hoy más corto (aunque parece más largo por la planta alta), producto de una subdivisión posterior de la propiedad, que antaño se prolongaba por esa calle tanto como por Luján . Sería muy largo de explicar aquí, pero dicha “amputación” del edificio todavía se percibe a simple vista, no obstante el paso de los años


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